Hoy pensaba en la grandeza de los gestos denigrantes y su falta de reconocimiento.
Pero no aquellos que evidencian afecto, no esos cargados de bondad, o detallitos mínimos que demuestran aunque sea un mínimo de algo; sino todo lo contrario, esos que aparentemente no pretenden transmitir nada, aquellos que no alcanzan para ser considerados como tal.
La humillación por ejemplo, tan subvalorada, es a veces una demostracion de afecto inigualable e incomprensible.
Por todos esos gestos vergonzosos que no son reconocidos, por el orgullo perdido, por aquellos tropiezos y caidas en nombre del amor que calla y se oculta. Por cada estupidez que hicimos sabiendo que no lograríamos nada, sabiendo que no cambiaría el orden de las cosas, a plena conciencia que lo que a buenas no se ha logrado mucho peor a las malas. Y sin embargo insistimos, por soberbia, necedad o pura exculpación, ahondando vacíos.
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