Durante los últimos años, me ha llamado la atención un poco aquello de la violencia domestica; quizá sea más morbo de mi parte que simple curiosidad investigativa.
Sin embargo, últimamente cuando pienso en el tema me planteo nuevos interrogantes. ¿Cuándo se llega al punto de identificar plenamente el maltrato? ¿Cuándo se puede separar lo que sean problemas cotidianos, gritos usuales o hasta cierta agresividad medida, o circunstancias en las que se alegue que existe justificación por transgredir el límite? O más específicamente, ¿cuál es el limite y quien lo plantea?
Estoy segura que es fácil juzgar desde afuera y decir que violencia es violencia, sin importar cómo o por qué, blanco o negro sin matices, pero hablar desde el otro lado de la ventana es solo apuntar con el dedo y no me sirve.
No me imagino cómo es por dentro, como aceptar que las cosas han cambiado, cómo no sentir cierto nivel de culpa, que aunque suena absurdo, estoy bastante segura que una persona tras la agresión no puede dejar de pensar, “yo me lo busqué/yo lo provoqué/yo también lo agredí física-verbal-emocionalmente.
De repente ya no es tan sencillo decir que hay que ser idiota para dejarse maltratar, y que a la primera señal uno debe cortar con cualquier vínculo. Cuánto más difícil será cuando en el medio aún se dibujan sentimientos, amor real y no amor pretexto, amor mutuo, ilusión, esperanza, ganas, coraje, ímpetu, decisión... y falta de ella.
Cuantas veces hemos de tropezar con la misma piedra hasta querer cambiar de vereda. ¿Cómo saberlo? Es posible que no lleguemos a conocer nuestra propia reacción ante algo hasta que nos suceda (sin por ello buscarlo). Quizá no es solo cuestión de creer que a mi no me pasaría, yo soy más inteligente, mas fuerte... ¿Qué pasaría si no lo somos? ¿Dónde esta esa pequeña línea que nos marca el regreso? Si es que acaso aun creemos que existe un punto de retorno y una manera de identificarlo.
A veces quiero, aunque no sea tan importante, dejar el morbo a un lado, ese lado Antonella que en ocasiones aflora, y plantear en serio preguntas que por un lado pueden parecer obvias y hasta ridículas, pero quien sabe, quizá haya alguien que conocemos a quien estas respuestas no aparecen tan evidentes.
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martes, septiembre 30, 2008
martes, septiembre 23, 2008
Recurrente o recursiva
En este momento no puedo recordar de memoria las 5 etapas de una pérdida. Es elemental, lo sé, pero ocurre que en lo personal me quedo atascada entre la ira y la negación, un circulo, y entonces no me doy tiempo para vivir plenamente y recordar las otras.
Digamos que algo ocurre, no necesariamente algo "malo" sino más bien no planificado sorpresivo, imprevisto, desconcertante, algo que afecte en serio. Viene entonces la negación, genial etapa porque nada tiene que ver con la necedad. ¿A mi? No, como a mi? Esto le pasa a la otra, la que finjo ser, la que se escapa, la que juega su rol, anota lo que le pasa en una agenda mental y las llama sarcásticamente experiencias. Pero a la real no, la que le duele, llora, patalea y hace berrinche nunca. Sería injusto. ¿Aún creemos en la justicia de los hechos?
La verdad, esa no tiene la fuerza ni resistencia para vivir algo así, debe haber una equivocación. Hey!, al que está jugando por allá afuera, mire que aquí ha habido un error.
Y va mezclándose la ira, las ganas de echarle la culpa de todo a otros, buscar un desquite que nunca se lleva a cabo porque enseguida me satura la culpa, el deseo de desaparecer, de no tener que afrontar las consecuencias, tristeza sin autocompasión, búsqueda de luces. Se ha apagado el faro cuando estaba parpadeando y nadie avisó.
La sacudida golpea de repente con un cansancio acumulado. Bueno, hora de buscar soluciones y a otra cosa mariposa, de qué me preocupo tanto, aceptación de qué? Para que armo tanto lío si al final esto no me está pasando, a mi no, debe ser la otra. Tranquila, es una ilusión óptica, vamos mejor a escribir un post acerca del post que escribí en la confitería.
Digamos que algo ocurre, no necesariamente algo "malo" sino más bien no planificado sorpresivo, imprevisto, desconcertante, algo que afecte en serio. Viene entonces la negación, genial etapa porque nada tiene que ver con la necedad. ¿A mi? No, como a mi? Esto le pasa a la otra, la que finjo ser, la que se escapa, la que juega su rol, anota lo que le pasa en una agenda mental y las llama sarcásticamente experiencias. Pero a la real no, la que le duele, llora, patalea y hace berrinche nunca. Sería injusto. ¿Aún creemos en la justicia de los hechos?
La verdad, esa no tiene la fuerza ni resistencia para vivir algo así, debe haber una equivocación. Hey!, al que está jugando por allá afuera, mire que aquí ha habido un error.
Y va mezclándose la ira, las ganas de echarle la culpa de todo a otros, buscar un desquite que nunca se lleva a cabo porque enseguida me satura la culpa, el deseo de desaparecer, de no tener que afrontar las consecuencias, tristeza sin autocompasión, búsqueda de luces. Se ha apagado el faro cuando estaba parpadeando y nadie avisó.
La sacudida golpea de repente con un cansancio acumulado. Bueno, hora de buscar soluciones y a otra cosa mariposa, de qué me preocupo tanto, aceptación de qué? Para que armo tanto lío si al final esto no me está pasando, a mi no, debe ser la otra. Tranquila, es una ilusión óptica, vamos mejor a escribir un post acerca del post que escribí en la confitería.

martes, septiembre 09, 2008
Yo no soy de esas
¿Vieron que hay personas que ni bien se sube un 'viejo/mujer-embarazada/persona con niño de hasta 5 años en brazos' al colectivo, se levanta enseguida para ceder el puesto?
Bueno, yo no soy de esos. Me fastidia tener que ceder el asiento, siempre trato de sentarme lo más atrás que puedo para no estar en las bancas destinadas para personas con discapacidad. Y me jode que encima me lo pidan.
* El titulo y la forma ha sido copiada de un blog que sigo desde hace mucho tiempo aunque solo de leida y sin casi comentar.
Bueno, yo no soy de esos. Me fastidia tener que ceder el asiento, siempre trato de sentarme lo más atrás que puedo para no estar en las bancas destinadas para personas con discapacidad. Y me jode que encima me lo pidan.
* El titulo y la forma ha sido copiada de un blog que sigo desde hace mucho tiempo aunque solo de leida y sin casi comentar.
lunes, agosto 04, 2008
Lunfardo
Fuera de cualquier apreciación asociada a una falta de identidad cultural y antes de inventar una excusa que se refiera a mi permeabilidad, lo cierto es que si bien no se me ha pegado el acento argentino, si les he copiado un par de frases estilo muletilla que utilizan para hablar. Nada tan exagerado y falso como el "che!" sino otras palabras usuales en su jerga, no hay que abusar ni ponerle entonación porque no hay nada peor que un extranjero queriendo simular el cantadito propio del porteño.
Empezando por lo obvio, ya no ocupo la palabra coger, a menos que me refiera expresamente al acto sexual. Acá se agarra: agarrar el bus, agarrar clases, agarrar el tino, o tomar el subte y parecidos.
Me parece genial que la gente no se trata de usted para nada, ni con viejos ni desconocidos, el voceo es general y te da confianza de putear dado el caso, al de la tienda (llámese kiosco) al del bus (llámese colectivo o Bondi), el de la peluquería (kill'em all), el policía, el guardia de la biblioteca, todos a trato generalizado de vos.
El boludo es una muletilla que en lo personal no ocupo porque me suena bastante fea, pero acá es tan normal como para mi decir "huevón". Vamos boludo, para allá, boludo, caminá boludo, que nos esperan boludo, pará boludo, que vas muy rápido boludo… en cada frase la dicen al menos saltando una palabra.
En lo personal ocupo el "está bueno", y me encanta el "es lo que hay" que es como una frase de conformidad cínica, no es algo morelio sino mas bien valeverguista.
Ah! Y el gran "qué se yo" nótese que el yo se pronuncia "sho" es la unica frase en la que me permito el remedo intencional. Pero la que se lleva el premio por ser mi expresión favorita es el "ya fue", la primera vez que me lo dijeron hasta me causó un poco de enojo, porque suena despreocupado pero despectivo "ya fue, hacé lo que querás", pero con el uso cotidiano uno se da cuenta de que puede ganar mucho tiempo con el ya fue, no insistes en las cosas que no salen bien, ya fue, no te mueres de iras cuando dejaste algo olvidado en casa, ya fue, no te estresa cargarte una materia, ya fue.
Por último, estoy agregando poco a poco a mi vocabulario el "coso". El cosismo viene a ser una herramienta sumamanete útil, coso significa toda aquella palabra importante que no te acuerdas, puede recaer sobre cualquier sujeto y evita la fatiga de pensar bien antes de hablar. Me voy a poner coso, luego de estoy voy a hacer coso, traeme el coso que te preste, la mejor escena de la película fue la que coso mató al otro, le voy a tomar una foto a coso.
En fin, me parece divertido apropiarme de algunas frases típicas de acá, mientras no tenga ínfulas de regresar algún día a Quito y hacerme la que hablo con las tildes mal puestas, el che en la punta de la lengua y simular que no entiendo que significa "achachay".
Empezando por lo obvio, ya no ocupo la palabra coger, a menos que me refiera expresamente al acto sexual. Acá se agarra: agarrar el bus, agarrar clases, agarrar el tino, o tomar el subte y parecidos.
Me parece genial que la gente no se trata de usted para nada, ni con viejos ni desconocidos, el voceo es general y te da confianza de putear dado el caso, al de la tienda (llámese kiosco) al del bus (llámese colectivo o Bondi), el de la peluquería (kill'em all), el policía, el guardia de la biblioteca, todos a trato generalizado de vos.
El boludo es una muletilla que en lo personal no ocupo porque me suena bastante fea, pero acá es tan normal como para mi decir "huevón". Vamos boludo, para allá, boludo, caminá boludo, que nos esperan boludo, pará boludo, que vas muy rápido boludo… en cada frase la dicen al menos saltando una palabra.
En lo personal ocupo el "está bueno", y me encanta el "es lo que hay" que es como una frase de conformidad cínica, no es algo morelio sino mas bien valeverguista.
Ah! Y el gran "qué se yo" nótese que el yo se pronuncia "sho" es la unica frase en la que me permito el remedo intencional. Pero la que se lleva el premio por ser mi expresión favorita es el "ya fue", la primera vez que me lo dijeron hasta me causó un poco de enojo, porque suena despreocupado pero despectivo "ya fue, hacé lo que querás", pero con el uso cotidiano uno se da cuenta de que puede ganar mucho tiempo con el ya fue, no insistes en las cosas que no salen bien, ya fue, no te mueres de iras cuando dejaste algo olvidado en casa, ya fue, no te estresa cargarte una materia, ya fue.
Por último, estoy agregando poco a poco a mi vocabulario el "coso". El cosismo viene a ser una herramienta sumamanete útil, coso significa toda aquella palabra importante que no te acuerdas, puede recaer sobre cualquier sujeto y evita la fatiga de pensar bien antes de hablar. Me voy a poner coso, luego de estoy voy a hacer coso, traeme el coso que te preste, la mejor escena de la película fue la que coso mató al otro, le voy a tomar una foto a coso.
En fin, me parece divertido apropiarme de algunas frases típicas de acá, mientras no tenga ínfulas de regresar algún día a Quito y hacerme la que hablo con las tildes mal puestas, el che en la punta de la lengua y simular que no entiendo que significa "achachay".
miércoles, julio 30, 2008
wake up
Supongo que a todos nos pasa, y si no, por lo menos a un grupo mayoritario, eso de sentirnos especiales, diferentes. Creer que Dios creó al resto y por separado a mí, con alguna predilección especial, aunque sea mínima pero importante.
Pensar que existe un factor x que nos separa de la gente común. No necesariamente una inteligencia superior, (aunque voluntariamente o no, este sentimiento con el tiempo se va tornando arrogancia también) sino la capacidad de razonar con una lógica distinta, como si todo fuera mas claro desde esta óptica, cual si una fuerza interior permitiese tener una objetividad extra-ordinaria.
Que todas aquellas estadísticas psicológicas, sociológicas, marketeras, entre otras, simplemente no se aplican, porque no estamos en la misma horma.
Un in-genio especial que hace que las ideas caigan, como monedita, de una manera fantástica en nuestra mente, tener la asombrosa habilidad de captar algunas cosas al instante y sin embargo no poder comunicarlo porque el resto, tan mundanos, no lo podrían entender.
Cuantas veces me convencí de tener alguna especie de madurez innata e incomprensible, que formaba una barrera intelectual entre los demás y Yo. Que mis reacciones no podían ser adivinadas ni siquiera por el mejor de los expertos, que mi desnudez no implicaría vulnerabilidad, que si lloro con una comedia romántica, seguramente es por algún motivo mucho más profundo que el resto de mujeres que salen con los ojos enrojecidos de la sala del cine.
Y de repente llega otra realidad a abofetearme, a decirme que al final no soy tan especial ni escribo tan bonito, que mis obsesiones son cualquiera, que soy parte del montón que asegura no ser parte del montón. Me veo a mi misma frágil, avergonzada con trivialidades, tratando de crear conexiones emocionales, buscando identificación con mis pares y sin encajar nunca. Fingiendo frente al mundo que uno puede ser parte cuando de antemano se sabe que es inútil. La pirámide de Maslow funcionando como una cascada de motivaciones, supliendo una a una las necesidades sin saltar escalones siquiera, todas en correcto orden, concordancia y similitud, tal como tiene que ser, como no quise que fuera, pero no hay reconocimiento, ni racionalización que separe las causas de su efecto. Es lo que hay.
Pensar que existe un factor x que nos separa de la gente común. No necesariamente una inteligencia superior, (aunque voluntariamente o no, este sentimiento con el tiempo se va tornando arrogancia también) sino la capacidad de razonar con una lógica distinta, como si todo fuera mas claro desde esta óptica, cual si una fuerza interior permitiese tener una objetividad extra-ordinaria.
Que todas aquellas estadísticas psicológicas, sociológicas, marketeras, entre otras, simplemente no se aplican, porque no estamos en la misma horma.
Un in-genio especial que hace que las ideas caigan, como monedita, de una manera fantástica en nuestra mente, tener la asombrosa habilidad de captar algunas cosas al instante y sin embargo no poder comunicarlo porque el resto, tan mundanos, no lo podrían entender.
Cuantas veces me convencí de tener alguna especie de madurez innata e incomprensible, que formaba una barrera intelectual entre los demás y Yo. Que mis reacciones no podían ser adivinadas ni siquiera por el mejor de los expertos, que mi desnudez no implicaría vulnerabilidad, que si lloro con una comedia romántica, seguramente es por algún motivo mucho más profundo que el resto de mujeres que salen con los ojos enrojecidos de la sala del cine.
Y de repente llega otra realidad a abofetearme, a decirme que al final no soy tan especial ni escribo tan bonito, que mis obsesiones son cualquiera, que soy parte del montón que asegura no ser parte del montón. Me veo a mi misma frágil, avergonzada con trivialidades, tratando de crear conexiones emocionales, buscando identificación con mis pares y sin encajar nunca. Fingiendo frente al mundo que uno puede ser parte cuando de antemano se sabe que es inútil. La pirámide de Maslow funcionando como una cascada de motivaciones, supliendo una a una las necesidades sin saltar escalones siquiera, todas en correcto orden, concordancia y similitud, tal como tiene que ser, como no quise que fuera, pero no hay reconocimiento, ni racionalización que separe las causas de su efecto. Es lo que hay.
viernes, julio 25, 2008
De colectivos II
Cuando recién llegue a Buenos Aires una de las cosas que más me impresionaba eran los buses, ahora estoy acostumbrada al punto de que he dejado de pensar en esas pequeñas grandes diferencias que hay. Pero lo cierto es que cada vez que me faltan monedas reniego de cómo puede ser tan evidente y tan difícil de solucionar al mismo tiempo.
Y bueno, acá a los colectivos se los conoce por el número, según mi guía hay como 300 líneas, pero yo creo que en capital federal deben haber unas 150 máximo. Igual son muchas, y los recorridos son larguísimos, y no necesariamente van por las calles principales sino que culebrean por las calles mas angostas haciendo recorridos entreverados pero agradables para conocer la ciudad. Al cabo de un tiempo necesariamente uno empieza a encontrar sus preferidos, yo tomo el 60 y el 29 para todo lado.
Solo se puede pagar con monedas, a eso súmenle que hay una escasez de las mismas increíble, son el tesoro mas preciado de los peatones, y en las tiendas es muy probable que te nieguen la venta, solo para no perder el poco de cambio que tienen. No hay billetes de un peso, y abundan los de dos, eso complica un poco mas hacerse de unas pocas. Y pensar que todas están paseándose de un lado a otro de la ciudad durante el día. Pero bueno, volviendo al tema de los buses, el usuario se sube y le tiene que decir al chofer su destino o cuanto cobrarle entre 90 centavos y un peso, de acuerdo a la distancia que se va a recorrer. Luego de decidir la tarifa, se insertan las moneditas en una maquina, la misma que luego expide automaticamente el boleto, que hay que guardar, por si acaso haya revisión.
Es así que no hay cobrador colgado de la puerta que te va cantando las paradas, ni que diga inútilmente "siga, siga que atrás hay puesto".
En lo personal evito sentarme adelante, solo por el desgano que me produce tener que ceder el puesto a los pocos minutos. Ah! falta mencionar que los desgraciados solo paran en sitios determinados, puedes estar literalmente a 5 metros de la parada y pedirle que pare, que el chofer acelera a fondo y no se detiene. 3 metros, inclusive! Para mi que los migrantes encuentran su medio de venganza del argentino promedio siendo chofer de colectivo, se sienten poderosos, tratan a la maldita sea a la gente, si no les da la gana no abren la puerta de atrás para que los pasajeros desciendan y luego paran 8 cuadras mas allá obligando a la gente a caminar, se ríen para sus adentros cada vez que un incauto no ha logrado subirse y golpea con la mano la puerta de vidrio.
Pero lo mejor es que funcionan 24 horas, uno puede salir de farrear (o de hacer deberes) a las 4.30 de la mañana que siempre encontrará "el bondi" que lo lleve a casa.
Y bueno, acá a los colectivos se los conoce por el número, según mi guía hay como 300 líneas, pero yo creo que en capital federal deben haber unas 150 máximo. Igual son muchas, y los recorridos son larguísimos, y no necesariamente van por las calles principales sino que culebrean por las calles mas angostas haciendo recorridos entreverados pero agradables para conocer la ciudad. Al cabo de un tiempo necesariamente uno empieza a encontrar sus preferidos, yo tomo el 60 y el 29 para todo lado.
Solo se puede pagar con monedas, a eso súmenle que hay una escasez de las mismas increíble, son el tesoro mas preciado de los peatones, y en las tiendas es muy probable que te nieguen la venta, solo para no perder el poco de cambio que tienen. No hay billetes de un peso, y abundan los de dos, eso complica un poco mas hacerse de unas pocas. Y pensar que todas están paseándose de un lado a otro de la ciudad durante el día. Pero bueno, volviendo al tema de los buses, el usuario se sube y le tiene que decir al chofer su destino o cuanto cobrarle entre 90 centavos y un peso, de acuerdo a la distancia que se va a recorrer. Luego de decidir la tarifa, se insertan las moneditas en una maquina, la misma que luego expide automaticamente el boleto, que hay que guardar, por si acaso haya revisión.
Es así que no hay cobrador colgado de la puerta que te va cantando las paradas, ni que diga inútilmente "siga, siga que atrás hay puesto".
En lo personal evito sentarme adelante, solo por el desgano que me produce tener que ceder el puesto a los pocos minutos. Ah! falta mencionar que los desgraciados solo paran en sitios determinados, puedes estar literalmente a 5 metros de la parada y pedirle que pare, que el chofer acelera a fondo y no se detiene. 3 metros, inclusive! Para mi que los migrantes encuentran su medio de venganza del argentino promedio siendo chofer de colectivo, se sienten poderosos, tratan a la maldita sea a la gente, si no les da la gana no abren la puerta de atrás para que los pasajeros desciendan y luego paran 8 cuadras mas allá obligando a la gente a caminar, se ríen para sus adentros cada vez que un incauto no ha logrado subirse y golpea con la mano la puerta de vidrio.
Pero lo mejor es que funcionan 24 horas, uno puede salir de farrear (o de hacer deberes) a las 4.30 de la mañana que siempre encontrará "el bondi" que lo lleve a casa.
miércoles, julio 16, 2008
Comparación
Siempre me ha parecido absurdo cuando los padres insisten en que sus hijos coman todo bajo el argumento de que "hay tantos niños que se mueren de hambre en el mundo", o cuando a un chico no le gusta tal o cual prenda responden "tu siquiera tienes algo que ponerte, cuanta gente no tiene absolutamente nada".
Me parece incluso molesto, tener que compararse con los más pobres para sentirse orgulloso de lo propio. Si uno no tiene ganas o motivos para sentirse contento con su trabajo, ropa, comida, status, no debería sentirse mejor solo porque hay otros que no alcanzan a lo citado.
Sentirse bien unicamente por ser mejor que otros es igual a mirar a los que tienen más y sentirse miserable.
Me parece incluso molesto, tener que compararse con los más pobres para sentirse orgulloso de lo propio. Si uno no tiene ganas o motivos para sentirse contento con su trabajo, ropa, comida, status, no debería sentirse mejor solo porque hay otros que no alcanzan a lo citado.
Sentirse bien unicamente por ser mejor que otros es igual a mirar a los que tienen más y sentirse miserable.
domingo, julio 06, 2008
Vacíos
(The winner, the loser and the poser - Parte final)
Hubiésemos podido terminar en una tarde lluviosa, y es probable que entonces todo tuviera un poco más de sentido. Quizá yo podría reflejar lo que siento en la imagen de un cielo nublado, oscuro, frío, tempestuoso. En cambio, aquel martes fue insoportablemente caluroso. Nada es como poéticamente quisiéramos que fuera.
Una mañana como otra, con el sol iluminando en lo alto, sin que asomara una sola nube en las alturas. Un martes pintoresco y perfecto. Para hacerlo corto y en resumen: no lo vi venir. Uno no se levanta en la mañana de un día cualquiera pensando que de manera abrupta todo va a cambiar, que otro ha ganado una batalla nunca declarada, y que tú, mi Isabel, no ibas a ser más parte de mi vida, aún habiendo despertado a mi lado, contemplándome profundamente, de la manera que solo tú sabes, diciéndome sin palabras, las cosas que sólo yo, que te conozco tanto, puedo leer en esos ojos azules cuando se pierden en mi mirada; diciéndome que eras feliz, y que eras mía, y yo sin poder contestar a tu cariño. Viéndote también, pero sin alcanzar a transmitirte nada más que mi angustia, una presión en el pecho ahogándome, la imposibilidad de pedirte que te quedes por siempre a mi lado, mis silencios obligados, mi miedo a perderte. Pero perderte cualquier otro día y no necesariamente ese, no un martes soleado, sino tal vez una tarde donde el ruido de una enorme tormenta opacara el eco de mis gritos ante el vacío que dejaste.
Hubiésemos podido terminar en una tarde lluviosa, y es probable que entonces todo tuviera un poco más de sentido. Quizá yo podría reflejar lo que siento en la imagen de un cielo nublado, oscuro, frío, tempestuoso. En cambio, aquel martes fue insoportablemente caluroso. Nada es como poéticamente quisiéramos que fuera.
Una mañana como otra, con el sol iluminando en lo alto, sin que asomara una sola nube en las alturas. Un martes pintoresco y perfecto. Para hacerlo corto y en resumen: no lo vi venir. Uno no se levanta en la mañana de un día cualquiera pensando que de manera abrupta todo va a cambiar, que otro ha ganado una batalla nunca declarada, y que tú, mi Isabel, no ibas a ser más parte de mi vida, aún habiendo despertado a mi lado, contemplándome profundamente, de la manera que solo tú sabes, diciéndome sin palabras, las cosas que sólo yo, que te conozco tanto, puedo leer en esos ojos azules cuando se pierden en mi mirada; diciéndome que eras feliz, y que eras mía, y yo sin poder contestar a tu cariño. Viéndote también, pero sin alcanzar a transmitirte nada más que mi angustia, una presión en el pecho ahogándome, la imposibilidad de pedirte que te quedes por siempre a mi lado, mis silencios obligados, mi miedo a perderte. Pero perderte cualquier otro día y no necesariamente ese, no un martes soleado, sino tal vez una tarde donde el ruido de una enorme tormenta opacara el eco de mis gritos ante el vacío que dejaste.
martes, junio 24, 2008
Batallas
The winner, the loser and the poser - Parte V
Quizá el problema fuera que ninguno de ellos tuvo antes una relación semejante, en la que ambos declararan abiertamente su enfermedad. Mostrar sin disfraces sus obsesiones, culpas, carencias, y reprimidos impulsos de auto sabotaje.
Esas cosas que por lo regular se ocultan ante el temor de que el otro se asuste, se aleje, se pierda.
Pero acaso no se trata únicamente de descargas de brutal sinceridad, implica además ser vulnerable ante lo más querido, y arriesgarse voluntariamente a salir lastimado o, en el peor de los casos, herir al otro.
Insistir una y otra vez en fallidos intentos de negociar sin respuestas. Enseñar facetas inverosímiles, saber exactamente cuál es el comentario que golpeará más fuerte, buscar concientemente decepcionarlo. Y ya ni siquiera sorprenderse con una reacción masoquista de su parte; sin confundir, nada tiene que ver con sumisión, sino con aceptar el grito, la reacción violenta, la sal sobre la herida, por un impulso enfermo de permanecer, la necesidad de quedarse y seguir creyendo, en nombre del amor, de la felicidad, la ilusión hasta cuando todo este perdido.
Y es precisamente cuando el daño es demasiado, cuando se cree que no resta mucho tiempo y las esperanzas se han apagado, cuando se ha exprimido hasta la última gota de paciencia, tras cada portazo y cada grito, son aquellas despedidas sin emoción, donde se notan vestigios de verdadera pasión. Son esos besos los más honestos, por los que vale la pena volver a la carga una y otra vez y salvar batallas, aún sabiendo que la guerra se ha acabado.
Quizá el problema fuera que ninguno de ellos tuvo antes una relación semejante, en la que ambos declararan abiertamente su enfermedad. Mostrar sin disfraces sus obsesiones, culpas, carencias, y reprimidos impulsos de auto sabotaje.
Esas cosas que por lo regular se ocultan ante el temor de que el otro se asuste, se aleje, se pierda.
Pero acaso no se trata únicamente de descargas de brutal sinceridad, implica además ser vulnerable ante lo más querido, y arriesgarse voluntariamente a salir lastimado o, en el peor de los casos, herir al otro.
Insistir una y otra vez en fallidos intentos de negociar sin respuestas. Enseñar facetas inverosímiles, saber exactamente cuál es el comentario que golpeará más fuerte, buscar concientemente decepcionarlo. Y ya ni siquiera sorprenderse con una reacción masoquista de su parte; sin confundir, nada tiene que ver con sumisión, sino con aceptar el grito, la reacción violenta, la sal sobre la herida, por un impulso enfermo de permanecer, la necesidad de quedarse y seguir creyendo, en nombre del amor, de la felicidad, la ilusión hasta cuando todo este perdido.
Y es precisamente cuando el daño es demasiado, cuando se cree que no resta mucho tiempo y las esperanzas se han apagado, cuando se ha exprimido hasta la última gota de paciencia, tras cada portazo y cada grito, son aquellas despedidas sin emoción, donde se notan vestigios de verdadera pasión. Son esos besos los más honestos, por los que vale la pena volver a la carga una y otra vez y salvar batallas, aún sabiendo que la guerra se ha acabado.
lunes, junio 16, 2008
Celos
(The winner, the loser and the poser - Parte IV)
Me dices, algo irritado, que temes que otro hombre pudiera llamar mi atención, conseguir mi cariño y alejarme de tu vida. Mientes.
Las astucias de la seducción tienen preliminares más complicados que un simple acercamiento de un posible extraño, una tarde cualquiera, en un sitio repleto de gente. La misma gente que casi siempre aborrece estar aislada, por eso resalta tanto mi presencia, solitaria entre la multitud.
Sin embargo, eso no justifica tus palabras. Sabes bien que tú no te acercarías a mí, si acaso te conviertes por un segundo en el extraño. Ese es el verdadero miedo.
Cuantas veces has podido mirar con desdén el interior de una cafetería, sin saber que adentro podría estar, sola también, esperando, la mujer que pudo hacerte feliz. Cuántas veces pudiste cruzar la mirada con aquella que siempre buscaste, sin atreverte a hablar por temor a equivocarte, y seguiste de largo tratando inútilmente de olvidar su rostro para siempre. Cuantas veces.
Me dices, algo irritado, que temes que otro hombre pudiera llamar mi atención, conseguir mi cariño y alejarme de tu vida. Mientes.
Las astucias de la seducción tienen preliminares más complicados que un simple acercamiento de un posible extraño, una tarde cualquiera, en un sitio repleto de gente. La misma gente que casi siempre aborrece estar aislada, por eso resalta tanto mi presencia, solitaria entre la multitud.
Sin embargo, eso no justifica tus palabras. Sabes bien que tú no te acercarías a mí, si acaso te conviertes por un segundo en el extraño. Ese es el verdadero miedo.
Cuantas veces has podido mirar con desdén el interior de una cafetería, sin saber que adentro podría estar, sola también, esperando, la mujer que pudo hacerte feliz. Cuántas veces pudiste cruzar la mirada con aquella que siempre buscaste, sin atreverte a hablar por temor a equivocarte, y seguiste de largo tratando inútilmente de olvidar su rostro para siempre. Cuantas veces.
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