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miércoles, abril 11, 2012

Parte 9 - E

Nunca he sido un tipo particularmente feliz. Me gustaría aclararlo de entrada. No se confundan, no voy llorando por las calles ni entristeciendo rincones; tampoco me atrevo a hablar de la felicidad como una experiencia pasada o lejana. Soy un buen hombre, no sé qué fundamentos podrían avalarme en tal afirmación, sencillamente me reconozco como una buena persona en parámetros normales, de vez en cuando un cretino, al igual que todos. 
Soy bueno en los detalles importantes, soy un buen ex por ejemplo. Creo en la importancia de ser una buena pareja, y en lo que se pueda, siendo ex. 
Natalia, por ejemplo, como novia estuvo bien, pero como ex novia resulto un desastre. Parte de ser un buen ex es, por citar algo, evitar contar tus nuevas experiencias amorosas a quien fue tu pareja. 

Me la encuentro en la calle, en ocasiones, frecuentamos los mismos barrios, en una esperanzada costumbre de hallar algún bar donde te permitan fumar tranquilo, Natalia saluda siempre con una sonrisa, como si se alegrara de verme, como si se conmoviera de saber que he sobrevivido un día mas, aun sin ella. 

Deberíamos hablar del frío, del tráfico, del nuevo libro de algún contemporáneo, pero no, de alguna manera que aun no descifro, ella logra convertir la conversación en un confesionario, y cuenta con los ojos iluminados lo feliz que es con su nuevo novio, los planes que construyen, los viajes que realizarán. Te explico, cariño, los ex no son amigos que subimos de categoría a novios y al cortar, bajamos a la grada de amigos nuevamente. ¿De donde sacan las mujeres esa visión escalafonica de las relaciones?, hazme el favor. 

Creo que en el fondo, puede ser que yo manejo excelentes modales emocionales. Para ser preciso, jamás he expuesto las identidades de mis aventuras, en una ciudad tan pequeña, eso es algo que uno aprende a valorar. 

La pose de solitario, me la he forjado yo, la de conquistador, esa solo la saben una vez que abandonan mi cama, con una promesa tácita de discreción. En caso de crisis, negar o mentir. Por supuesto, estoy convencido de que no se trata de modales, los demás no han dado pruebas de tener iguales estándares que los míos, y sin embargo, así nos va.

jueves, abril 05, 2012

Parte 8 - Penumbra

Tengo miedo de levantarme y descubrir que aún existe un mundo allá afuera. Estoy tratando de sobrevivir a mis recuerdos. Mi habitación, mi mundo, tres puertas cerradas, sin luces. ¿Hasta cuándo podría estar así? La imposibilidad empieza a superarme, tarde o temprano cederé, seré ese que renuncia a su máquina de escribir para desposar una calculadora, serle fiel al salario que me permita dejar un apartamento de dos por dos y ser un hombre que se preocupa por dar a su madre los nietos que hace años viene pidiendo. Tarde o temprano abriré la puerta de la habitación y a través de la luz la realidad me golpeará, la puerta da a un pasillo, el pasillo sostiene un ventanal detrás del que está la calle con toda su gente, todos los movimientos, todo el sol, el color, nada se ha detenido mientras yo estuve encerrado en mi oscuridad y silencio, no importa cuánto lo haya deseado, esa luz me revela que el mundo sigue girando mucho más atrás del ventanal; y que tu no existes, no me sucediste jamás.

miércoles, febrero 15, 2012

Ladrón (re editado)

Fíjese usted, yo siempre había querido escribir una carta a quien fuera víctima de un robo, en un intento hacer las cosas iguales; es que si se da cuenta hay muchas personas que escriben misivas a ladrones, salen en los editoriales, en internet y hasta la cantante colombiana escribió aquella canción en búsqueda de los ladrones que se llevaron las letras que tenía listas para el tercer disco, o eso dicen. 

Entonces, convengamos que todo aquel que ha sido asaltado siente lo mismo: ira, impotencia, malestar y hasta deseos de matar. Sí, yo mismo he escuchado a muchos eso de querer salir a la calle con una 38 y matar a cuanto ladrón se cruce en su camino. Es ahí cuando yo miro hacia un lado, sonrío y me tranquilizo, porque al final son pocos los que conocen mi oficio. 
Lo llamo oficio, tampoco vamos a ser tan insolentes de llamarle vocación como algún trovador de baja pretendió categorizarnos. 

Yo puedo entender que a usted le importe poco lo que sentimos nosotros, los que arrebatamos a la gente sus pertenencias; yo sé que a usted lo que le interesa es conocer el paradero de sus documentos. ¡Todos se inquietan por los documentos! Ustedes, cuántas veces he visto rostros desesperados, rogándome porque me lleve la plata y no los benditos documentos. 
Y a mí ¿qué me importan sus papeles amontonados en la billetera? No me importan ni me sirven, pero ver la angustia en sus ojos, suplicando por hojas y tarjetas en lugar de implorar porque no les estampe los restos contra una pared en un callejón abandonado, da mucha risa, perdóneme que se lo diga así, pero es en realidad hasta gracioso. Piénselo un poquito antes de insultarme con insolencia, de todas formas, para satisfacer su curiosidad, su morbo y por sus hermosos ojos verdes le voy a contar que los suyos están en algún basurero dos o tres cuadras hacia el sur de donde usted perdió la soberanía de sus bienes. 

Es posible que usted se pregunte una y otra vez, por qué a mí, por qué yo, por qué ese día, por qué mis cosas. La verdad es que yo no estoy aquí para consolarla ni darle mayor explicación, pero si le sirve de algo, para sentirse especial, le diré que lo suyo no fue un evento que dictara el azar. 
Yo la vi desde que usted estacionó su automóvil en la puerta de entrada del restaurante, la vi arreglarse en el espejo retrovisor, ponerse labial, repasar sus labios uno sobre otro esparciendo el color. También observé cuando hablaba por teléfono con movimientos bruscos como si estuviera molesta, sin embargo eso no le restó belleza, al contrario su ceño fruncido y el breve puchero que se permitió hacer y que yo desde la acera del frente, en mi banca, con mis lentes, divisé perfectamente, la hicieron lucir aún más hermosa. 

Cerró el teléfono y se lo guardó en el bolsillo, muy bien pensado porque caso contrario también me lo hubiera llevado y ahora formaría parte de una colección inútil de celulares que tengo en un cajón, y es que toca guardarlos ahí hasta poder venderlos en la frontera. 

Luego usted se bajó del auto, y me preocupó que no le pusiera alarma, 'debe ser de esos automáticos' pensé, pero al parecer su falta de memoria fue el instrumento para que yo me gane el pan del día, bueno, acepto que gané algo más que un pan. 

Ahora que lo pienso pudo ser el destino, el azar nos ha hecho encontrarnos de esta manera, usted no lo sabe pero olvidó poner la alarma a propósito para que yo pueda subirme en su carro, arrancar el radio, llevarme unos discos, que por cierto aunque usted no me pregunte le diré que James Blunt es el único que me ha gustado, los otros son de bastante mal gusto; así yo pude tomar también su cartera con la billetera dentro, y hurgar entre sus cosas para ver si encontraba algo más que me pudiera servir, porque uno aprende a ser muy selectivo en este oficio, no es cuestión de agarrar a tontas y locas, uno tiene que darse el tiempo para analizar, por ejemplo: si me llevo el radio, quiero también los discos, si me llevo la cartera y sus cosas, quiero también sus guantes aunque esto sea sólo para poder tener más cerca su aroma tan dulce. 

Y le confesaré que estando en su auto, me quede un momento quieto, retando al destino, a su mala suerte que aquel guardia del estacionamiento bien pudo convertir en buena, me quedé ahí contemplando sus blancos dientes mostrarse tras una sonrisa dos mesas a la derecha de la puerta principal, sus cabellos rubios exactamente iguales a esos que posaban sobre el espaldar del asiento. Bella, inocente, desconocedora de todo lo demás.

Así que di una última ojeada, confirmé que nada más de lo que ahí estaba podría servirme sea para uso personal o para su venta, y bajé disimuladamente. 

Crucé la vereda, aunque un intenso deseo me impulsaba a entrar al restaurante para poder verla más de cerca, sin embargo son estos momentos cuando a uno le sube la adrenalina y cualquier error puede terminar en una cita con la policía, y todos sabemos que a esos jueputas les encanta colgarnos de los pulgares, uno aprende a valorar el riesgo, crucé la calle. 

Hasta pena me dio cuando usted tan ingenua llamó a los policías y estos sinvergüenzas llegaron 40 minutos más tarde y encima le pidieron plata, pero ¿con qué plata iba a pagar si yo tengo sus 36 dólares y 70 centavos en mis bolsillos? 

La pude ver desde la esquina, ya para ese momento sus papeles, y otras chucherías estaban en los basureros cercanos, bien repartidos eso si, como para que sean varios los afortunados que los encuentren. Y es que sepa usted que a mí me gusta compartir y regalar lo que me sobra; siempre y cuando este en buen estado. 

Me fui poco después de fijarme que habían lágrimas resbalando por sus mejillas. No me gusta verla llorar. Debió ser la impotencia, la rabia o alguna broma de mal gusto de ese mequetrefe que la acompañó afuera del auto mientras llegaban los pacos. 

O pudo ser quizá por esta medallita que me vino de regalo junto con su cartera, la hice valorar en la joyería de don Patricio y me dicen que no vale más de 30 dólares, supongo que usted en su fineza no lloraría por 30 míseros dólares, quizá lo que le interesa es la inscripción que está detrás, con lo que deduzco que es un regalo de su padre. Pero no llore por eso, mire que al final de esta carta le voy a transcribir exactamente lo que dice, así usted tendrá de nuevo el recuerdo. 

Eso es todo mi hermosa Dulcinea, yo sé muy bien que ese no es su nombre, lo vi cuando me fijé en los documentos, pero es que María Gabriela se me hace demasiado común para una chica de su belleza, y para decirle la verdad, desde hace un par de meses que la he estado siguiendo, y siempre la imaginé como la doncella que es. Quién diría que justamente hoy, el azar uniría así nuestros destinos, y por fin podría percibir su aroma tan cerca, y saber sus sosas tan mías.

martes, enero 03, 2012

Parte 8 - Incompleto.

Intento leer un poco, pero me quedo dormido. Al rato me despierto con un estornudo, porque siempre hay que despertarse con algo, con estornudo, con frío, con un beso, con el ruido del vecino, contigo-a-mi-lado. Me despierto incómodo y me despierto del todo. De ti, no sé nada hace semanas, tu olor se esfumó en mi almohada desde el primer día; además, luego tuve la estúpida idea de cambiar las sábanas, por si decidías volver, encontraras todo limpio y cómodo para tu descanso, pero no volviste y tu aroma se perdió con el detergente aquella misma tarde. Hace tantas historias que no te relato, empiezo a sentirme un cazador de fantasmas, coleccionista de recuerdos, y amores olvidados.

viernes, diciembre 09, 2011

"Tristeza en los huesos"

Mataron con un botellazo en el cráneo a un compañero. El asesino y su ex novia, llamaron a sus respectivos padres quienes desde ese momento empezaron a trabajar para poner los puntos, las comas y las tildes en su sitio. Mientras, el cadáver soportaba el frío de la noche en el cajón de una camioneta resguardada por escoltas. Entretanto, los asesinos y sus familiares estudiaban lo pertinente a la historia que debía rodear la aparición del cuerpo en sociedad. Pasaron las horas y llamadas telefónicas iban y venían: la abogada, amigos en la fiscalía, amenazas a testigos presenciales. La novela no podía tener un solo error, suicidio y no crimen era el título, para ello eran estudiantes y lo más selecto de la sociedad y del gobierno. Finalmente la víctima apareció y la necropsia menciona que en la médula de los huesos se encontró vestigios de tristeza, por esa razón fue enterrado como suicida.
via

viernes, diciembre 02, 2011

Rutas

La rutina se conecta al camino. Acciones cotidianas que se realizan diariamente de la misma manera. Empieza con el celular en la mano todo el tiempo porque está convencida que la era de los cyborgs empieza con los smartphones y nuestra dependencia. Siempre hasta la puerta, en donde lo guarda, aprieta el bolso y empieza a caminar las 8 cuadras que la separan de su destino. El paso acelerado

Las mujeres suelen hacer diálogos imaginarios, no es novedad, historias que se desarrollan en 800 metros de caminata, hasta que se pincha la burbuja de imágenes y frases que se ha creado por encima de su cabeza como una caricatura; y la vida continúa con total normalidad.

Camina, piensa, susurra, camina, atenta a la gente, a los pasos y las sombras. De repente una voz la trae de regreso: "hola, cómo vamos, ¿bien?". Ignora la voz, sonríe pero la ignora, camina y la voz avanza aún en su espalda "¿Cómo te llamas?" Sigue ignorando, el primer semáforo los detiene en una misma esquina y al lado de este hombre que no deja de mirarla y sonreír descansa un perro sentado esperando mandato.

Pausa, respira, el perro, calla, decide, habla: "Me llamo Elisa". Decide, piensa que un tipo que saca a pasear a su perro, no puede ser del todo malo, y que esta se podría convertir en una de las historias en su mente que empiezan de diálogos improvisados. "Hola, soy Antonio, hasta dónde vas?".

Elisa se deja acompañar, disminuye la velocidad para ir a la par del perro, responde las preguntas sin desconfianza. Cien metros mas adelante Antonio pregunta su número de teléfono; silencio, semáforo, pausa, en la burbuja la imagen de que quizá sea buena idea salir con gente nueva, que ya es hora, decide, lo mira, y se da cuenta que las historias de su cabeza no van así, y es mejor no tratar de vivirlas. Elisa estira la mano, se sube al primer colectivo que encuentra en la calle, con la otra se despide y murmura un adiós mientras sonríe y Antonio va desapareciendo de su vista.

viernes, noviembre 18, 2011

Le Petit Prince - Cap 21- par Antoine de Saint-Exupéry


Fue entonces que apareció el zorro:
- Buen día - dijo el zorro.
- Buen día – respondió cortésmente el principito, que se dio vuelta pero no vio a nadie.
- Estoy aquí – dijo la voz –, bajo el manzano...
- Quién eres ? – dijo el principito. – Eres muy bonito...
- Ven a jugar conmigo – le propuso el principito. – Estoy tan triste...
- No puedo jugar contigo – dijo el zorro. – No estoy domesticado.
- Ah! perdón – dijo el principito.
Pero, después de reflexionar, agregó:
- Qué significa "domesticar" ?
- No eres de aquí – dijo el zorro –, qué buscas ?
- Busco a los hombres – dijo el principito. – Qué significa "domesticar" ?
- Los hombres – dijo el zorro – tienen fusiles y cazan. Es bien molesto ! También crían gallinas. Es su único interés. Buscas gallinas ?
- No – dijo el principito. – Busco amigos. Qué significa "domesticar" ?
- Es algo demasiado olvidado – dijo el zorro. – Significa "crear lazos..."
- Crear lazos ?
- Claro – dijo el zorro. – Todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo...

martes, noviembre 08, 2011

Vértigo

A esta imagen no se le puede tomar una fotografía, está dentro de sus ojos. Se debería acercar demasiado el lente, y aun así los brazos van a quedar fuera de foco. No, no es fácil hacerse una idea, pero ocurre que esta imagen es el punto máximo en el que se da cuenta que cae precipitadamente al vacío, que la alarma se ha encendido, es necesario reaccionar.

Tres gotas de agua agarrándose con vehemencia de la barrera que constituyen sus cejas, otras más atrevidas llegaron hasta la nariz y caen a toda velocidad para desaparecer en el piso. La imagen desde sus ojos, los brazos en cruz sobre el pecho, las manos sujetas a los hombros. El ruido ensordecedor de la ducha por encima de su cabeza, el agua hirviendo sobre sus hombros, y el cuerpo inmóvil, suspendido, la mirada en un enfoque imposible de fotografiar. 

De la última vez que me sentí así, queda lo poco que mi mente puede recordar de una época de insomnio; pasaba toda la noche viendo la misma película una y otra vez, repitiendo los diálogos en inglés, a ratos sin siquiera ver la pantalla, oyendo a los personajes insistir en un infinito círculo que no detenía ni siquiera al salir de mi habitación. Las mañanas dormitaba, daba vueltas en mi cama, sin intenciones siquiera de levantar la persiana y averiguar la hora. Mi alimentación consistía en un kilo de helado y tres panes, una vez por día a media tarde, variaba los sabores, en una frase y para concretar, lo único que tenía fuerza para movilizarme, era un instinto de autodestrucción, caer y caer, probar qué tan bajo podía estar, qué tan sola. 

Una noche llamé a Agustín, o acaso fue él quien me llamó. Había rechazado tantas veces su oferta de sexo sin sentimientos que pareció sorprenderse cuando acordé estar en su casa en media hora. Agustín era uno de esos hombres que todas las veces están pensando en sexo, divertido; sólo había una razón para encontrarnos, y en cuanto me vio se relamió de por fin ver a la presa venir hacia sus garras, toda la perversión agolpada en su carita dulce, me invitó a pasar y antes de cruzar el umbral ya nos estábamos besando como si los segundos se acabaran para nosotros. 

¿Qué quieres hacer?, me preguntó retóricamente, casi solo por iniciar una conversación que no era necesaria, pero es probable que quisiera poner algún sonido de fondo a nuestros cuerpos enfrentándose en absoluto silencio. Me quiero bañar. ¿Bañarte, ahora? Si, ahora. Caminé hacia el baño como una intrusa, mirando su mueca desconcertada, de todas las respuestas no se esperaba esa y menos que yo no aguardara su consentimiento sino que inmediatamente cerrase la puerta detrás de mí y abriera la llave de agua caliente, me quité la ropa. 

El portazo que di, silenció la propuesta de Agustín de meterse conmigo e intimar, lo escuché, claro, pero me quedé en silencio. El agua sobre mis hombros, los brazos cruzados alrededor de mi pecho, el agua cae y forma mi vientre, se estanca entre mis brazos, rodea mis codos, el agua en hilera por mi nariz. Todo el alcohol, las drogas, el mal comer, la perdida de noción del tiempo dispersándose con el agua, despertándome y yo aferrándome a un minuto más de oscuridad. Sentí sus manos en mi espalda sin inmutarme, me dio la vuelta para verme a la cara, estaba vestido, no sé qué cuadro veía desde sus ojos, pero algo lo impulsó a meterse con ropa a la ducha. – ¿Qué tienes? 

Estoy cayendo, y aún no toco el fondo. Sigo cayendo y sólo bajo el agua no siento vértigo. 

Llevas casi media hora bajo el agua caliente; me haló hacia él y estuvimos un rato más abrazados, no recuerdo cuándo cerró la llave, me envolvió en una toalla y me llevó hacia su cama dónde se acostó a mi lado ofreciendo la mitad de su cuerpo como almohada y consuelo. Al día siguiente salí temprano con el pretexto de buscar el desayuno y no volví. Esa fue la última vez que nos vimos. 
A veces imagino su voz y compañía, sobre todo en los colectivos, son de esas cosas, un poco más complicadas de explicar.

miércoles, octubre 19, 2011

Bruma - Parte 1

Cuando mueres, es el aburrimiento y nada más. Aburrimiento. No habrá nada más de aquí en adelante, sino una bruma espesa y nosotros, todos nosotros siempre iguales, en un infinito tedio que terminará contagiándote.
- Pero entonces esto es el infierno, como un castigo, ¿tan mal estuve? 
- Me podría parecer entretenida tu respuesta, tiempo atrás quizá hubiera podido soltar una carcajada, si no fuera porque todos al llegar decimos más o menos lo mismo, no existe cielo o infiernos, crio, es la nada para la eternidad. 
- Yo nunca he sido (fuiste) de los que se aburren, jamás le fui (bien) con ese cuento a mi mamá, siempre encuentro (encontrabas) algo que hacer. Estoy seguro que aún hay algo que podamos ingeniar para no estar condenados al aburrimiento. 
- Siempre, nunca, todo, jamás, nadie, ya te acostumbrarás a dejar de utilizar palabras como esa, y comenzarás a usar bien los verbos, pretérito simple y definitivo, pretérito concluyente. 

- Y ... ¿del avión no quedó nada? ¿O soy el único que murió? 
- Todos con tu misma suerte. 
- ¿Dónde está el resto? 
- Aquí mismo, enterándose. Escogemos al azar a los nuevos y les damos la bienvenida con la noticia de lo que será la eternidad. 
- Entonces es como un juego, les divierte ver nuestras reacciones. 
- criatura, ¿estás buscando oportunidades? La mayoría en tu lugar, a esta altura de la conversación ya empieza a pedir ver a sus familiares. 
- Se me ocurre por ejemplo, ya que estamos aquí sin tiempo, podríamos decir una historia falsa a los que llegan, inventar diferentes escenarios, y luego dejar que se encuentren. 
- Ya, y más o menos es por hacer cosas como estas que creíste que te tocaba el infierno, ¿no? 
- Pero no sería como mentirle a un alma que acaba de morir y está perdida sin saber lo que vendrá (suena peor de esa manera), sino más bien como un aplazamiento, un juego de pistas, a la larga descubrirán que estamos condenados al tedio, pero si algunos de nosotros nos divertimos con ello, ya no será aburrimiento y entonces en una paradoja todo habrá cambiado. 
- Me tocó el optimista, válgame que no tuve suerte en el azar. ¿Cuánto tiempo piensas que te puede divertir ver a un grupo de párvulos vendados los ojos y dando tumbos entre sí? ¿Una, tres, siete veces? Luego pasará a ser parte de lo mismo que ves habitualmente, mi cara, la niebla, otra vez mi cara, y yo la tuya, y unos pocos desorientados por ahí. 
- Te tocó un ingenioso, nunca me cuestioné si eso me serviría después de muerto, uno especula mucho acerca del más allá, (curiosa manera de llamarlo), pero no específicamente esto. Y lo que me decías de ver a nuestras familias, ¿se puede?

jueves, septiembre 15, 2011

500.- Diferencias

El plan era morirse juntos. Pero no, no era un plan; sencillamente lo mencionaron al pasar un par de veces. El creyó que tal vez así lograría retenerla un poco más, condicionar su partida. Y la verdad es que ella se contuvo, por mucho, porque ahora la idea de hacerlo acompañada sonaba mejor. No como una promesa de eternidad, sino un aplazamiento.

Pero un día se le fue de las manos, uno de esos momentos que llegan de imprevisto, el abismo. No tuvo tiempo de avisar, las notas de despedida y aquellos adioses hace tiempo estaban guardados, por si acaso no llegara a ser de acuerdo al plan, si es que aún alguien quisiera pensar en un plan.
Fue repentino, el dolor llego sin hacer escándalo, la decisión inmediata.

La diferencia en sus creencias nunca había importado; la certidumbre de si existía o no un dios no fue más que para discusiones breves sin ánimo de convencimiento alguno. Posiblemente debieron pensarlo mejor, pero cada uno, en sus razones, no dudó si lo que habría después de la muerte, fuera diferente para ambos.

La nota aclaró que no había apuros, que no se sintiera presionado, ella esperará. Esperar en dónde, eso es lo que no se pactó: si existe cielo o infierno es únicamente para quien cree en él. En este caso, ella aguardará; pero él al seguirla despertó apenas en el centro de la nada, porque en la nada creía, en el vacío absoluto, la ausencia. Dos universos separados y oscuros.

En vano gritó por toda una eternidad su nombre, sabiéndolo cerca pero inaccesible. Si tan sólo hubiera logrado convencerlo de tener un poco más de fe, ese fue su error, y ese era ahora su infierno.

lunes, septiembre 12, 2011

El escritor como personaje.

Felipe es un perfecto personaje. Como persona, dista mucho de la perfección, es por eso, quizá. Que es atractivo, es verdad, aunque tiene los ojos pequeños y si te fijas bien, los dientes torcidos. Pero si, atractivo es. E inteligente, nos vamos acercando al combo completo. El problema, es que cuando lo tratas a profundidad, te das cuenta que sería imposible permanecer un tiempo prolongado con él.

Paranoia. En cada salida, permanece al menos la primera hora, mirando repetidamente hacia los lados, habla rápido, tropezándose con sus propias palabras, se rasca detrás de la oreja, se olvida de su propio discurso y pregunta “que te estaba diciendo? Ah si…” y prosigue agolpando las palabras, casi sin pausas. Habla mucho, habla alto, sin llegar a gritar, pero innecesariamente alto. Suelta un par de risas, baja la voz, mira nuevamente a los lados. Cierra su monólogo con una pregunta, que es una invitación a la contraparte, porque por supuesto, Felipe es muy cordial. A los pocos segundos, no tiene miedo de interrumpir luego y argumentar en contra, ¿ya mencioné que es un tipo inteligente? Auténtico, lleno de ideas, de opiniones musicales, políticas, sociales, siempre interesante. El problema surge en un detalle que quizá preferiría no haberme dado cuenta, lo he escuchado hablando con varias personas de los mismos temas que trató conmigo, repitiéndose textual, siguiendo un guion, como un discurso preparado. Pero vamos, no debo ser tan exigente, yo también me repito en ocasiones, el convencimiento de estar diciendo algo que se piensa cierto, sobre todo cuando creo que tengo la razón. 

Y es que esa es otra cosa, Felipe siempre cree tener la razón. No con arrogancia, sino como consecuencia de un largo proceso de pensar, deducir, comparar. No lo podemos tomar como un defecto; si hemos de buscar uno que sea esa necedad con la que finge indiferencia, cuando dice que las criticas no le importan, que no le hacen daño, cuando dice reírse de todo, y se ríe tantas veces con la misma risa programada, que es obvio que no le causa gracia ni indiferencia. Cuando dice que no le importa algo y habla tanto de ello, que uno empieza a sospechar que si le importa; cuando dice publicar sólo por dinero, que tiene cientos de ideas, que le da igual ser o no famoso. 

No mires más a los lados, relájate, diviértete, respira, estás conmigo, cuéntame de tu siguiente personaje, descríbeme sus enfermedades, sus miserias, describe una habitación pequeña, alfombrada, sin calefacción donde él se siente a escribir cada vez más asfixiado por el calor. El personaje hace lo que los dedos del escritor le dictan, ponlo a escuchar música, hazle abrir la ventana; Felipe me mira asustado: ¿lo vas a hacer saltar?

lunes, septiembre 05, 2011

Despedidas

No es tristeza, es domingo. Tenia claro que no debía hacer planes a futuro, pero cuando mis dedos se ensortijaban en sus cabellos, era imposible no imaginar un futuro a su lado.

Estoy seguro que era honesta todas las veces que dijo quererme, y lo fue aún más cuando empezó a callarlo. Esas cosas no se dan así nomás, muchas veces nos dejan con la incógnita, lo cierto es que son bastante claras, aunque no vemos las señales.

Al final, cuando ya todo hubo terminado, esperé un tiempo prudencial para que no se confunda con arrebatos nerviosos, y después me atreví a pedirle que se quede. Su respuesta, tajante: "imposible, me pides disculpas, sin mostrarme ni una sola cicatriz".

Y entonces partió, desenredándose de entre mis dedos, y las sábanas empezaron a sentirse frías. Lo peor que tiene la vida, es que todo se supera, y eso a veces me hace pensar, que en realidad nada es tan importante.

viernes, agosto 26, 2011

Parte 7 - Enlace


Apostarlo todo a mis vicios, en una lucha permanente con el olvido. - ¿Temes ser olvidado? - A ver si por una vez dejas de decir estupideces románticas y te pones a escuchar, ni ser olvidado, ni dejar una huella, ni permanecer, date la vuelta, empieza a entender: Los recuerdos como piedra. - Papel y tijeras. 
- Anoche vi a Julia, pasé por su casa, sin darme cuenta terminé tocando la puerta. - Lanzando una piedra a la ventana. - No, esta vez si toqué. - ¿Con qué sentido? no esquives la pregunta con alguna frase retórica, ¿me puedes explicar para qué carajo sigues frecuentando a mi hermana? - No lo sé, Martín, no lo sé en serio, estaba por ahí, charlamos, eso fue todo, fumamos, conversamos, la persistencia como herramienta para evitar la incomodidad del silencio. - Previsible como siempre, ¿no? ¿por qué no te quedas en tu mundo de letras y falsos personajes, lo suficientemente lejos de la gente a la que le importas algo? Siempre previsible. - De mis súper poderes el que más agradezco es justamente no saber qué sucederá, ¿De qué serviría conocer de antemano el futuro? la depresión de no poder hacer nada al respecto, la conclusión postrada a la cama de forma irremediable. - Que te den por culo. Termina con esa historia de una vez. Apuesta por tus otros vicios, saca a Julia de tus adicciones. - De mis obsesiones, como una fijación con los finales, las despedidas solemnes, y poder determinar con exactitud como un hito cuándo sucedió. - Que te den.

martes, agosto 02, 2011

Parte 6 - fragmento

A las 11.30 de la noche sonó el timbre. Supe que se trataba de Martín por el ritmo con el que apretaba el pulsor; él no lo nota pero tiene una canción incorporada que marca muchas veces sus pasos, un silbido ocasional y distraído, un golpeteo automático sobre la mesa; si le preguntan, no tiene idea alguna de a qué canción se refieren. Está convencido que es un invento de alguno de sus amigos, sólo para ponerlo paranoico. 

A las 11.35 volvió a sonar. Quien me conoce sabe que a esa hora escribo, de todos mis amigos Martín era el único que se atrevería a pasar por casa a esa hora, no por olvidarlo, sino precisamente porque le importa un carajo. 

Levanté el citófono y sin preguntar quién estaba del otro lado, pulsé el botón con el que se abría la puerta, y toda vez que estuve levantado, aproveché para dejar entre abierta la puerta de madera del departamento. 

Pocos minutos más tarde Martín se encontraba dando vueltas por mi apartamento, son su extraña costumbre de olfatear el terreno, en la cocina fingió que sacaba algunas ollas, a tiempo se dio cuenta que nada tenía que hacer ahí y que tampoco le apetecía hacerlo; fue hacia la ventana, cazaba luces a través de las cortinas, y luego se dirigió hacia mí, estoy seguro que vio el texto que escribía a medias en la pantalla de la computadora, pero seguía sin importarle, regresó a la sala dio una vuelta al rededor del sillón y una segunda sobre su propio eje, al final se tendió sobre el sillón, completamente calmado. -"¿Qué haces?, chaval", -"Creí que hace años habías perdido el acento español. Escribía, pero apenas logro construir la escena, tengo personajes como muñecos acomodados en la repisa, sin que haya decidido aún qué voy a hacer con ellos." 

- En ocasiones siento envidia por ustedes, los escritores. 
- No entiendo el plural que estas utilizando. Respondí mientras le servía una copa. 

- Tienen el poder de la muerte en la punta de sus dedos cuando las apegan a las teclas. De la vida también, pero me llama más lo otro.
- No te sigo del todo, creo que vienes más avanzado de lo que imagine. ¿A qué viene todo esto?
- No, escucha, no quiero decir que seas una suerte de dios, puesto que no habrá uno de tus personajes que te rece, a menos que así lo decidas escribir, en cuyo caso, serías un dios egoísta, de esos a los que no vale la pena rendir culto. 
- Y un poco cruel, me parece, dotar a mis personajes, de la conciencia de su existencia y la preocupación de una deidad.
- Es a eso a lo que me refiero, ustedes tienen el poder en el espacio que se oprime entre sus dedos y el teclado.
- Otra vez el plural. 
- Puedes crear por ejemplo a una mujer fantástica, de esas que no existen más que en las novelas, en una línea dibujaras su cabello, negro y corto, un poco más arriba de los hombros, lacio y fino como una lámina de acero. 
 - Prefiero las pelirrojas de cabello largo y rizado, pero sigue. 
- La construirías descomplicada y soñadora, libre, con una mezcla de inocencia y malicia en la mirada, de esas que quizá deciden lanzarse a una aventura recorriendo caminos y coleccionando historias, salvándose a sí mismas mientras no pierdan el poder de la fantasía. La harías inteligente, con frases perspicaces, y con la facilidad que te brinda el idioma podrías mencionar sin ser explícito, que tiene curvas voluptuosas pero que su verdadero encanto está en la forma en que muerde su labio cuando está a punto de tomar una decisión entre dos opciones. Construida a tu antojo, muy lejos de tu imagen y semejanza, mucho mejor, un conjunto ideal al que cualquier lector generaría simpatía, la haces recorrer algunas escenas y luego en un descuido, casi sin querer, una mala pisada rompe el taco negro de acero que lleva puesto mientras camina por la estación del subterráneo, al tiempo que dice un improperio pierde el equilibrio, todo pasa muy rápido, cae sin mayor explicación a las rieles del tren, y no diciéndolo se ha descuartizado entre los gritos de horror de la gente que lo ha visto todo, queda únicamente la escena de sus dos delgadas piernas sujetas todavía al resto del cuerpo inerte.

Permanecí callado, me parecía apropiado decirle que aunque podría hacerlo, no sería una historia convincente, pero lo dejé terminar de hablar. 

- En las películas eso no puede pasar tan fácilmente, necesitas una justificación. Pero los relatos tienen esos permisos que la cinematografía no, a veces con una sola palabra se toman decisiones poderosas que el lector asimila recién cuatro líneas después, el escritor no tiene que explicarse, va dejando que la historia tome forma de manera orgánica en la mente de quien lee, dejar vivir el engaño en su cabeza, que lo digiera a su ritmo, permitiendo que la imaginación haga gran parte. 

No había nada más que decir al respecto, apagué el monitor y me acomodé a su lado. -De dónde vienes, Martin? 

- De nada, daba vueltas por la zona, no te imaginas a quien acabo de encontrar, no me lo creerías de todas formas.

viernes, julio 29, 2011

Parte 5 - Mercurius ter Maximus

Al rato me encontraba camino a casa cortando el viento a ritmo de death metal. Todo estaba muy claro; así debía terminar la noche: iría a mi casa, dejaría la bici, me cambiaría la camisa, al tiempo justo en que C me enviara el mensaje informándome sus coordenadas, e iría a su encuentro con la intención de meterla en mi cama. Sin embargo... 

Me cambié de ropa y quedé a la espera de un mensaje que nunca llegaría. Como no estaba dispuesto a perder ni un poco de la animosidad que me habían dado esas dos cervezas en el entretiempo del concierto, decidí salir a la zona de la mariscal; las posibilidades de encontrar a C eran mínimas, pero mayores de las que tenía si me quedaba en casa mirando el celular como un idiota. 

Con C no tengo que acudir a estrategias de galán fingidas entre sonrisas y miradas que ocultan alguna oscura intención. Aún cuando siempre me queda la duda de si a la mañana siguiente me veré envuelto en una situación incómoda de la cual no sepa cómo salir sin hacer daño. Y las obvias consecuencias de terminar algo que para mí, no habría ni siquiera comenzado. 

Caminé hacia la Calama y Reina Victoria, con la intención de tomar algo en el bar del Tota, encontré la puerta cerrada y el rumor en las calles de que había sido clausurado. Entré a la tienda y mientras me abría una cerveza la señora que atendía me comentó en tono de quien se sabe dueña de información valiosa que no era cierto lo de la clausura, la verdad era que mi amigo no pagó el arriendo "año tras año los veo pasar, es siempre lo mismo con esos locales, les va bien un tiempo y luego tienen que cerrar, la mala administración usted sabe, y todos los amigos que vienen a consumir como invitados; por cierto, es un dolar." 

Me pareció ilógico que todos los bares de rock corrieran con la misma suerte, mientras en la esquina hace diez años se escucha el ritmo de la bachata y la cumbia a casa llena, pero no quería discutir con la doña, pagué esa y la siguiente cerveza; a la una de la mañana me resigné a que no siempre se puede volver a casa con una presa entre los dientes, es parte del riesgo que se asume. 

Caminé hacia la Amazonas y en la tercera esquina giré a la izquierda, me acercaba con cada paso a varias representantes de la zona roja de la ciudad me ofrecían sus servicios a precios de menú. Saludé levantando la mano derecha y seguí mi camino, al llegar a la siguiente vereda me encontré con una rubia más bien bajita que me preguntó si tenía encendedor, me pareció una línea gastada, pero quién soy yo para negarle fuego a una chica que se inclinaba a propósito para mostrarme lo que no escondía debajo del escote. "¿hacia dónde vas?" preguntó, y le dije que a casa. Se auto invitó proponiéndome una noche que nunca olvidaría "podrás no recordar tu nombre, pero nunca una noche conmigo". Y al decirlo me miraba a los ojos, y por un momento creí que eso no le lo podía decir a todos. "y entonces, ¿te animas?" El brillo en los ojos de quien está a punto de cerrar un negocio. No me reconocía, me hubiese gustado llamarla por su nombre, Natalia, y probar si en su memoria aún quedaba algo de los días en la escuela, la declaración implícita de un amor incondicional en forma de caramelos. Me hubiese gustado ver si la luz en sus ojos se mantenía al llamarla como seguro nadie la ha llamado desde hace mucho tiempo, pero no lo hice. Terminamos el cigarrillo y decliné su propuesta con toda la gentileza que la nostalgia me permitió, esperaba un insulto similar al que me profirieron sus vecinas 15 minutos antes frente a mi rechazo, pero Natalia permaneció callada por unos segundos y luego dijo "nos vemos otro rato", yo contesté "sólo espero que no sea después de otros 20 años".


*Este post, supone ser la continuación de éste otro, escrito y luego brutalmente mutilado por un amigo. Yo se lo escribí en una suerte de reto, de ejercicio, y de ofrecimiento. Lo había escrito la semana pasada, y una vez terminado, lo perdí en mi teléfono celular. 



No creo que de la re escritura salga algo mejor, pero no tuve otra opción que tratar de rescatarlo de mi memoria. Siempre pensaré que el original me quedó mejor. Sin embargo, creo que es parte del juego de ésta historia en específico, ya que el post de la primera parte escrita por mi amigo fue absurdamente recortado hasta no parecerse en nada a lo que al comienzo leí. Y éste, también ha perdido líneas enteras y párrafos que no logro recordar.

jueves, junio 30, 2011

16:20

Permanece junto al marco de la puerta, algo le impide entrar, quieto, casi escondido, como si no quisiera ser visto, como si eso importara.
El llanto de la madre, de la viuda, de los huérfanos. El llanto, sólo el llanto. Los únicos que tienen lágrimas por derramar, son siempre los que quedan.
-          Gracias por venir.
Queda el llanto entre sollozos, entre gemidos y a gritos desesperados. Llanto que se esconde, lágrimas a chorros.
-          ¿Qué haces acá?
Y no hace mucho más que estar quieto, impedido de entrar, como si permanecer inmóvil fuese hacer algo.
-          Lo siento mucho.
¿Lo siente? ¿Dónde se siente? ¿Dónde duele? ¿Será posible decir algo, que no sea una repetición mecánica de palabras de aliento?. Como si los deudos quisieran escucharlo.
Sus pies retroceden, no es él quien ha tomado la decisión, sino su cuerpo el que se ve violentamente empujado a hacia atrás, como aquel que teniendo vértigo se inclina frente a un precipicio, la atracción del cuerpo. No hay necesidad de despedirse, da la vuelta y se marcha rumbo a casa, nunca antes la idea del calor de hogar le resultó tan confortable.

viernes, junio 24, 2011

Puntería

La punta metálica afilada, dispuesta hacia arriba por un designio del destino. La punta inmóvil, permanece en su sitio, tan inerte como el metal suele ser, no espera nada.

Es el dedo el que se acerca, impulsado por una mano que se mueve presurosa, sin pensar, una mano que se sabe el camino de memoria. Siempre el mismo dedo rosado hurgando en bolsillos similares, dónde nunca existen metales filosos apuntando hacia arriba, o casi nunca.

La carne se desgarra. La punta introduciéndose con cierta fricción, crujiendo mientras se abre camino por la piel, justo por debajo de la uña de un dedo que se retira asustado a toda velocidad. La mano es llevada por reflejo a la boca, quizá la saliva pueda calmar el dolor, meterse por el sendero que ha dejado aquel metal puntiagudo.

El dedo no sangra, mas queda un dolor en la yema, un dolor móvil que es imposible apretar, determinar. Un pulgar queriendo hacer presión en un intento de calmar el sufrimiento, otra vez la boca, la lengua busca ese sabor a óxido tan característico de la sangre, otra vez el pulgar empujando la yema hacia arriba en dirección a la uña, como queriendo soldar ese hueco diminuto que se ha creado, y la boca, la saliva, y un beso.

miércoles, junio 15, 2011

Edificio. Parte 1

"Apaga esa huevada". Esa fue la primera vez que se estableció (algo parecido al) diálogo con los vecinos.

Estaba harto, domingo 11 de la noche; por las paredes se puede escuchar agua correr, quién sabe de dónde baja el agua, seguro viene por alguna cañería de los baños. Si se esfuerza puede también no solo oír la tv de los del 403 sino también el tono del teléfono cuando lo descuelgan, a la madre dando la bendición a su hijo.

Es domingo a las 11 de la noche, y por encima del ruido del extractor de olores de la cocina del 302 se escuchó el grito: apaga esa huevada, refiriéndose precisamente, al extractor de olores.

De inmediato se escucharon los murmullos en el 201, 202 y 401. Algunos cuestionaron la forma del pedido, pero sollozando, no querían ser inconsistentes con su discurso. La del 603 hizo todo lo contrario: cerró la ventana que casi siempre mantenía abierta, apago la luz, y ni siquiera tuvo ganas de espiar. La del 302 asomo tímidamente la cabeza por la ventana de la cocina, por supuesto, lo hizo después de apagar el extractor. Aunque al ratito también se le ocurrió encenderlo de nuevo, solo para verificar de donde salía el bramido. Le gustaba recibir órdenes, no lo sabía, pero esa excitación no debía ser normal, seguramente era por el mandato en alto volumen.

viernes, abril 01, 2011

Parte 4 (3)

3. La pura gana de ser una maldita, de hacer lo que venga en gana, ser un poco esa hija de puta que tengo fama. De jugar al escondite, de jugar al ring-raja. O sencillamente dejar de ser siempre la maga. Dejarme violar por la suerte que no tengo, la que no me sonríe, la que me pone en situaciones como ésta. Quejándome de una enfermedad imaginaria que, sin embargo, me está matando.

jueves, marzo 31, 2011

Parte 4 (2)

2. Vistas desde el borde, las cosas empezaron a desaparecer y a reproducirse; fue entonces cuando la gravedad y la inercia me arrastraron a una espeluznante cadena de acontecimientos. - Escribí la historia, pero se me ha perdido, al menos eso es lo que ellos quieren que diga, que la he perdido, que no existió, que yo no fui; es posible que al cabo de un tiempo logre convencerme, si tan sólo usted hubiera llegado cinco minutos antes yo aún tendría el manuscrito, pero me lo han arrebatado, quiero decir, que lo he extraviado. ¿Puedo ya ir a casa?.