Odiarla es su manera de quererla.
Pues él la quiere, con indiferencia.
A veces despierta aborreciéndola, y otras, no puede dormir de tanto adorarla.
Por la tarde recibe a Iliana en su casa, su novia, es una joven delgada y de pequeña estatura, siempre alegre y divertida, es por eso que él la quiere, aunque no tanto como dice quererla entre besos y caricias minutos antes de hacer el amor.
Y mientras con las yemas de sus dedos toca suavemente los pezones de su chica, piensa en la otra, la que ama con desprecio, la que añora. Cierra los ojos por reflejo en pleno acto, y su imaginación lo lleva hacia otro cuerpo, el de la mujer que su cama aún no conoce, la que no ha sentido entre sus manos, aquella que sus labios no han besado. La imagina gimiendo en su oído, sujetándose a sus brazos, agitándose con fuerza.
Horas más tarde, habiendo despedido a Iliana con un beso apasionado en la puerta de su casa, de nuevo solo, camina despacio por una calle bastante concurrida hacia un pequeño bar de su agrado, se sienta en la barra y pide una cerveza, sereno piensa en el polvo de ese día, en su Iliana, su risa coqueta y lo mucho que ella lo quiere; pero el acento del barman hace que sus pensamientos cambien de manera repentina, son otras imágenes las que inundan su mente, las de ella, la que quiso y trata inútilmente de olvidar.
Y entonces decide odiarla, es una puta, una mentirosa, una cualquiera, blasfema improperios en su contra una y otra vez, es tanta la rabia que siente, que quiere enfrentarla, la llama por teléfono y cuelga antes que timbre siquiera. Se arrepiente, no porque haya cambiado su opinión sino que prefiere no arriesgarse a escuchar su voz, está irritado, pero no es su intención ser grosero y caer en la provocación de los gritos, en este bar que tanto le gusta.
Además hace tres semanas que no se hablan, no puede (no quiere) parecer como quien está desesperado, que cuenta los días, que su ausencia le afecta.
Para el fin de semana la tempestad se ha calmado, se reúne con sus amigos en casa de uno de ellos, disfruta la música, pasa un buen rato, transcurren las horas y pierde la cuenta de cuantos tragos ha tomado. La extraña entre tanta gente, preferiría estar sobrio en un cuarto con ella, que borracho en esta fiesta en la que todos ríen y bailan. Nostalgia. Cariño. Recuerdos. Sonríe.
Es demasiado tarde para hacer una llamada, además sabe que posiblemente no esté sola, escribe un mensaje cargado de ternura en el celular y lo envía sin dudar, sorprendido recibe de inmediato la respuesta que no esperaba, ella contesta cariñosa y preocupada como de costumbre, se nota que también lo extraña. "maldita mentirosa" piensa, y apaga el celular cual si con ello pudiera apagar también ese remolino de sentimientos.
"Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente..."
(César Vallejo)
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lunes, junio 05, 2006
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