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lunes, septiembre 05, 2011

Despedidas

No es tristeza, es domingo. Tenia claro que no debía hacer planes a futuro, pero cuando mis dedos se ensortijaban en sus cabellos, era imposible no imaginar un futuro a su lado.

Estoy seguro que era honesta todas las veces que dijo quererme, y lo fue aún más cuando empezó a callarlo. Esas cosas no se dan así nomás, muchas veces nos dejan con la incógnita, lo cierto es que son bastante claras, aunque no vemos las señales.

Al final, cuando ya todo hubo terminado, esperé un tiempo prudencial para que no se confunda con arrebatos nerviosos, y después me atreví a pedirle que se quede. Su respuesta, tajante: "imposible, me pides disculpas, sin mostrarme ni una sola cicatriz".

Y entonces partió, desenredándose de entre mis dedos, y las sábanas empezaron a sentirse frías. Lo peor que tiene la vida, es que todo se supera, y eso a veces me hace pensar, que en realidad nada es tan importante.

domingo, julio 06, 2008

Vacíos

(The winner, the loser and the poser - Parte final)

Hubiésemos podido terminar en una tarde lluviosa, y es probable que entonces todo tuviera un poco más de sentido. Quizá yo podría reflejar lo que siento en la imagen de un cielo nublado, oscuro, frío, tempestuoso. En cambio, aquel martes fue insoportablemente caluroso. Nada es como poéticamente quisiéramos que fuera.

Una mañana como otra, con el sol iluminando en lo alto, sin que asomara una sola nube en las alturas. Un martes pintoresco y perfecto. Para hacerlo corto y en resumen: no lo vi venir. Uno no se levanta en la mañana de un día cualquiera pensando que de manera abrupta todo va a cambiar, que otro ha ganado una batalla nunca declarada, y que tú, mi Isabel, no ibas a ser más parte de mi vida, aún habiendo despertado a mi lado, contemplándome profundamente, de la manera que solo tú sabes, diciéndome sin palabras, las cosas que sólo yo, que te conozco tanto, puedo leer en esos ojos azules cuando se pierden en mi mirada; diciéndome que eras feliz, y que eras mía, y yo sin poder contestar a tu cariño. Viéndote también, pero sin alcanzar a transmitirte nada más que mi angustia, una presión en el pecho ahogándome, la imposibilidad de pedirte que te quedes por siempre a mi lado, mis silencios obligados, mi miedo a perderte. Pero perderte cualquier otro día y no necesariamente ese, no un martes soleado, sino tal vez una tarde donde el ruido de una enorme tormenta opacara el eco de mis gritos ante el vacío que dejaste.

martes, junio 24, 2008

Batallas

The winner, the loser and the poser - Parte V

Quizá el problema fuera que ninguno de ellos tuvo antes una relación semejante, en la que ambos declararan abiertamente su enfermedad. Mostrar sin disfraces sus obsesiones, culpas, carencias, y reprimidos impulsos de auto sabotaje.
Esas cosas que por lo regular se ocultan ante el temor de que el otro se asuste, se aleje, se pierda.

Pero acaso no se trata únicamente de descargas de brutal sinceridad, implica además ser vulnerable ante lo más querido, y arriesgarse voluntariamente a salir lastimado o, en el peor de los casos, herir al otro.

Insistir una y otra vez en fallidos intentos de negociar sin respuestas. Enseñar facetas inverosímiles, saber exactamente cuál es el comentario que golpeará más fuerte, buscar concientemente decepcionarlo. Y ya ni siquiera sorprenderse con una reacción masoquista de su parte; sin confundir, nada tiene que ver con sumisión, sino con aceptar el grito, la reacción violenta, la sal sobre la herida, por un impulso enfermo de permanecer, la necesidad de quedarse y seguir creyendo, en nombre del amor, de la felicidad, la ilusión hasta cuando todo este perdido.

Y es precisamente cuando el daño es demasiado, cuando se cree que no resta mucho tiempo y las esperanzas se han apagado, cuando se ha exprimido hasta la última gota de paciencia, tras cada portazo y cada grito, son aquellas despedidas sin emoción, donde se notan vestigios de verdadera pasión. Son esos besos los más honestos, por los que vale la pena volver a la carga una y otra vez y salvar batallas, aún sabiendo que la guerra se ha acabado.

lunes, junio 16, 2008

Celos

(The winner, the loser and the poser - Parte IV)

Me dices, algo irritado, que temes que otro hombre pudiera llamar mi atención, conseguir mi cariño y alejarme de tu vida. Mientes.

Las astucias de la seducción tienen preliminares más complicados que un simple acercamiento de un posible extraño, una tarde cualquiera, en un sitio repleto de gente. La misma gente que casi siempre aborrece estar aislada, por eso resalta tanto mi presencia, solitaria entre la multitud.

Sin embargo, eso no justifica tus palabras. Sabes bien que tú no te acercarías a mí, si acaso te conviertes por un segundo en el extraño. Ese es el verdadero miedo.

Cuantas veces has podido mirar con desdén el interior de una cafetería, sin saber que adentro podría estar, sola también, esperando, la mujer que pudo hacerte feliz. Cuántas veces pudiste cruzar la mirada con aquella que siempre buscaste, sin atreverte a hablar por temor a equivocarte, y seguiste de largo tratando inútilmente de olvidar su rostro para siempre. Cuantas veces.

miércoles, junio 04, 2008

La otra

(The winner, the looser, and the poser - Parte III)
Fernando está profundamente enamorado de Isabel. Todo relato debe comenzar con una certeza seguida de un punto seguido. A veces se atreve a decírselo, bajito al oído, susurrando apenas. Te quiero. Te quiero. Solo a veces.

Fernando es el amante de Isabel, pero eso el lector no lo puede predecir aún, es necesario destacar el hecho, aunque no explique nada, todavía. Y aunque habrá quien advierta algo de misterio, es poco probable adivinar el adulterio.

Hoy otra mujer amanece junto a él, aire compartido, alientos fatigados, una mujer totalmente distinta a la que ama, portadora de una oscura cabellera que lo inunda todo y se extiende sobre las almohadas. Por ahora es imposible conocer o entender cuáles son los motivos que llevan al protagonista a traer otra a su cama, no bastará con decir que son equivocados.

Y ahora aprovechando nuestra distracción en esos detalles, esta otra mujer, sin nombre ni rostro, se ha levantado sin ser vista y pasea desnuda por la habitación, no ha amanecido todavía, desliza inocente sus caderas descubiertas por cada rincón de la pieza, hurgando sin querer, o tal vez queriendo, encuentra las pruebas, rezagos que toda relación significativa va dejando en el tiempo.

- No toques eso. - Casi como un ladrido, agresivo Fernando desde las sábanas, su molestia es real, pero no se ha despertado lo suficiente para notarlo.
- ¿Es tu novia? -pregunta con una curiosidad disfrazada de sorpresa mientras aun sostiene la foto entre los dedos.
- Que dejes.
- Dejo, pero tu responde, dime, ¿dónde está ella ahora?
- Ella vendrá, algún momento volverá.
- Ah, entiendo, la engañas conmigo mientras dure su ausencia, digamos, como para ganar tiempo, o acaso sobrellevarlo con alguna gracia. -No hay un mínimo de sarcasmo en sus preguntas.
- No la engaño.
- Oh... - es aquí donde podría arquear levemente la ceja, pero hemos dicho ya que esta otra no tiene rostro- no la engañas, nosotros, anoche, la semana anterior y también hace dos semanas, somos ficción, fantasmas inexistentes.
- No la engaño –Fernando está repitiendo sus respuestas cual si hablara con su propia sombra- me miento a mí, creyendo que estaremos a mano, que durmiendo contigo mi orgullo no se sentirá lastimado.
- Y luego ella vendrá... (acaso también se irá, todas nos vamos)

Solo Isabel tiene forma. Tiene los ojos celestes y el cabello ensortijado.
Fernando no vuelve a pronunciar palabra, lo único que puede ocupar su mente ahora son las funestas despedidas sin promesas de retorno, y en cada adiós él convenciéndose de que aún hay esperanza, que el amor existe, solo no se lo ha permitido quedarse. Palabras susurradas entre sueños. Cariños dichos al oído que nunca fueron escuchados. Sonidos lejanos, como el agua que ahora cae en la bañera, y debajo, la mujer desnuda que hasta hace poco paseaba por la pieza revolviendo algo mas que fotos y recuerdos.

jueves, mayo 29, 2008

Encuentro

(The winner, the loser and the poser - II)

Cinco minutos antes de la hora acordada él ya se ha sentado a esperarla, y apenas un momento después puede ver su silueta a contra luz entrando por la puerta, pero si aun no la viera, la hubiera reconocido por el singular sonido de sus tacos sobre el piso de madera. Lo saluda con un beso suave que no toma mas que un par de segundos, son suficientes para sentir ese aroma cítrico que no solo percibe con su olfato sino que se instala en cada uno de sus sentidos y hasta le provoca salivar por su intensidad, se sientan uno frente al otro, y sonríen sin hablar, para qué arruinar la ocasión con cosas triviales como el tráfico, el clima, el centro o los precios. Ella pide un chocolate caliente y él solo un expreso, la orden es lo que menos interesa sino tenerse el uno al otro.

Es imposible no advertir el modo protector con que él acaricia su mano, jugando con sus dedos que se escapan y regresan una y otra vez, ella mientras tanto mantiene la mirada fija en su rostro, le resulta agradable ese aspecto de galán de revista, que casi nunca atina, sino solo cuando lleva un día sin afeitar, si por ella fuera en ese mismo sitio se lanzaría a besarlo apasionadamente, dejándose llevar por sus instintos y quizá arrastrarlo hacia algún rincón oscuro, si el tiempo no pasara tan deprisa.

La siguiente hora conversan sobre el fin de semana, hacen planes para escapar lejos de todo, encontrarse en un lugar donde nada mas importe y puedan pasar instantes eternos en compañía uno del otro. Exactamente como ahora, quizá con la única diferencia de que este momento tienen que conformarse con el roce de sus piernas por debajo de la mesa, y el tacto de sus dedos entrelazándose.

miércoles, mayo 14, 2008

Fernando - (The winner the loser and the poser)

Fernando es de esos hombres insufribles, cómo explicarlo, digamos por ejemplo, Fernando es de aquellos que no soportaría jamás pasar un 14 de febrero solo, se tiraría a la primera que se le cruce en el camino, pero claro ninguna prostituta, no se trata de conseguir una presa fácil ni de engañar a una adolescente, no, Fernando buscaría seducir a una mujer que implique algo más de creatividad, lo irónico es que su estrategia consiste en decir cualquier idiotez sacada de un libro de poemas. Maestro del plagio, haciendo suyo lo ajeno, obteniendo rédito por ello. Se siente un ganador. Nada mejor que el olor del autoengaño en las mañanas.

Yo en cambio, soy de aquellas que prefieren cubrirse hasta la nariz con las cobijas en san valentín y no por depresión sino por evitar ver a ese angelito semidesnudo que anda lanzando flechas por todo lado. Sin embargo es una elección complicada, corro el riesgo de ser del montón que creen que no son parte del montón.

No sé bajo qué pretexto terminamos cruzando nuestros caminos a mediados de diciembre. Las circunstancias no pudieron ser más evidentes: yo iba de ventanilla en ventanilla en el registro civil por un engorroso trámite que estaba terminando con la poca paciencia que tengo, y él paseaba tranquilo por los patios de la dependencia pública, vaya tipo, que lugar para pasear, aún ahora creo que estaba buscando alguna chica, pero no lo puedo adivinar. Para no entrar en detalles, terminó por encontrarme, aunque estoy segura que lo que halló en mi era lo que menos intentaba.

Creo que nuestra relación funciona, porque no nos importa alcanzar un ideal de felicidad, y eso resulta tranquilizante y divertido. Un día, Fernando salía de casa y en un tropiezo desequilibró su alineación planetaria, desde entonces todo le sale mal. Él puede hacer un verdadero festejo de sus miserias, su sarcasmo se pierde en un límite de dudosa credibilidad, y el gozo es tan real y falso al mismo tiempo que me revuelve el estómago.

A veces me doy cuenta que no distingue entre lo que ve y lo que inventa; una mañana me propone encontrarnos en un barrio sin darme detalles, creyendo que el verdadero amor, el destino o la suerte nos juntará, yo le digo que no sea cursi y le deje esos juegos a Cortázar que los escribió primero, entonces me mira inocente, confundido, dudando, apenado. Y es ahí que uno no sabe si insultarlo por ridículo o abrazarlo tiernamente y hablarle bajito, susurrando cariños imperceptibles.