Nube de Tópicos frecuentes

jueves, marzo 29, 2007

PANDA: y de la gasolina renació el amor

Si lo que quieres es que te pida perdón, puedes aguantar la respiración, hasta que el aire se te acabe, la vida se te acabe y te asfixies pues nunca lo haré.


*Haga click para escuchar la canción completa.

lunes, marzo 26, 2007

Sin nombre

foto de Lady Lujuria
Inútil hubiera sido preguntar su nombre. Ella no era más que una chica en un bar, al igual que él, un tipo cualquiera en una noche cualquiera en el mismo lugar. Iba a ser inútil tratar de averiguar su nombre, edad, dirección, teléfono… Qué importaba en ese momento si se llamaba Rosa, Violeta, Dalia. Solo se le ocurren nombres de flores, ninguna razón en especial, bien puede ser su perfume.

La chica del bar cuya única característica certera es ese aroma a flores, que se sienta en la barra, sus ojos verdes van de un lado a otro sin mirar a nadie mientras bebe sin prisas un margarita, otra flor, no hay escape, no hay coincidencias.

No hay excusas, ni una razón aparente para acercarse e iniciar conversación. Ridículo invitarle un trago, otro más, absurdo averiguar acerca de ella, para qué. Y si solo la saluda, patético, ella podría ignorarlo; a veces la presa ignora al cazador, otras sólo pretende hacerlo. Incluso en ocasiones el cazador termina siendo la victima, devorado, aniquilado, perdiendo el control.

Sin darse cuenta había empezado a caminar en la dirección correcta, dos metros y la tendría delante, quizá a un lado; con suerte ella voltearía, quizá hasta podría tocarla. Tan solo un paso. Ya puede olerla, a jazmines, no se equivocó. Escucha su voz, tararea confiada la canción que estruendosamente se escapa entre las rejillas de los parlantes.

Situado a su derecha, aún pensando que decir, entablar conversación, respira antes de empezar, el sudor resbala por las palmas de sus manos.

Inicia con precaución, seguro de si mismo, ha captado su atención, la mirada fría, la tiene: conejo aprisionado entre sus garras, sangrante la presa se retuerce en sus dientes. La chica sin nombre.
Una pequeña tarjeta sin datos a falta de identificación colgará de sus pies temprano en la mañana, horas después de que el cuerpo inerte haya sido encontrado a la vuelta de la esquina, un rincón oscuro, en un pasaje sin nombre.

lunes, marzo 19, 2007

Mi vida sin mi

La hipocondría se define como "preocupación de tener, o la convicción de padecer, una enfermedad grave a partir de la interpretación personal de síntomas somáticos, preocupación que persiste a pesar de las exploraciones y explicaciones médicas...
No se trata de un delirio, y no se limita solo a preocupaciones sobre el aspecto físico. Cabe destacar que no se trata de un estado de simulación".

Mi hipocondría nace de una necesidad, que no es necesariamente de llamar la atención, sino la de tener una certeza de deterioro físico que bien o mal terminará matándome. A mí como a todos. Por supuesto todos llegaremos a un deceso, unos más rápido que otros; sin embargo no se trata de una obsesión suicida, los verdaderos suicidas en realidad no quieren morir, sino buscar un escape de la vida que no es lo mismo.

En algún lugar de la Biblia que si no recuerdo es porque nunca fui muy metódica en mis clases de religión, el Señor llamaba a su lado a quienes estén dispuestos a nacer de nuevo. Para los del lado de acá está claro que Dios no los llama a una muerte literal como requisito indispensable para una futura vida. Recientemente en un documental de uno de esos canales de ciencia que están por sobre el #30 en el cable, afirmaban que en el lado de allá, por el medio oriente, para convencer a miles de jóvenes a que se unan a movimientos terroristas utilizan este pasaje bíblico de la llamada de Dios a la muerte, en forma física, luego, Dios asegura una nueva vida.
Aquellos kamikases que sin miedo alguno y quizá sin siquiera murmurar una última oración sacrifican sus vidas y las de cientos de personas en aviones, trenes y edificios, tienen esa convicción de la que hablo. La certeza de una muerte aquí, ahora, en mis manos, y no por azar. Estaremos de acuerdo en que no se los puede clasificar como simples suicidas inconformes con el mundo.

El tratamiento para la hipocondría, curiosamente es sugerir al enfermo que no visite médicos, no se haga atender y no lea publicaciones medicas que pudieran generar mayor ansiedad.

No sé si en mi caso se trate de ansiedad, o miedo, ni siquiera sé si sea preocupación, (además de la obvia preocupación por las cuentas que he pagado en cada hospital o centro medico desde que empecé con mi "diciembre mes de sanación").

Algunos enfermos disfrutan sus males sin necesidad de quejarse, sin hacer mucho caso de sus dolencias y conviviendo con ellas cual si fuera parte de su condición natural. Unos disfrutan quejarse por el simple hecho de saberse enfermos. A otros nos gusta decirlo a manera de excusa, cuando alguien pide explicaciones de por qué el mal humor.

Dicen que los hipocondríacos inventan sus enfermedades y sin embargo no las fingen, no se trata de un caso de simulación, por eso justamente es un trastorno mental, porque se genera a partir de la mente predispuesta a ello. Yo vivo con mi anemia, mi gastritis, mi fibromalgia, mi rinitis, mis pequeñas y dolorosas fibroadenomas en el seno, mi migraña, palpitaciones en la cabeza ubicadas en sitios específicos, nauseas y bajas de presión sin motivo aparente, y ese dolor en el estomago que me viene con la luna llena.

Quizá es mejor aceptarlos como tal y dejar de tratarlos, porque diciembre mes de sanacion resultó en una cuenta exorbitante en la diners, dos días de reposo, dos intervenciones quirúrgicas (de mínima importancia) y muchos exámenes de sangre. Y yo con Aichmofobia o belonefobia como quieran llamarle al miedo a las agujas.

Lo que más me gusta de ir al medico, es la cara de frustración que ponen los médicos, no han sido dos ni tres sino varios, cuando a la tercera o cuarta cita me escriben en una de esas hojas membretadas que sirven para anotar las recetas, el nombre el siguiente doctor que me deberá atender porque ellos simplemente no pueden hacerse cargo. Yo les veo con la interrogante en el rostro ¿entonces usted tampoco sabe lo que tengo?

Me entusiasma, por que me da la impresión de que la incertidumbre de los médicos me genera un punto más en la imaginaria batalla contra la vejez.

jueves, marzo 15, 2007

Desaparecida Electra


La relación que mantengo con mi padre es más que nada una amistad, y eso al contrario de lo que se puede pensar, no es algo bueno.

Al no existir realmente un vínculo familiar, mi pá y yo somos como ese par de amigos que vivieron cosas muy chéveres en el pasado, y sin embargo las distancias crecen, producto del tiempo, y los cambios.

La vida misma nos ha alejado de tal manera que pese la nostalgia, ya no hay nada que hacer para volver el tiempo atrás, a veces nos llamamos a saludar con un tono morelio y quejas de la ingratitud, pero es inútil: no somos lo que fuimos, tampoco somos padre e hija, queda solo un cariño rezagado y la tristeza de lo que se perdió.

lunes, marzo 12, 2007

Elenita

La vida no es más que instantes acumulados, momentos que lo cambian todo. Estamos a merced del tiempo. Sea un minuto o 30 segundos... lo que tarda un parpadeo.
Solo bastó un instante y la vida me ha cambiado, hace un momento yo era Armando Serrano, exitoso abogado, padre de dos hijos, amado esposo y reconocido profesor de universidad. Ahora soy solo el viudo de doña Elena, pobre, solo y triste Armando.

Como una persona luego de 15 años de unión, amor y compañía llega a ser lo único trascendental que define mi estado y situación. Soy y dejo de ser por ella. Solitario y viejo Armando.

Mis hijos aún no se enteran, vienen en camino al hospital, son aún los jóvenes, los estudiantes, los amigos... En menos de media hora serán los huérfanos, los que lloran, los que me abrazan, los que tratan de calentar este frío que me deja Elenita.

Ahora se llevan el cuerpo, los cuerpos, porque ambos estamos muertos, a ella la cargan hasta la morgue, a mi me llevan a casa, me obligan a comer algo y me dicen que avisarán luego, cuando esté listo lo del velorio.

Han sido tantas las palmadas en la espalda, las frases de consuelo, apenas si los miro y reconozco; solo hay murmullos, saben que es cuestión de tiempo hasta que yo también me vaya, no sobreviviré a esta tristeza.

Todos me miran con pena, aquí no hay abogado, padre, hermano, docente, nada, solo el viudo que se pierde en un llanto silencioso, y el vacío en el pecho se acentúa sin mi Elena. Mía.

jueves, marzo 08, 2007

De buenas mujeres

bruja
Yo nunca logré ser como ese ejemplo de mujer perfecta, buena, bondadosa, una doncella digna de los mejores cuentos. Digo, como aquellas muchachas que pueden terminar en buenos términos una relación tormentosa y además hacer todo un ejercicio de retroalimentación de las cosas buenas y no tan buenas "para que sepa en lo que se equivocó y en el futuro cuando encuentre la mujer adecuada no la deje ir y alcance la felicidad".
Felicidad con otra? WTF! No, yo soy de las que desean lo contrario, ¡que las pague todas el desgraciado! Que si no pudo ser feliz conmigo no lo se con ninguna, ¡viva el egoísmo! Yo no seré la que le enseñe como tratar a alguien para que vaya y practique con otra.

El chip de la generosidad, solidaridad, bondad o como quiera llamársele no me vino incorporado. Por eso me sorprendí mucho la ultima vez que descubrí que alguien a quien yo había querido mucho se hallaba felizmente enamorado y en planes de casarse, luego de unos breves celos me dio una alegría sincera de saber que él está tan bien.

Aunque yo creo que no sentí esa felicidad ajena así nomás por buena nota, sino por el regocijo de saber que yo tuve razón, en aquel tiempo yo confié en que dicho personaje no era tan malo como aparentaba, aposté a que era un gran ser humano con mucho por entregar y al verlo amando tanto, mi ego se hincha de satisfacción al saber que no me equivoqué, el hombre en cuestión es un buen tipo, solo necesitaba la oportunidad de demostrarlo.

Pequeñas satisfacciones que hacen nuestros días más agradables. Y saber que no hay mejor amigo que el tiempo, que todo lo transforma y nos deja solo recuerdos, yo escojo siempre quedarme con los buenos. Es la única manera de tener suficiente paz interior como para poder seguir viviendo tranquila.

lunes, marzo 05, 2007

Sordera unilateral

Hace poco terminé de leer el ensayo sobre la lucidez de Saramago, ahora tengo que palanquearme para que alguien me presente el de la ceguera; y mientras tanto, en estos días he pensado seriamente en escribir el ensayo sobre la sordera: Hace ya una semana que no escucho absolutamente nada por mi oído izquierdo, no es que sea un caso raro, a todos nos ha pasado cosas como esta alguna vez. Por mi parte puedo decir que desde niña tuve problemas de dolor de oído, así que no me sorprende mucho mi nuevo estado, pero si incomoda.

Mamá deja de escuchar cuando se quita los lentes, dice que es alguna relación entre los sentidos que parte del doble esfuerzo de uno de ellos. El caso es que sin lentes mi madre no ve, no oye, y si aun no ha desayunado, tampoco habla porque le da nauseas.

La ironía se ríe de mi sordera, aprovecha la situación para desquitar algunas cuentas pendientes. Soy de aquellas que odian repetir dos o tres veces lo que he dicho si la persona con quien hablo no me escucha.
"Qué?, Cómo? Ah? Repite, no te oí. Perdón?" son frases que me enervan y me quitan el interés de seguir opinando. Así que lo peor de esta sordera no es esa sensación de ruido casi imperceptible que se cola entre las cavidades de mi oreja, si no el tener que ser yo la que pida repetición de las frases o calle resignada ante la falta de entendimiento.

Extraño mi sentido del oído; muchos me han preguntado si acaso perdí también el equilibrio, digo que no aunque he notado que últimamente tropiezo más con mi pie derecho que de costumbre, le hecho la culpa a los tacos. Lo que si es que por lo menos hasta habituarme perdí un poco la coordinación, tampoco es de preocuparse.
Se que pronto todo volverá a la normalidad, el otorrino me espera una de estas tardes y cuando me destape el oído, sentiré de nuevo como si supiera respirar con las orejas.

Por el momento prefiero que la gente se ubique a mi lado derecho para conversar, y mientras tanto deliro en un imaginario ensayo acerca de mi cuasi-sordera que se resumiría en algo así: Es como oír, pero sin el stereo.