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martes, junio 24, 2008

Batallas

The winner, the loser and the poser - Parte V

Quizá el problema fuera que ninguno de ellos tuvo antes una relación semejante, en la que ambos declararan abiertamente su enfermedad. Mostrar sin disfraces sus obsesiones, culpas, carencias, y reprimidos impulsos de auto sabotaje.
Esas cosas que por lo regular se ocultan ante el temor de que el otro se asuste, se aleje, se pierda.

Pero acaso no se trata únicamente de descargas de brutal sinceridad, implica además ser vulnerable ante lo más querido, y arriesgarse voluntariamente a salir lastimado o, en el peor de los casos, herir al otro.

Insistir una y otra vez en fallidos intentos de negociar sin respuestas. Enseñar facetas inverosímiles, saber exactamente cuál es el comentario que golpeará más fuerte, buscar concientemente decepcionarlo. Y ya ni siquiera sorprenderse con una reacción masoquista de su parte; sin confundir, nada tiene que ver con sumisión, sino con aceptar el grito, la reacción violenta, la sal sobre la herida, por un impulso enfermo de permanecer, la necesidad de quedarse y seguir creyendo, en nombre del amor, de la felicidad, la ilusión hasta cuando todo este perdido.

Y es precisamente cuando el daño es demasiado, cuando se cree que no resta mucho tiempo y las esperanzas se han apagado, cuando se ha exprimido hasta la última gota de paciencia, tras cada portazo y cada grito, son aquellas despedidas sin emoción, donde se notan vestigios de verdadera pasión. Son esos besos los más honestos, por los que vale la pena volver a la carga una y otra vez y salvar batallas, aún sabiendo que la guerra se ha acabado.

lunes, junio 16, 2008

Celos

(The winner, the loser and the poser - Parte IV)

Me dices, algo irritado, que temes que otro hombre pudiera llamar mi atención, conseguir mi cariño y alejarme de tu vida. Mientes.

Las astucias de la seducción tienen preliminares más complicados que un simple acercamiento de un posible extraño, una tarde cualquiera, en un sitio repleto de gente. La misma gente que casi siempre aborrece estar aislada, por eso resalta tanto mi presencia, solitaria entre la multitud.

Sin embargo, eso no justifica tus palabras. Sabes bien que tú no te acercarías a mí, si acaso te conviertes por un segundo en el extraño. Ese es el verdadero miedo.

Cuantas veces has podido mirar con desdén el interior de una cafetería, sin saber que adentro podría estar, sola también, esperando, la mujer que pudo hacerte feliz. Cuántas veces pudiste cruzar la mirada con aquella que siempre buscaste, sin atreverte a hablar por temor a equivocarte, y seguiste de largo tratando inútilmente de olvidar su rostro para siempre. Cuantas veces.

miércoles, junio 04, 2008

La otra

(The winner, the looser, and the poser - Parte III)
Fernando está profundamente enamorado de Isabel. Todo relato debe comenzar con una certeza seguida de un punto seguido. A veces se atreve a decírselo, bajito al oído, susurrando apenas. Te quiero. Te quiero. Solo a veces.

Fernando es el amante de Isabel, pero eso el lector no lo puede predecir aún, es necesario destacar el hecho, aunque no explique nada, todavía. Y aunque habrá quien advierta algo de misterio, es poco probable adivinar el adulterio.

Hoy otra mujer amanece junto a él, aire compartido, alientos fatigados, una mujer totalmente distinta a la que ama, portadora de una oscura cabellera que lo inunda todo y se extiende sobre las almohadas. Por ahora es imposible conocer o entender cuáles son los motivos que llevan al protagonista a traer otra a su cama, no bastará con decir que son equivocados.

Y ahora aprovechando nuestra distracción en esos detalles, esta otra mujer, sin nombre ni rostro, se ha levantado sin ser vista y pasea desnuda por la habitación, no ha amanecido todavía, desliza inocente sus caderas descubiertas por cada rincón de la pieza, hurgando sin querer, o tal vez queriendo, encuentra las pruebas, rezagos que toda relación significativa va dejando en el tiempo.

- No toques eso. - Casi como un ladrido, agresivo Fernando desde las sábanas, su molestia es real, pero no se ha despertado lo suficiente para notarlo.
- ¿Es tu novia? -pregunta con una curiosidad disfrazada de sorpresa mientras aun sostiene la foto entre los dedos.
- Que dejes.
- Dejo, pero tu responde, dime, ¿dónde está ella ahora?
- Ella vendrá, algún momento volverá.
- Ah, entiendo, la engañas conmigo mientras dure su ausencia, digamos, como para ganar tiempo, o acaso sobrellevarlo con alguna gracia. -No hay un mínimo de sarcasmo en sus preguntas.
- No la engaño.
- Oh... - es aquí donde podría arquear levemente la ceja, pero hemos dicho ya que esta otra no tiene rostro- no la engañas, nosotros, anoche, la semana anterior y también hace dos semanas, somos ficción, fantasmas inexistentes.
- No la engaño –Fernando está repitiendo sus respuestas cual si hablara con su propia sombra- me miento a mí, creyendo que estaremos a mano, que durmiendo contigo mi orgullo no se sentirá lastimado.
- Y luego ella vendrá... (acaso también se irá, todas nos vamos)

Solo Isabel tiene forma. Tiene los ojos celestes y el cabello ensortijado.
Fernando no vuelve a pronunciar palabra, lo único que puede ocupar su mente ahora son las funestas despedidas sin promesas de retorno, y en cada adiós él convenciéndose de que aún hay esperanza, que el amor existe, solo no se lo ha permitido quedarse. Palabras susurradas entre sueños. Cariños dichos al oído que nunca fueron escuchados. Sonidos lejanos, como el agua que ahora cae en la bañera, y debajo, la mujer desnuda que hasta hace poco paseaba por la pieza revolviendo algo mas que fotos y recuerdos.