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miércoles, julio 30, 2008

wake up

Supongo que a todos nos pasa, y si no, por lo menos a un grupo mayoritario, eso de sentirnos especiales, diferentes. Creer que Dios creó al resto y por separado a mí, con alguna predilección especial, aunque sea mínima pero importante.
Pensar que existe un factor x que nos separa de la gente común. No necesariamente una inteligencia superior, (aunque voluntariamente o no, este sentimiento con el tiempo se va tornando arrogancia también) sino la capacidad de razonar con una lógica distinta, como si todo fuera mas claro desde esta óptica, cual si una fuerza interior permitiese tener una objetividad extra-ordinaria.

Que todas aquellas estadísticas psicológicas, sociológicas, marketeras, entre otras, simplemente no se aplican, porque no estamos en la misma horma.
Un in-genio especial que hace que las ideas caigan, como monedita, de una manera fantástica en nuestra mente, tener la asombrosa habilidad de captar algunas cosas al instante y sin embargo no poder comunicarlo porque el resto, tan mundanos, no lo podrían entender.

Cuantas veces me convencí de tener alguna especie de madurez innata e incomprensible, que formaba una barrera intelectual entre los demás y Yo. Que mis reacciones no podían ser adivinadas ni siquiera por el mejor de los expertos, que mi desnudez no implicaría vulnerabilidad, que si lloro con una comedia romántica, seguramente es por algún motivo mucho más profundo que el resto de mujeres que salen con los ojos enrojecidos de la sala del cine.

Y de repente llega otra realidad a abofetearme, a decirme que al final no soy tan especial ni escribo tan bonito, que mis obsesiones son cualquiera, que soy parte del montón que asegura no ser parte del montón. Me veo a mi misma frágil, avergonzada con trivialidades, tratando de crear conexiones emocionales, buscando identificación con mis pares y sin encajar nunca. Fingiendo frente al mundo que uno puede ser parte cuando de antemano se sabe que es inútil. La pirámide de Maslow funcionando como una cascada de motivaciones, supliendo una a una las necesidades sin saltar escalones siquiera, todas en correcto orden, concordancia y similitud, tal como tiene que ser, como no quise que fuera, pero no hay reconocimiento, ni racionalización que separe las causas de su efecto. Es lo que hay.

viernes, julio 25, 2008

De colectivos II

Cuando recién llegue a Buenos Aires una de las cosas que más me impresionaba eran los buses, ahora estoy acostumbrada al punto de que he dejado de pensar en esas pequeñas grandes diferencias que hay. Pero lo cierto es que cada vez que me faltan monedas reniego de cómo puede ser tan evidente y tan difícil de solucionar al mismo tiempo.

Y bueno, acá a los colectivos se los conoce por el número, según mi guía hay como 300 líneas, pero yo creo que en capital federal deben haber unas 150 máximo. Igual son muchas, y los recorridos son larguísimos, y no necesariamente van por las calles principales sino que culebrean por las calles mas angostas haciendo recorridos entreverados pero agradables para conocer la ciudad. Al cabo de un tiempo necesariamente uno empieza a encontrar sus preferidos, yo tomo el 60 y el 29 para todo lado.

Solo se puede pagar con monedas, a eso súmenle que hay una escasez de las mismas increíble, son el tesoro mas preciado de los peatones, y en las tiendas es muy probable que te nieguen la venta, solo para no perder el poco de cambio que tienen. No hay billetes de un peso, y abundan los de dos, eso complica un poco mas hacerse de unas pocas. Y pensar que todas están paseándose de un lado a otro de la ciudad durante el día. Pero bueno, volviendo al tema de los buses, el usuario se sube y le tiene que decir al chofer su destino o cuanto cobrarle entre 90 centavos y un peso, de acuerdo a la distancia que se va a recorrer. Luego de decidir la tarifa, se insertan las moneditas en una maquina, la misma que luego expide automaticamente el boleto, que hay que guardar, por si acaso haya revisión.
Es así que no hay cobrador colgado de la puerta que te va cantando las paradas, ni que diga inútilmente "siga, siga que atrás hay puesto".

En lo personal evito sentarme adelante, solo por el desgano que me produce tener que ceder el puesto a los pocos minutos. Ah! falta mencionar que los desgraciados solo paran en sitios determinados, puedes estar literalmente a 5 metros de la parada y pedirle que pare, que el chofer acelera a fondo y no se detiene. 3 metros, inclusive! Para mi que los migrantes encuentran su medio de venganza del argentino promedio siendo chofer de colectivo, se sienten poderosos, tratan a la maldita sea a la gente, si no les da la gana no abren la puerta de atrás para que los pasajeros desciendan y luego paran 8 cuadras mas allá obligando a la gente a caminar, se ríen para sus adentros cada vez que un incauto no ha logrado subirse y golpea con la mano la puerta de vidrio.

Pero lo mejor es que funcionan 24 horas, uno puede salir de farrear (o de hacer deberes) a las 4.30 de la mañana que siempre encontrará "el bondi" que lo lleve a casa.

miércoles, julio 16, 2008

Comparación

Siempre me ha parecido absurdo cuando los padres insisten en que sus hijos coman todo bajo el argumento de que "hay tantos niños que se mueren de hambre en el mundo", o cuando a un chico no le gusta tal o cual prenda responden "tu siquiera tienes algo que ponerte, cuanta gente no tiene absolutamente nada".

Me parece incluso molesto, tener que compararse con los más pobres para sentirse orgulloso de lo propio. Si uno no tiene ganas o motivos para sentirse contento con su trabajo, ropa, comida, status, no debería sentirse mejor solo porque hay otros que no alcanzan a lo citado.

Sentirse bien unicamente por ser mejor que otros es igual a mirar a los que tienen más y sentirse miserable.

domingo, julio 06, 2008

Vacíos

(The winner, the loser and the poser - Parte final)

Hubiésemos podido terminar en una tarde lluviosa, y es probable que entonces todo tuviera un poco más de sentido. Quizá yo podría reflejar lo que siento en la imagen de un cielo nublado, oscuro, frío, tempestuoso. En cambio, aquel martes fue insoportablemente caluroso. Nada es como poéticamente quisiéramos que fuera.

Una mañana como otra, con el sol iluminando en lo alto, sin que asomara una sola nube en las alturas. Un martes pintoresco y perfecto. Para hacerlo corto y en resumen: no lo vi venir. Uno no se levanta en la mañana de un día cualquiera pensando que de manera abrupta todo va a cambiar, que otro ha ganado una batalla nunca declarada, y que tú, mi Isabel, no ibas a ser más parte de mi vida, aún habiendo despertado a mi lado, contemplándome profundamente, de la manera que solo tú sabes, diciéndome sin palabras, las cosas que sólo yo, que te conozco tanto, puedo leer en esos ojos azules cuando se pierden en mi mirada; diciéndome que eras feliz, y que eras mía, y yo sin poder contestar a tu cariño. Viéndote también, pero sin alcanzar a transmitirte nada más que mi angustia, una presión en el pecho ahogándome, la imposibilidad de pedirte que te quedes por siempre a mi lado, mis silencios obligados, mi miedo a perderte. Pero perderte cualquier otro día y no necesariamente ese, no un martes soleado, sino tal vez una tarde donde el ruido de una enorme tormenta opacara el eco de mis gritos ante el vacío que dejaste.