Discutimos – no peleamos-. Yo creo en Dios y él no. No trato de evangelizarlo, comprendo su ateísmo de facto mientras no sea grosero con mi fé. El no trata de abrirme los ojos, me quiere a pesar de la falta de fundamentos de mi religión. Con mis cábalas, mis historias infantiles, aún sin comprender el abrigo que me otorga el elegir creer, o quizá comprendiéndolo, me quiere. Pese a la diferencia de cultos, ambos respetamos el del otro y no tratamos de hacernos cambiar de opinion.
Argumenta, como es lógico. De antemano sabemos que yo no tendré pruebas de refutación, más allá de los valores inculcados, de las historias de un libro que no es más que recopilaciones a conveniencia de una institución que como culto ha ido en decadencia en el último siglo.
Me voy quedando sin respuestas. ¿Qué es lo que me aferra, por principio, a una fé que no se sostiene? Uno.- La necesidad de creer, que no somos animales sin rumbo, que existe un plan mayor, fruto de un conocimiento que nuestra inteligencia no alcanza a comprender. Dos.- El consuelo justo y necesario de que nuestros muertos están sin estar, que permanecen, la esperanza de la vida eterna, del perdón de los pecados (para ellos, los que se fueron. Yo tiendo a hacerme cargo de mis propios mambos). Tres.- El ego, que nadie me venga a decir que he desperdiciado 27 años de mi vida creyendo en algo que al final no es cierto. El ego, no va a existir manera ni persona en el mundo que tumbe mi fe, que es más fuerte, y es más grande que un grano de mostaza, que está aquí adentro, luego de haber pasado la crisis típica de la adolescencia y haber vuelto aún con más fuerza, querer creer, la vida como un ejercicio de fé, la elección a conciencia. Cuatro.- El miedo, ¿y si existe y yo reniego de él?. Cinco.- La teoría de Pascal: “Es mejor creer en Dios, porque si se está en lo cierto, puedes alcanzar la dicha eterna, y estar equivocado no supone diferencia alguna. Por otro lado, si no crees en Dios y resulta que estás equivocado te condenarás para toda la eternidad”.
Mi fé es incompatible con todo lo demás. El azar, los babballos, la magia. Mi iglesia no me dio argumentos, tan sólo metáforas que se deshacen. Es cuestión de interpretación. Es más fácil racionalizar y darse cuenta de que dios no existe. Es difícil asumir eso y aún así sentir, sin pruebas, que dios existe, como padre creador, como decisor. En ese caso, qué pasó con nuestro libre albedrío?. Dios omnipotente, omnipresente, omnisciente. La paradoja de la omnipotencia: es posible que dios cree un objeto tan pesado que él mismo no pueda levantarlo. A toda razón y lógica, él va logrando sin querer hacerlo, lo que otros no han logrado. Yo me pregunto por qué no me puedo rodear de gente normal, de esos que no son quisquillosos con la música, esos que no tienen que atravesar carreteras para estar a mi lado, de esos que creen en dios y no me plantean la verdad como un baldazo de agua fría que me deja triste.
¿Cómo se recibe un cambio de éstos en la vida de una? No es cuestión de tomar la siguiente curva con una nueva determinación y al traste todo lo antes pensado. ¿Regresé a la adolescencia y esto es sólo una etapa que se me quitará con la madurez que me otorguen los años? Y qué hago con ese abrigo que siento cada vez que hablo con dios padre, agradecida por lo bueno, la sensación de que no necesito pruebas para saber que él está en mi.
Pese a ello, no puedo dejar de aceptar que ninguno de los cinco puntos antes mencionados son suficientes, y lo que es peor, no se sostienen en el tiempo, que tarde o temprano caerán por una realidad innegable, la razón.
Al final, somos siempre Babba y yo. No vamos a dejarnos caer.