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lunes, abril 23, 2007

Mejores Días

Sus amantes aseguran que es un galán, un seductor dotado de una enorme fortuna, una gran labia y un descomunal miembro. Sus enemigos dicen que sólo es un crápula, un despilfarrador, un vago y un enfermo sexual. Todos tienen la razón.1

Camina retrasado, un sonido se despliega de sus zapatos sin importar si el piso es de madera, concreto, mármol o cualquier otro material. Avanza sin prisas, a un mismo ritmo, como quien sabe que hay un tiempo para todo y que el primer cigarrillo del día depende completamente de la hora en que uno se ha levantado.

Mateo sabe que conseguir el cuerpo, la pasión, la entrega y muchas veces el amor de una mujer, no depende de ellas, sino de él. Muchos lo llaman egocentrismo, el lo reconoce como voluntad.2

Lleva varios cientos de años en este mismo trajinar, aunque pocos lo noten, aunque absolutamente nadie le crea. Muchos aseguran que su invisible envejecimiento se debe a las tantas cremas que se exponen en las vitrinas en cualquier supermercado, o quizá a una que otra cirugía plástica que ahora están tan de moda. Pero claro, como va a explicar Mateo que su inmortalidad se remonta a la plena edad media, donde hablar de cirugías era una ilusión vana que conllevaba una muerte segura.
Pero eso sería dar mucha explicación, ahondar en temas inútiles, no faltará el idiota que pregunte por la evolución en la moda, lo difícil de asumir el calentamiento global y las grandes enseñanzas que deja la historia.

A Mateo eso le vale poco menos que nada, es decir, que explicación puede dar en una época que aún siendo actual y donde se han dejado de lado las hogueras, aun la gente cree que si fuera verdad su historia, no podría caminar tranquilo y despreocupado bajo la luz del día, o aquella otra idea preconcebida de que sus ojos se tornan azules ante un momento de excitación y su colmillos afilados.

Pero esta no es el relato de su historia, si alguien quisiera saber lo que ha vivido, o cómo llegó a ser lo que ahora es, que vaya y compre alguna novela en la librería de la esquina o simplemente un libro de historia.

Mateo deja que la vida se acople a sus pasos, que se arrastre un poco como la suela de su zapato, en la noche llega a casa después de haber repasado una y otra vez las mismas calles, se recuesta y abriendo la pequeña libreta que permanece sobre el velador, escribe en ella la idea que lo ha perseguido en su recorrido.

Mis peores días son cuando te extraño… Y no hay lógica que pueda conmigo y tu ausencia.

Y solo entonces, apaga la lámpara.

1 Parecido a la descripción que hay en la web del asesino serial Jose Maria Jarabe.
2 Por JX Fox

jueves, abril 19, 2007

Corto # 8

Señales de que soy una mala esposa:
Me caes mejor cuando fumas, pese a saber tu afición por los deportes y tu necesidad de estar en buen estado físico para escalar montañas.

lunes, abril 16, 2007

La feria

Tenía un poco más de cuatro años cuando mi padre me llevó por primera vez a la feria. Él, estricto militar con muchos años de servicio y entrenamiento previo a ejercer la profesión de abogado, caminaba al ritmo de una marcha que únicamente sonaba en su cabeza pero que yo, su único hijo, tenía que seguir aunque fuera una situación informal.

Un hombre que me invitaba a probar suerte con una escopeta en mano frente a muchas cajas de chicles de colores pegadas a un gran panel de madera llamaron mi atención, pero con pocas palabras y un gesto incuestionable de negación, mi padre me hizo entender que sería imposible malgastar el dinero en un juego que obviamente implicaba estafa. Seguimos dando vueltas por un rato, como era una feria de barrio no había mucho más por escoger, me detuve frente a mis dos alternativas: un carrusel cuyos vehículos eran payasos, naves espaciales o carros de latón pintado; y la gran rueda giratoria que se elevaba por encima de nuestros ojos con sus luces de colores.
Miré extasiado a papá que comprendió enseguida mi elección.

Pagó al sujeto que detuvo el juego por un momento y que bruscamente me ubicó en el que sería mi asiento, él no vino conmigo, era momento de demostrar mi valentía e independencia.

El pánico se apoderó de mi en el momento justo en que el tubo de seguridad se ajustó contra mi estomago, busqué a mi padre, traté de hablar, pedir que me bajen, demostrar mi arrepentimiento, pero fue inútil, la enorme rueda empezó a girar y llevarme con ella hasta lo más alto, provocando mi primer contacto con el vértigo: un vacío en la barriga.

Él se dio cuenta y captó con señas mi atención, clavo sus ojos fijamente en mi y de repente su postura seria cambió, extendió sus brazos transformándolas en dos pesadas alas de acero, y con una sonrisa empezó a narrar los hechos desde su punto de vista: yo era el piloto de un avión y me elevaba rápidamente por entre los cielos.

Mi miedo desapareció y aquella fría banca de metal a la que antes me aferraba con fuerza se convirtió en la primera cabina de avión que pisaría en mi vida. El cielo se abría a mi paso y las turbinas sonaban con fuerza en labios de papá quien hacía todos los ruidos del motor y daba vueltas desde abajo diciéndome como tomar el timón y esquivar las nubes. Fue el mejor paseo de mi vida. Mi primer simulacro de vuelo.

Bajé y encontré a mi padre distinto, la marcha militar se acomodó nuevamente en nuestros pies y la seriedad del ejército se encajó en su rostro. Pero ahora teníamos un secreto y afición compartida, no es que nos volviéramos cómplices, no me sonrió furtivamente ni me guiñó el ojo, pero no hacía falta tampoco, las luces de la rueda de la feria se quedaron iluminando nuestros recuerdos por mucho tiempo más.

* A Marcelo, piloto de todos mis sueños.

lunes, abril 09, 2007

Despedida

Es curioso como muchas veces asumimos un papel de acuerdo a la persona que tengamos al frente. De esta manera, si alguien muy pesimista viene hacia mi, yo actúo como vendedora de libros de superación, si es alguien que pasa todo el tiempo cabreado entonces adopto un rol de mujer analítica, racional y cortante. Si es alguien que solo asoma para contarme sus penas, yo como pésima consejera empiezo a consolar torpemente. Y así vamos actuando de una u otra forma, no de manera hipócrita o fingida, sino sacando de nosotros cada faceta que compone al ser que realmente somos. Yo, a veces Morelia, a veces objetiva, otras veces sumisa, o buscapleitos, inteligente, divertida, boba… no depende tanto del momento o el día, sino de con quien estoy tratando, supongo que eso es más divertido o interesante que ser siempre la misma persona.

El llanto se presenta de distintas maneras en cada persona. Hay quienes dicen que cuando Demi Moore llora se la ve guapísima. Yo me he visto desde diferentes ángulos en el espejo, para saber cual es el mejor cuando estoy ahogada en lágrimas pero es inútil. Las diferencias con Demi son notorias, está por demás decir que yo me hubiera quedado con Bruce aunque Ashton este re-mandable.

El otro día en el bus de regreso a mi casa trataba de consolar a Amelita, una amiga que tiene edad para ser mi madre y un carácter envidiable que solo con los años se logra. Vi sus ojos hinchados, sin ocultar su llanto, y la escuché hablar en pasado de su hija, anécdotas diarias, extrañándola como si estuviera muerta cuando en realidad la chica se fue para Alemania a estudiar y casarse con el hombre que la está esperando desde hace años.

Le dije a Amelia lo obvio: que tiene todo el derecho de vivir su dolor plenamente, de llorar y sufrir lo que quiera cuando las fuerzas le faltan, pero solo hasta cierto límite y que por favor no hable como si la chica hubiera fallecido, que debemos acostumbrarnos a que si así es la vida y que por supuesto tiene todo el derecho de callarme, porque yo no soy madre y no se lo que se siente perder una hija.

Yo abandoné a mi madre dos veces, la primera por año sabático en las islas y la segunda para formar parte del grupo de la nueva generación de flamantes esposas no-quiero-tener-hijos-nunca, sentí pena innegablemente, pero nada comparado a cuando ella se fue a cumplir papel de migrante/madre-que-busca-mejor-futuro-para-sus-hijos. De todas maneras aunque la mayor agonía se sienta en la soledad, el verdadero dolor se aprecia recién en la despedida, ese momento crucial del abrazo cariñoso y las palabras llenas de buenos deseos silenciados por un nudo en la garganta.

Las despedidas nunca me han sido fáciles, por lo menos yo soy de las que prefiere evitarlas y puede ser que eso me venga de una costumbre heredada, de un padre que partió innumerables veces sin nunca decir adiós lo que hacía la soledad más profunda, pero difería el dolor y las interrogantes de la despedida.

La nena se ha ido, quedamos en vernos para una tarde de chismes la semana anterior y nunca concretamos, ella me escribió a decir que el jueves no podía, mejor otro día, el cual nunca llegó por que yo no quise escribirle a concretar, sencillamente porque me cuesta aceptar que cada una tiene una vida ahora y que de aquí serán muchos años sin vernos. El domingo me llamo a decir que ya estaba afuera del aeropuerto, le conteste como si me dijera que iba a guayaquil por dos días, evite darle el abrazo, sentir el nudo en la garganta y despedirme para siempre o hasta un buen tiempo.

Hoy la encuentro en el msn y le hablo como si nada, como si aún estuviera trabajando al frente del cci y el viernes podríamos ir a tomar cerveza en la roys, me dice que esta conociendo su nueva ciudad, buscando casa, yo le hablo tranquila para no saber si siente que algo le falta y para no preguntarme si la extraño.

Por ahora quizá este post compensa mi desprendimiento, mi falta esa tarde en el aeropuerto y sirve de despedida cargada de buenos deseos. Trato de repetirme lo que dije hace unas tardes en el bus, que ese es el ciclo de vida y que las despedidas son lo que son; hay que dejar a la gente seguir su camino, y seguir con el nuestro sin mirar atrás.

lunes, abril 02, 2007

Browning

Una pistola semiautomática 9mm marca browning se esconde en uno de los cajones de mi closet. Apenas si sale para acomodarse en la espalda de Marcelo cuando saca a pasear al perro, en mis manos no cae ni para ser limpiada.

La he cargado dos veces desde que la tengo, la primera para aprender en caso de emergencia, y la segunda en un caso de falsa emergencia, por suerte, porque con mi pulso la bala hubiera llegado justo al lugar equivocado. Aunque estoy convencida que disparar a alguien no es cuestión de pulso.
Yo he apretado el gatillo contra cartones marcados, pero no se compara, es decir, ni parecido.

Marcelo se queja apenado de que no podamos utilizar un arma tan buena más seguido, a mi se me ocurre una campaña para matar a todos los ladrones hijueputas que últimamente parecen no temer a nada y sin horario asaltan en una ola de violencia que crece cada día de manera impensable. Kill’em all. Una cuidad donde reine el caos, donde este permitido asesinar ladrones. Que tengan miedo. En las calles permanecerán los cuerpos hasta ser recogidos, no habrán curiosos que se acerquen a mirar. "Aquí intentó robarme y fue lo ultimo que hizo en su miserable vida."
Pero la fantasía no se sostiene, no duraríamos mucho. Tierra de miserables.

Tener un primo en la guerra de Irak te cambia un poco la perspectiva, matar o morir, dejar ahí el cuerpo y seguir tu camino, preferir ser el asesino y vivir con esas imágenes sangrantes que te atormenten en sueños, en lugar de llegar en un cofre a casa de la madre y que sea ella quien nunca más logre dormir.

¿Cómo se aprende a matar? Hemos visto suficientes películas de acción, algunas de terror y demasiadas series de forenses.

Jamie Lee Curtis le pregunta a Arnold Schwarzenegger si ha matado a alguien alguna vez, y él con tono cariñoso le responde que si pero que eran todos malos. ¿Dónde está la etiqueta o lunar que nos identifica como los buenos o malos? Cierro el capítulo esperando que mi primo sea de los del primer grupo y que nunca sea repatriado con una bandera de líneas y estrellas que envuelva la caja.

No se si llegue el día en que tenga que poner a prueba mi mal pulso, mientras tanto prefiero no pensar mucho en ello, extender la franela, envolver la pistola y arrinconarla entre la ropa.