Una pistola semiautomática 9mm marca browning se esconde en uno de los cajones de mi closet. Apenas si sale para acomodarse en la espalda de Marcelo cuando saca a pasear al perro, en mis manos no cae ni para ser limpiada.
La he cargado dos veces desde que la tengo, la primera para aprender en caso de emergencia, y la segunda en un caso de falsa emergencia, por suerte, porque con mi pulso la bala hubiera llegado justo al lugar equivocado. Aunque estoy convencida que disparar a alguien no es cuestión de pulso.
Yo he apretado el gatillo contra cartones marcados, pero no se compara, es decir, ni parecido.
Marcelo se queja apenado de que no podamos utilizar un arma tan buena más seguido, a mi se me ocurre una campaña para matar a todos los ladrones hijueputas que últimamente parecen no temer a nada y sin horario asaltan en una ola de violencia que crece cada día de manera impensable. Kill’em all. Una cuidad donde reine el caos, donde este permitido asesinar ladrones. Que tengan miedo. En las calles permanecerán los cuerpos hasta ser recogidos, no habrán curiosos que se acerquen a mirar. "Aquí intentó robarme y fue lo ultimo que hizo en su miserable vida."
Pero la fantasía no se sostiene, no duraríamos mucho. Tierra de miserables.
Tener un primo en la guerra de Irak te cambia un poco la perspectiva, matar o morir, dejar ahí el cuerpo y seguir tu camino, preferir ser el asesino y vivir con esas imágenes sangrantes que te atormenten en sueños, en lugar de llegar en un cofre a casa de la madre y que sea ella quien nunca más logre dormir.
¿Cómo se aprende a matar? Hemos visto suficientes películas de acción, algunas de terror y demasiadas series de forenses.
Jamie Lee Curtis le pregunta a Arnold Schwarzenegger si ha matado a alguien alguna vez, y él con tono cariñoso le responde que si pero que eran todos malos. ¿Dónde está la etiqueta o lunar que nos identifica como los buenos o malos? Cierro el capítulo esperando que mi primo sea de los del primer grupo y que nunca sea repatriado con una bandera de líneas y estrellas que envuelva la caja.
No se si llegue el día en que tenga que poner a prueba mi mal pulso, mientras tanto prefiero no pensar mucho en ello, extender la franela, envolver la pistola y arrinconarla entre la ropa.
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lunes, abril 02, 2007
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