Nube de Tópicos frecuentes

jueves, junio 30, 2011

16:20

Permanece junto al marco de la puerta, algo le impide entrar, quieto, casi escondido, como si no quisiera ser visto, como si eso importara.
El llanto de la madre, de la viuda, de los huérfanos. El llanto, sólo el llanto. Los únicos que tienen lágrimas por derramar, son siempre los que quedan.
-          Gracias por venir.
Queda el llanto entre sollozos, entre gemidos y a gritos desesperados. Llanto que se esconde, lágrimas a chorros.
-          ¿Qué haces acá?
Y no hace mucho más que estar quieto, impedido de entrar, como si permanecer inmóvil fuese hacer algo.
-          Lo siento mucho.
¿Lo siente? ¿Dónde se siente? ¿Dónde duele? ¿Será posible decir algo, que no sea una repetición mecánica de palabras de aliento?. Como si los deudos quisieran escucharlo.
Sus pies retroceden, no es él quien ha tomado la decisión, sino su cuerpo el que se ve violentamente empujado a hacia atrás, como aquel que teniendo vértigo se inclina frente a un precipicio, la atracción del cuerpo. No hay necesidad de despedirse, da la vuelta y se marcha rumbo a casa, nunca antes la idea del calor de hogar le resultó tan confortable.

martes, junio 28, 2011

Paraguay y Thames

Hoy me desperté pensando que por dos meses está bien no extrañar bs as, porque se están re cagando de frío en pleno invierno allá. Luego vi este video http://www.youtube.com/v/fPNT7D2Wu8Y?version=3 (no lo puedo postear bien, todo ahora es autopublicado desde mi email) y la nostalgia volvió a mi. Incluso sale la calle en la que viví, a media cuadra de la que fue mi casa. La nostalgia es una perra. ¿Qué hago yo viviendo acá? Extraño la ciudad de la furia y sus calles.

lunes, junio 27, 2011

Asalto

Le comenté que de haber estado sola, creo que hubiera reaccionado diferente. Pero quizá es una mentira, porque no me conozco en dicha situación. También se me ocurrió provocar una masacre, pero me dio pena, por la vida ajena. Me dijo: "es que conforme pasan los años, nos aferramos más a la vida". No me convence, sé que yo no me aferro a la mía, me gusta darme ciertos lujos y placeres, pero bien puede terminarse el día que sea, completo desapego. Posiblemente esto sea otra mentira, el auto convencimiento, pero al menos tengo los ovarios de cruzar la calle con los ojos cerrados, es un ejercicio divertidísimo para el oído.

Te llenas de condicionales, hubiera estado bueno discutir un poco, tentar; o mejor no. ¿Qué haría mi acompañante si yo terminaba muerta? "Disculpe señora, sí, yo soy el que sale con su hija, pues sabe que íbamos caminando aquí a tres cuadras y pues sucedió algo y aquí le traigo lo que quedó del cuerpo, no grite señora, no los vi para dónde corrieron, si, mejor tomo el mismo camino".
¿Qué hacía yo, en el caso contrario? ¿Y si el revólver  no era real, pero sí lo era el cuchillo? De sólo pensar en una abertura en pleno vientre (¡ay la cicatriz en mi cuerpo perfecto!) y buscar clínica u hospital y el dinero del gasto. Que caray, dejarse robar.

Me dice, que además hay que evaluar, por qué dejarse matar. "A cambio de qué, un teléfono, o dinero, que tanto valor pueden tener para arriesgarte a que te maten". ¿A cambio de qué?, nadie habló del valor de intercambio directo: yo armo pelea por no dejarme robar, no por ese celular ni por los cigarrillos que el imbécil se quiere llevar, hago lío por el atropello injustificado a mi libertad, por el asalto a mi propiedad.

Y al final, nada, es lo que hay. Reaccionas diferente respecto a la compañía. ¿Dónde quedó el estoicismo, la rebeldía, la dulce inmortalidad de los 27? Revives una y otra vez la escena. Desconózcome. Como mirarse en un video casero y decir, esa no soy yo.

viernes, junio 24, 2011

Puntería

La punta metálica afilada, dispuesta hacia arriba por un designio del destino. La punta inmóvil, permanece en su sitio, tan inerte como el metal suele ser, no espera nada.

Es el dedo el que se acerca, impulsado por una mano que se mueve presurosa, sin pensar, una mano que se sabe el camino de memoria. Siempre el mismo dedo rosado hurgando en bolsillos similares, dónde nunca existen metales filosos apuntando hacia arriba, o casi nunca.

La carne se desgarra. La punta introduciéndose con cierta fricción, crujiendo mientras se abre camino por la piel, justo por debajo de la uña de un dedo que se retira asustado a toda velocidad. La mano es llevada por reflejo a la boca, quizá la saliva pueda calmar el dolor, meterse por el sendero que ha dejado aquel metal puntiagudo.

El dedo no sangra, mas queda un dolor en la yema, un dolor móvil que es imposible apretar, determinar. Un pulgar queriendo hacer presión en un intento de calmar el sufrimiento, otra vez la boca, la lengua busca ese sabor a óxido tan característico de la sangre, otra vez el pulgar empujando la yema hacia arriba en dirección a la uña, como queriendo soldar ese hueco diminuto que se ha creado, y la boca, la saliva, y un beso.

miércoles, junio 15, 2011

Edificio. Parte 1

"Apaga esa huevada". Esa fue la primera vez que se estableció (algo parecido al) diálogo con los vecinos.

Estaba harto, domingo 11 de la noche; por las paredes se puede escuchar agua correr, quién sabe de dónde baja el agua, seguro viene por alguna cañería de los baños. Si se esfuerza puede también no solo oír la tv de los del 403 sino también el tono del teléfono cuando lo descuelgan, a la madre dando la bendición a su hijo.

Es domingo a las 11 de la noche, y por encima del ruido del extractor de olores de la cocina del 302 se escuchó el grito: apaga esa huevada, refiriéndose precisamente, al extractor de olores.

De inmediato se escucharon los murmullos en el 201, 202 y 401. Algunos cuestionaron la forma del pedido, pero sollozando, no querían ser inconsistentes con su discurso. La del 603 hizo todo lo contrario: cerró la ventana que casi siempre mantenía abierta, apago la luz, y ni siquiera tuvo ganas de espiar. La del 302 asomo tímidamente la cabeza por la ventana de la cocina, por supuesto, lo hizo después de apagar el extractor. Aunque al ratito también se le ocurrió encenderlo de nuevo, solo para verificar de donde salía el bramido. Le gustaba recibir órdenes, no lo sabía, pero esa excitación no debía ser normal, seguramente era por el mandato en alto volumen.

martes, junio 14, 2011

Fragmento: ¡Espérame en Siberia, vida mía! - Enrique Jardiel Poncela

No me cansaré nunca de decírselo, amantes de todos los países: en el amor, prescindid del prólogo.
Verdaderamente, en la mayor parte de las cosas del mundo se debe prescindir del prólogo; pero en el amor más que en nada.
Cuantos presumen de dominar los problemas pasionales os aconsejarán que al encerraros con la persona de vuestra predi­lección, en una alcoba más o menos suntuosa, procedáis con cal­ma y enfoquéis el idilio lentamente con cien detalles nimios y previos, dejando para lo último la satisfacción del amor, de la misma manera que los platos de dulce se reservan en las comidas para el final.
Pero no hagáis caso a esas gentes experimentadas. Del amor, no sabe nadie una jota. (Ni yo, claro.)
Y dejar lo dulce para el final es exponerse a que el final no llegue y os quedéis sin el dulce.
Mujeres: esos hombres que no intentan apoderarse de vosotras desde el primer momento son unos impotentes o unos idiotas, pero nunca unas personas honorables ni menos unos seres experi­mentados.
Hombres: esas mujeres que desde el primer momento se os nie­gan no son unas virtudes romanas: son unas ingenuas o más senci­llamente: es que no le gustáis.
El amor tiene naturaleza de telegrama urgente: si no va de pri­sa no sirve para nada. Mirar cuando puede besarse, hablar cuando puede amarse, es tan imperdonable como ponerse el frac con som­brero
calañés. Perder el tiempo en el amor es un delito que no está penado en el Código, porque los Códigos han sido hechos por ancianos para quienes el amor ya no era sino un recuerdo esfuma­do y lejano.
No me cansaré nunca de decíroslo, amantes de todos los paí­ses: en el amor prescindid del prólogo u os veréis obligados a pres­cindir del amor mismo.

viernes, junio 10, 2011

Futil

Desgano. ¿Cómo explicar la depresión? No se puede ir por la vida anunciando un cuadro depresivo, seria patético, por decir lo menos, sería ridículo. Des honroso. Pero al fin, quien piensa en la honra en momentos así.
Depresión. La mía se resume en la inutilidad; en el absurdo de la inutilidad. En la comprensión de la falta de sentido. En la aceptación de que no hay algo que justifique el esfuerzo. En la resignación de que sin importar el vacío, el desamparo, el desconsuelo, los relojes no dejan de girar. Resistance is futil. Animales de costumbre, y sin importar cuan diferente actuemos, el destino es siempre el mismo, pero insistimos en hacer un cambio, tan ilusos.
Rutina. Las ganas se van, se guardan, recogidas en un rincón, y lo mismo cada uno de los sentimientos de anhelo, se guardan todos, emprenden retirada, pero por supuesto, en jaulas separadas. El desgano como carcelero, con un tolete imaginario que golpea garrotes inexistentes, obligándolas a permanecer quietas, a no salir, cada una en su habitación.

Mis abuelos dormían en habitaciones separadas; no hubo pasado un día de que el falleció para que mi abuela se mudara a su cuarto y se metiera en su cama. La vida se reserva esos misterios inexplicables; yo pensaría que ahora lo extraña, y que regresar al lecho nupcial, fue una declaración, acaso tardía de perdón.