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viernes, junio 24, 2011

Puntería

La punta metálica afilada, dispuesta hacia arriba por un designio del destino. La punta inmóvil, permanece en su sitio, tan inerte como el metal suele ser, no espera nada.

Es el dedo el que se acerca, impulsado por una mano que se mueve presurosa, sin pensar, una mano que se sabe el camino de memoria. Siempre el mismo dedo rosado hurgando en bolsillos similares, dónde nunca existen metales filosos apuntando hacia arriba, o casi nunca.

La carne se desgarra. La punta introduciéndose con cierta fricción, crujiendo mientras se abre camino por la piel, justo por debajo de la uña de un dedo que se retira asustado a toda velocidad. La mano es llevada por reflejo a la boca, quizá la saliva pueda calmar el dolor, meterse por el sendero que ha dejado aquel metal puntiagudo.

El dedo no sangra, mas queda un dolor en la yema, un dolor móvil que es imposible apretar, determinar. Un pulgar queriendo hacer presión en un intento de calmar el sufrimiento, otra vez la boca, la lengua busca ese sabor a óxido tan característico de la sangre, otra vez el pulgar empujando la yema hacia arriba en dirección a la uña, como queriendo soldar ese hueco diminuto que se ha creado, y la boca, la saliva, y un beso.

1 comentario:

Holden dijo...

Esto está genial xD

Yo llevo siempre chapitas, y a veces se me caen y soy tan idiota que me las meto en los bolsilos.

Y así pasa, claro.