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miércoles, abril 11, 2012

Parte 9 - E

Nunca he sido un tipo particularmente feliz. Me gustaría aclararlo de entrada. No se confundan, no voy llorando por las calles ni entristeciendo rincones; tampoco me atrevo a hablar de la felicidad como una experiencia pasada o lejana. Soy un buen hombre, no sé qué fundamentos podrían avalarme en tal afirmación, sencillamente me reconozco como una buena persona en parámetros normales, de vez en cuando un cretino, al igual que todos. 
Soy bueno en los detalles importantes, soy un buen ex por ejemplo. Creo en la importancia de ser una buena pareja, y en lo que se pueda, siendo ex. 
Natalia, por ejemplo, como novia estuvo bien, pero como ex novia resulto un desastre. Parte de ser un buen ex es, por citar algo, evitar contar tus nuevas experiencias amorosas a quien fue tu pareja. 

Me la encuentro en la calle, en ocasiones, frecuentamos los mismos barrios, en una esperanzada costumbre de hallar algún bar donde te permitan fumar tranquilo, Natalia saluda siempre con una sonrisa, como si se alegrara de verme, como si se conmoviera de saber que he sobrevivido un día mas, aun sin ella. 

Deberíamos hablar del frío, del tráfico, del nuevo libro de algún contemporáneo, pero no, de alguna manera que aun no descifro, ella logra convertir la conversación en un confesionario, y cuenta con los ojos iluminados lo feliz que es con su nuevo novio, los planes que construyen, los viajes que realizarán. Te explico, cariño, los ex no son amigos que subimos de categoría a novios y al cortar, bajamos a la grada de amigos nuevamente. ¿De donde sacan las mujeres esa visión escalafonica de las relaciones?, hazme el favor. 

Creo que en el fondo, puede ser que yo manejo excelentes modales emocionales. Para ser preciso, jamás he expuesto las identidades de mis aventuras, en una ciudad tan pequeña, eso es algo que uno aprende a valorar. 

La pose de solitario, me la he forjado yo, la de conquistador, esa solo la saben una vez que abandonan mi cama, con una promesa tácita de discreción. En caso de crisis, negar o mentir. Por supuesto, estoy convencido de que no se trata de modales, los demás no han dado pruebas de tener iguales estándares que los míos, y sin embargo, así nos va.

jueves, abril 05, 2012

Parte 8 - Penumbra

Tengo miedo de levantarme y descubrir que aún existe un mundo allá afuera. Estoy tratando de sobrevivir a mis recuerdos. Mi habitación, mi mundo, tres puertas cerradas, sin luces. ¿Hasta cuándo podría estar así? La imposibilidad empieza a superarme, tarde o temprano cederé, seré ese que renuncia a su máquina de escribir para desposar una calculadora, serle fiel al salario que me permita dejar un apartamento de dos por dos y ser un hombre que se preocupa por dar a su madre los nietos que hace años viene pidiendo. Tarde o temprano abriré la puerta de la habitación y a través de la luz la realidad me golpeará, la puerta da a un pasillo, el pasillo sostiene un ventanal detrás del que está la calle con toda su gente, todos los movimientos, todo el sol, el color, nada se ha detenido mientras yo estuve encerrado en mi oscuridad y silencio, no importa cuánto lo haya deseado, esa luz me revela que el mundo sigue girando mucho más atrás del ventanal; y que tu no existes, no me sucediste jamás.

martes, enero 03, 2012

Parte 8 - Incompleto.

Intento leer un poco, pero me quedo dormido. Al rato me despierto con un estornudo, porque siempre hay que despertarse con algo, con estornudo, con frío, con un beso, con el ruido del vecino, contigo-a-mi-lado. Me despierto incómodo y me despierto del todo. De ti, no sé nada hace semanas, tu olor se esfumó en mi almohada desde el primer día; además, luego tuve la estúpida idea de cambiar las sábanas, por si decidías volver, encontraras todo limpio y cómodo para tu descanso, pero no volviste y tu aroma se perdió con el detergente aquella misma tarde. Hace tantas historias que no te relato, empiezo a sentirme un cazador de fantasmas, coleccionista de recuerdos, y amores olvidados.

viernes, agosto 26, 2011

Parte 7 - Enlace


Apostarlo todo a mis vicios, en una lucha permanente con el olvido. - ¿Temes ser olvidado? - A ver si por una vez dejas de decir estupideces románticas y te pones a escuchar, ni ser olvidado, ni dejar una huella, ni permanecer, date la vuelta, empieza a entender: Los recuerdos como piedra. - Papel y tijeras. 
- Anoche vi a Julia, pasé por su casa, sin darme cuenta terminé tocando la puerta. - Lanzando una piedra a la ventana. - No, esta vez si toqué. - ¿Con qué sentido? no esquives la pregunta con alguna frase retórica, ¿me puedes explicar para qué carajo sigues frecuentando a mi hermana? - No lo sé, Martín, no lo sé en serio, estaba por ahí, charlamos, eso fue todo, fumamos, conversamos, la persistencia como herramienta para evitar la incomodidad del silencio. - Previsible como siempre, ¿no? ¿por qué no te quedas en tu mundo de letras y falsos personajes, lo suficientemente lejos de la gente a la que le importas algo? Siempre previsible. - De mis súper poderes el que más agradezco es justamente no saber qué sucederá, ¿De qué serviría conocer de antemano el futuro? la depresión de no poder hacer nada al respecto, la conclusión postrada a la cama de forma irremediable. - Que te den por culo. Termina con esa historia de una vez. Apuesta por tus otros vicios, saca a Julia de tus adicciones. - De mis obsesiones, como una fijación con los finales, las despedidas solemnes, y poder determinar con exactitud como un hito cuándo sucedió. - Que te den.

martes, agosto 02, 2011

Parte 6 - fragmento

A las 11.30 de la noche sonó el timbre. Supe que se trataba de Martín por el ritmo con el que apretaba el pulsor; él no lo nota pero tiene una canción incorporada que marca muchas veces sus pasos, un silbido ocasional y distraído, un golpeteo automático sobre la mesa; si le preguntan, no tiene idea alguna de a qué canción se refieren. Está convencido que es un invento de alguno de sus amigos, sólo para ponerlo paranoico. 

A las 11.35 volvió a sonar. Quien me conoce sabe que a esa hora escribo, de todos mis amigos Martín era el único que se atrevería a pasar por casa a esa hora, no por olvidarlo, sino precisamente porque le importa un carajo. 

Levanté el citófono y sin preguntar quién estaba del otro lado, pulsé el botón con el que se abría la puerta, y toda vez que estuve levantado, aproveché para dejar entre abierta la puerta de madera del departamento. 

Pocos minutos más tarde Martín se encontraba dando vueltas por mi apartamento, son su extraña costumbre de olfatear el terreno, en la cocina fingió que sacaba algunas ollas, a tiempo se dio cuenta que nada tenía que hacer ahí y que tampoco le apetecía hacerlo; fue hacia la ventana, cazaba luces a través de las cortinas, y luego se dirigió hacia mí, estoy seguro que vio el texto que escribía a medias en la pantalla de la computadora, pero seguía sin importarle, regresó a la sala dio una vuelta al rededor del sillón y una segunda sobre su propio eje, al final se tendió sobre el sillón, completamente calmado. -"¿Qué haces?, chaval", -"Creí que hace años habías perdido el acento español. Escribía, pero apenas logro construir la escena, tengo personajes como muñecos acomodados en la repisa, sin que haya decidido aún qué voy a hacer con ellos." 

- En ocasiones siento envidia por ustedes, los escritores. 
- No entiendo el plural que estas utilizando. Respondí mientras le servía una copa. 

- Tienen el poder de la muerte en la punta de sus dedos cuando las apegan a las teclas. De la vida también, pero me llama más lo otro.
- No te sigo del todo, creo que vienes más avanzado de lo que imagine. ¿A qué viene todo esto?
- No, escucha, no quiero decir que seas una suerte de dios, puesto que no habrá uno de tus personajes que te rece, a menos que así lo decidas escribir, en cuyo caso, serías un dios egoísta, de esos a los que no vale la pena rendir culto. 
- Y un poco cruel, me parece, dotar a mis personajes, de la conciencia de su existencia y la preocupación de una deidad.
- Es a eso a lo que me refiero, ustedes tienen el poder en el espacio que se oprime entre sus dedos y el teclado.
- Otra vez el plural. 
- Puedes crear por ejemplo a una mujer fantástica, de esas que no existen más que en las novelas, en una línea dibujaras su cabello, negro y corto, un poco más arriba de los hombros, lacio y fino como una lámina de acero. 
 - Prefiero las pelirrojas de cabello largo y rizado, pero sigue. 
- La construirías descomplicada y soñadora, libre, con una mezcla de inocencia y malicia en la mirada, de esas que quizá deciden lanzarse a una aventura recorriendo caminos y coleccionando historias, salvándose a sí mismas mientras no pierdan el poder de la fantasía. La harías inteligente, con frases perspicaces, y con la facilidad que te brinda el idioma podrías mencionar sin ser explícito, que tiene curvas voluptuosas pero que su verdadero encanto está en la forma en que muerde su labio cuando está a punto de tomar una decisión entre dos opciones. Construida a tu antojo, muy lejos de tu imagen y semejanza, mucho mejor, un conjunto ideal al que cualquier lector generaría simpatía, la haces recorrer algunas escenas y luego en un descuido, casi sin querer, una mala pisada rompe el taco negro de acero que lleva puesto mientras camina por la estación del subterráneo, al tiempo que dice un improperio pierde el equilibrio, todo pasa muy rápido, cae sin mayor explicación a las rieles del tren, y no diciéndolo se ha descuartizado entre los gritos de horror de la gente que lo ha visto todo, queda únicamente la escena de sus dos delgadas piernas sujetas todavía al resto del cuerpo inerte.

Permanecí callado, me parecía apropiado decirle que aunque podría hacerlo, no sería una historia convincente, pero lo dejé terminar de hablar. 

- En las películas eso no puede pasar tan fácilmente, necesitas una justificación. Pero los relatos tienen esos permisos que la cinematografía no, a veces con una sola palabra se toman decisiones poderosas que el lector asimila recién cuatro líneas después, el escritor no tiene que explicarse, va dejando que la historia tome forma de manera orgánica en la mente de quien lee, dejar vivir el engaño en su cabeza, que lo digiera a su ritmo, permitiendo que la imaginación haga gran parte. 

No había nada más que decir al respecto, apagué el monitor y me acomodé a su lado. -De dónde vienes, Martin? 

- De nada, daba vueltas por la zona, no te imaginas a quien acabo de encontrar, no me lo creerías de todas formas.

viernes, julio 29, 2011

Parte 5 - Mercurius ter Maximus

Al rato me encontraba camino a casa cortando el viento a ritmo de death metal. Todo estaba muy claro; así debía terminar la noche: iría a mi casa, dejaría la bici, me cambiaría la camisa, al tiempo justo en que C me enviara el mensaje informándome sus coordenadas, e iría a su encuentro con la intención de meterla en mi cama. Sin embargo... 

Me cambié de ropa y quedé a la espera de un mensaje que nunca llegaría. Como no estaba dispuesto a perder ni un poco de la animosidad que me habían dado esas dos cervezas en el entretiempo del concierto, decidí salir a la zona de la mariscal; las posibilidades de encontrar a C eran mínimas, pero mayores de las que tenía si me quedaba en casa mirando el celular como un idiota. 

Con C no tengo que acudir a estrategias de galán fingidas entre sonrisas y miradas que ocultan alguna oscura intención. Aún cuando siempre me queda la duda de si a la mañana siguiente me veré envuelto en una situación incómoda de la cual no sepa cómo salir sin hacer daño. Y las obvias consecuencias de terminar algo que para mí, no habría ni siquiera comenzado. 

Caminé hacia la Calama y Reina Victoria, con la intención de tomar algo en el bar del Tota, encontré la puerta cerrada y el rumor en las calles de que había sido clausurado. Entré a la tienda y mientras me abría una cerveza la señora que atendía me comentó en tono de quien se sabe dueña de información valiosa que no era cierto lo de la clausura, la verdad era que mi amigo no pagó el arriendo "año tras año los veo pasar, es siempre lo mismo con esos locales, les va bien un tiempo y luego tienen que cerrar, la mala administración usted sabe, y todos los amigos que vienen a consumir como invitados; por cierto, es un dolar." 

Me pareció ilógico que todos los bares de rock corrieran con la misma suerte, mientras en la esquina hace diez años se escucha el ritmo de la bachata y la cumbia a casa llena, pero no quería discutir con la doña, pagué esa y la siguiente cerveza; a la una de la mañana me resigné a que no siempre se puede volver a casa con una presa entre los dientes, es parte del riesgo que se asume. 

Caminé hacia la Amazonas y en la tercera esquina giré a la izquierda, me acercaba con cada paso a varias representantes de la zona roja de la ciudad me ofrecían sus servicios a precios de menú. Saludé levantando la mano derecha y seguí mi camino, al llegar a la siguiente vereda me encontré con una rubia más bien bajita que me preguntó si tenía encendedor, me pareció una línea gastada, pero quién soy yo para negarle fuego a una chica que se inclinaba a propósito para mostrarme lo que no escondía debajo del escote. "¿hacia dónde vas?" preguntó, y le dije que a casa. Se auto invitó proponiéndome una noche que nunca olvidaría "podrás no recordar tu nombre, pero nunca una noche conmigo". Y al decirlo me miraba a los ojos, y por un momento creí que eso no le lo podía decir a todos. "y entonces, ¿te animas?" El brillo en los ojos de quien está a punto de cerrar un negocio. No me reconocía, me hubiese gustado llamarla por su nombre, Natalia, y probar si en su memoria aún quedaba algo de los días en la escuela, la declaración implícita de un amor incondicional en forma de caramelos. Me hubiese gustado ver si la luz en sus ojos se mantenía al llamarla como seguro nadie la ha llamado desde hace mucho tiempo, pero no lo hice. Terminamos el cigarrillo y decliné su propuesta con toda la gentileza que la nostalgia me permitió, esperaba un insulto similar al que me profirieron sus vecinas 15 minutos antes frente a mi rechazo, pero Natalia permaneció callada por unos segundos y luego dijo "nos vemos otro rato", yo contesté "sólo espero que no sea después de otros 20 años".


*Este post, supone ser la continuación de éste otro, escrito y luego brutalmente mutilado por un amigo. Yo se lo escribí en una suerte de reto, de ejercicio, y de ofrecimiento. Lo había escrito la semana pasada, y una vez terminado, lo perdí en mi teléfono celular. 



No creo que de la re escritura salga algo mejor, pero no tuve otra opción que tratar de rescatarlo de mi memoria. Siempre pensaré que el original me quedó mejor. Sin embargo, creo que es parte del juego de ésta historia en específico, ya que el post de la primera parte escrita por mi amigo fue absurdamente recortado hasta no parecerse en nada a lo que al comienzo leí. Y éste, también ha perdido líneas enteras y párrafos que no logro recordar.

viernes, abril 01, 2011

Parte 4 (3)

3. La pura gana de ser una maldita, de hacer lo que venga en gana, ser un poco esa hija de puta que tengo fama. De jugar al escondite, de jugar al ring-raja. O sencillamente dejar de ser siempre la maga. Dejarme violar por la suerte que no tengo, la que no me sonríe, la que me pone en situaciones como ésta. Quejándome de una enfermedad imaginaria que, sin embargo, me está matando.

jueves, marzo 31, 2011

Parte 4 (2)

2. Vistas desde el borde, las cosas empezaron a desaparecer y a reproducirse; fue entonces cuando la gravedad y la inercia me arrastraron a una espeluznante cadena de acontecimientos. - Escribí la historia, pero se me ha perdido, al menos eso es lo que ellos quieren que diga, que la he perdido, que no existió, que yo no fui; es posible que al cabo de un tiempo logre convencerme, si tan sólo usted hubiera llegado cinco minutos antes yo aún tendría el manuscrito, pero me lo han arrebatado, quiero decir, que lo he extraviado. ¿Puedo ya ir a casa?.

miércoles, marzo 30, 2011

Parte 04 (1)

1. Salgo del cine y veo policías por toda la calle. “A los que no mataron, ésta vez si los llevan”, dice el taxista. Me dice luego otras cosas*, mientras yo me pierdo en la vista de la ventana empañada con gotas desde afuera, las luces se distorsionan; ésta ciudad tan grande y llena de letreros es dónde quiero morir. Le indico la dirección de una discoteca que está de moda, allá encontraré a Gabriel y sus amigas, siempre están drogadas y contentas; cuando voy, apago la música y veo cientos de cabezas moverse en el vacío, saltando eufóricas, ciudad furiosa, ciudad de desenfreno absoluto, si mañana se termina todo, que la muerte nos encuentre desnudos a este ritmo de brutal desenfado.

martes, marzo 15, 2011

Parte 3

De a poco me acostumbro a que las cuatro horas de la noche que dedico a escribir, se hayan convertido en mirar la pantalla llenarse de caracteres y verlos desaparecer angustiados por la velocidad de la tecla backspace apretado bajo mi dedo anular. El cenicero en un ciclo repetido de vaciarse y llenarse; los resultados: muy pocos. Si no fuera por el diario que recibe la columna semanal que escribo, y la chica de la revista que me coquetea a través del teléfono, solicitándome cada mes una anécdota para llenar esos espacios entre la publicidad, esos que nadie lee, pero que a mí me conviene que no queden en blanco, creo que podría desesperarme.

Pero eso no es escribir, el sueño prolongado de una novela que se teja bajo mis dedos, resultado de tantas noches de insomnio, atrapado por voluntad propia en un departamento de alfombra y cortinas verdes, odio el verde, casi con la misma fuerza que a mi arrendatario.

Necesito más puchos, no siempre los tengo. Es hora de levantarme perezosamente, poner agua en la pava a calentar y buscar cigarros en los rincones de siempre: entre los vasos, detrás de las medias; siempre termino guardándolos donde creo que me olvidaré, para en el momento de mayor necesidad, armar todo un alboroto y darme la sensación de que he luchado justamente y que merezco la recompensa, el humo entrando a mi garganta.

Con el primer timbrazo del teléfono me doy cuenta que olvidé desconectarlo como cada noche, a la tercera repetición, acepto que no tengo más alternativa que contestar. El mensaje me desencaja, dejo de apretar el auricular, el lamento me penetra el nervio como un dolor de muelas.

Quizá sería bueno desesperar, que el diario se niegue a publicar mi columna, que la chica de la revista se dé cuenta que jamás la invitaré a salir. La pava está pitando, maldigo, dejé hervir el agua, vuelvo a maldecir.

domingo, enero 23, 2011

Parte 2

Querer ser como ese personaje que se queda en pausa cuando quien lo relata detiene los dedos, y no siente frío durante el abandono. La constante espera de que el escritor retome su historia, lo haga amar, gritar, fumar bajo la lluvia, conocer una linda señorita, disfrutar en un magnífico orgasmo y buscar el amor, que nunca es amor.

Escribir es lo único que lo salvará de la locura. La terapia, los amigos, las pastillas y las borracheras cotidianas, no pueden detener ese huracán de pensamientos que están al acecho del primer momento de silencio que encuentren para atacar. Escribir, si se lo utiliza bien, podría ser la única puerta de salida, en medio de tanta oscuridad.

Sabe que no la encontrará, sabe que entre la esperanza y la resignación, a veces lo único que queda es ser honesto y darse por vencido. Está agotado de lágrimas ajenas, de ojos enrojecidos, de reproches acumulados sobre la mesa de entrada, al final del pasillo. Está cansado de fingir que no es real, tal como los personajes en los cuentos que escribe, y así duele menos la imposibilidad de encontrarla. Y la extraña a ella, como si la hubiera tenido toda la vida.

jueves, diciembre 02, 2010

Parte 1

Es un acto mecánico, ha vaciado su cenicero tantas veces como ha borrado las líneas en la pantalla que ahora se muestra otra vez blanca, a la espera de que tenga algo que decir, algo maduro, con voz, con fuerza, que no sea fácilmente eliminado como los intentos anteriores. Pero su mente también está en blanco, se ha olvidado los sujetos, los verbos, lo ha olvidado todo. Ese ruido permanente que viene del restaurante de al lado, ese ruido insaciable, ensordecedor, fascinante, agobiante. Cuando se dio cuenta, no tenía mas puchos sobre la mesa y el cenicero estaba lleno otra vez.

En otro momento sucumbiría a la pereza y decidiría silenciarlo todo -tanto el ruido que se mete por las rejas de la ventolera, como también las voces en su cabeza que le piden que escriba, que no se de por vencido, que no se quede callado- con un par de calmantes que lo lleven directo al día siguiente, dándole solo el tiempo justo para quizá acomodarse en el sofá, o si tiene suerte podría gatear a la cama.

Revisa mentalmente, la billetera en su bolsillo, las llaves en la mano, en la otra una bufanda y se lanza a la calle como se ofrece un ave al universo. Al pie del edificio pensó que quizá un gorro lo hubiera podido proteger de los fríos vientos que acompañan al invierno. Uno está tan metido en lo suyo que cree que no le va a importar hasta que calan los huesos, y el frío es real. Muy tarde, el cigarro lo calentará una vez que repose encendido entre sus labios, eso si la caminata no lo agota primero.

Sin darse mucha cuenta del destino, terminó en casa de Julia, el camino se amoldó a sus pies, o quizá guardaba en la memoria el recorrido, se percató de dónde estaba cuando su dedo presionaba por segunda vez el timbre. "Los puchos" se acuerda, y cuando Julia abría la ventana para saber quien era, repitió automáticamente: "salí a buscar cigarrillos", "espero que los hayas encontrado antes de venir, porque los míos están por terminarse" dijo ella sonriendo mientras le hacía una seña para que entre, no se sorprendió por la falta de saludo, y la verdad es que tenía dos paquetes de marlboros por abrir.

- ¿Qué te trae con esa cara de preocupado?
- No es nada, necesitaba salir de casa, con tanto ruido es imposible escribir.
- O sea que sigues escribiendo.
- No sé si puedo llamarlo así. Tengo un personaje esquizofrénico que sale de su apartamento y no sé a dónde va. Terminará recorriendo el camino que su cuerpo está acostumbrado si no le encuentro otro destino. La verdad, creo que si no se me ocurre algo pronto, si no logro callar ese ruido insoportable del edificio vecino, se va a perder en algún lugar de esa cuidad demasiado grande, y es una noche muy fría para dejarlo ahí.
- Déjame ver lo que has escrito hasta ahora, quizá te puedo dar una idea.

Aún sin ser supersticioso le incomodó la idea de que Julia lea uno de sus textos incompletos, creía más en el 'reposo' de sus escritos, como un ritual de maduración.

- ¿Qué pasa, temes que sea muy dura en la crítica? - le preguntó con el sarcasmo preciso mientras le acercaba un atado de cigarrillos y el encendedor.
- No, no es eso. No lo tengo conmigo, te lo puedo contar así te haces una idea.
- No es lo mismo. Pero vale, cuéntame como si lo estuvieras leyendo.

Al terminar el relato, ambos permanecieron en silencio por un largo rato, ella se levantó a calentar agua para el café que adivinó que él estaba a punto de pedir y antes de darle tiempo de hablar le dijo: "podrías hacerlo un poco más inteligente y que se tome las píldoras una vez que está acostado, así no tendría que arrastrarse a la cama".
- El sería más listo, y yo perdería dos líneas.

Compartieron un porro que no les provocó ganas de reír ni más hambre de lo habitual, algo decepcionados, y con los pensamientos amortiguados, pasaron el resto de la mañana en silencio. La vio más bonita que antes, quizá hasta elegante, tranquila, con toda esa paz que a él le hace falta, pero que no es capaz de obtener por tantas voces hablando por dentro al mismo tiempo, todas necias haciendo continuamente rabietas.

De regreso el camino parece más corto y el frío se siente menos, y aunque segundos antes pensó que sería mejor volver a casa bordeando la costanera, decide seguir la ruta habitual, como un autómata. Piensa en Julia, y la belleza que se le acomoda con el tiempo, la sonrisa abierta con la que siempre lo recibe, vestida con ese suéter blanco que lleva tanto tiempo con ella, único capaz de protegerla del frío.
La mirada cómplice y las bromas repetidas los regresan por unos instantes a años antes, a reconocerse con absoluta certeza, rozando en la coquetería inocente que sonrojada se da cuenta que no tiene cabida, y ese beso que no sabe donde posarse y termina siempre en la comisura de los labios, a veces perseguido por un silencio incómodo y otras veces, ya a fuerza de costumbre, tienden a ignorarlo.

Cansado de darle vueltas a un pasado que se diluye en imposibilidades, acelera el paso, piensa en sus personajes de ficción, todos tan reales como imperfectos, da vuelta por cualquier esquina imaginando encontrar a alguien con quien entablar un diálogo, huyendo de sus propias fantasías en la incesante persecución de un poco de realidad.