
La relación que mantengo con mi padre es más que nada una amistad, y eso al contrario de lo que se puede pensar, no es algo bueno.
Al no existir realmente un vínculo familiar, mi pá y yo somos como ese par de amigos que vivieron cosas muy chéveres en el pasado, y sin embargo las distancias crecen, producto del tiempo, y los cambios.
La vida misma nos ha alejado de tal manera que pese la nostalgia, ya no hay nada que hacer para volver el tiempo atrás, a veces nos llamamos a saludar con un tono morelio y quejas de la ingratitud, pero es inútil: no somos lo que fuimos, tampoco somos padre e hija, queda solo un cariño rezagado y la tristeza de lo que se perdió.
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