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lunes, marzo 19, 2007

Mi vida sin mi

La hipocondría se define como "preocupación de tener, o la convicción de padecer, una enfermedad grave a partir de la interpretación personal de síntomas somáticos, preocupación que persiste a pesar de las exploraciones y explicaciones médicas...
No se trata de un delirio, y no se limita solo a preocupaciones sobre el aspecto físico. Cabe destacar que no se trata de un estado de simulación".

Mi hipocondría nace de una necesidad, que no es necesariamente de llamar la atención, sino la de tener una certeza de deterioro físico que bien o mal terminará matándome. A mí como a todos. Por supuesto todos llegaremos a un deceso, unos más rápido que otros; sin embargo no se trata de una obsesión suicida, los verdaderos suicidas en realidad no quieren morir, sino buscar un escape de la vida que no es lo mismo.

En algún lugar de la Biblia que si no recuerdo es porque nunca fui muy metódica en mis clases de religión, el Señor llamaba a su lado a quienes estén dispuestos a nacer de nuevo. Para los del lado de acá está claro que Dios no los llama a una muerte literal como requisito indispensable para una futura vida. Recientemente en un documental de uno de esos canales de ciencia que están por sobre el #30 en el cable, afirmaban que en el lado de allá, por el medio oriente, para convencer a miles de jóvenes a que se unan a movimientos terroristas utilizan este pasaje bíblico de la llamada de Dios a la muerte, en forma física, luego, Dios asegura una nueva vida.
Aquellos kamikases que sin miedo alguno y quizá sin siquiera murmurar una última oración sacrifican sus vidas y las de cientos de personas en aviones, trenes y edificios, tienen esa convicción de la que hablo. La certeza de una muerte aquí, ahora, en mis manos, y no por azar. Estaremos de acuerdo en que no se los puede clasificar como simples suicidas inconformes con el mundo.

El tratamiento para la hipocondría, curiosamente es sugerir al enfermo que no visite médicos, no se haga atender y no lea publicaciones medicas que pudieran generar mayor ansiedad.

No sé si en mi caso se trate de ansiedad, o miedo, ni siquiera sé si sea preocupación, (además de la obvia preocupación por las cuentas que he pagado en cada hospital o centro medico desde que empecé con mi "diciembre mes de sanación").

Algunos enfermos disfrutan sus males sin necesidad de quejarse, sin hacer mucho caso de sus dolencias y conviviendo con ellas cual si fuera parte de su condición natural. Unos disfrutan quejarse por el simple hecho de saberse enfermos. A otros nos gusta decirlo a manera de excusa, cuando alguien pide explicaciones de por qué el mal humor.

Dicen que los hipocondríacos inventan sus enfermedades y sin embargo no las fingen, no se trata de un caso de simulación, por eso justamente es un trastorno mental, porque se genera a partir de la mente predispuesta a ello. Yo vivo con mi anemia, mi gastritis, mi fibromalgia, mi rinitis, mis pequeñas y dolorosas fibroadenomas en el seno, mi migraña, palpitaciones en la cabeza ubicadas en sitios específicos, nauseas y bajas de presión sin motivo aparente, y ese dolor en el estomago que me viene con la luna llena.

Quizá es mejor aceptarlos como tal y dejar de tratarlos, porque diciembre mes de sanacion resultó en una cuenta exorbitante en la diners, dos días de reposo, dos intervenciones quirúrgicas (de mínima importancia) y muchos exámenes de sangre. Y yo con Aichmofobia o belonefobia como quieran llamarle al miedo a las agujas.

Lo que más me gusta de ir al medico, es la cara de frustración que ponen los médicos, no han sido dos ni tres sino varios, cuando a la tercera o cuarta cita me escriben en una de esas hojas membretadas que sirven para anotar las recetas, el nombre el siguiente doctor que me deberá atender porque ellos simplemente no pueden hacerse cargo. Yo les veo con la interrogante en el rostro ¿entonces usted tampoco sabe lo que tengo?

Me entusiasma, por que me da la impresión de que la incertidumbre de los médicos me genera un punto más en la imaginaria batalla contra la vejez.

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