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lunes, marzo 26, 2007

Sin nombre

foto de Lady Lujuria
Inútil hubiera sido preguntar su nombre. Ella no era más que una chica en un bar, al igual que él, un tipo cualquiera en una noche cualquiera en el mismo lugar. Iba a ser inútil tratar de averiguar su nombre, edad, dirección, teléfono… Qué importaba en ese momento si se llamaba Rosa, Violeta, Dalia. Solo se le ocurren nombres de flores, ninguna razón en especial, bien puede ser su perfume.

La chica del bar cuya única característica certera es ese aroma a flores, que se sienta en la barra, sus ojos verdes van de un lado a otro sin mirar a nadie mientras bebe sin prisas un margarita, otra flor, no hay escape, no hay coincidencias.

No hay excusas, ni una razón aparente para acercarse e iniciar conversación. Ridículo invitarle un trago, otro más, absurdo averiguar acerca de ella, para qué. Y si solo la saluda, patético, ella podría ignorarlo; a veces la presa ignora al cazador, otras sólo pretende hacerlo. Incluso en ocasiones el cazador termina siendo la victima, devorado, aniquilado, perdiendo el control.

Sin darse cuenta había empezado a caminar en la dirección correcta, dos metros y la tendría delante, quizá a un lado; con suerte ella voltearía, quizá hasta podría tocarla. Tan solo un paso. Ya puede olerla, a jazmines, no se equivocó. Escucha su voz, tararea confiada la canción que estruendosamente se escapa entre las rejillas de los parlantes.

Situado a su derecha, aún pensando que decir, entablar conversación, respira antes de empezar, el sudor resbala por las palmas de sus manos.

Inicia con precaución, seguro de si mismo, ha captado su atención, la mirada fría, la tiene: conejo aprisionado entre sus garras, sangrante la presa se retuerce en sus dientes. La chica sin nombre.
Una pequeña tarjeta sin datos a falta de identificación colgará de sus pies temprano en la mañana, horas después de que el cuerpo inerte haya sido encontrado a la vuelta de la esquina, un rincón oscuro, en un pasaje sin nombre.

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