Si nos pusiéramos a hablar de cuales debieran ser las variables de peso que importan al momento de elegir pareja, los adjetivos sobrarían, pero no se trata solo de ser, divertido, honesto, puntual, guapo, alto, con carro, etc. Una amiga me decía el otro día que para ella la bondad de un hombre no debería ser algo que lo enorgullezca tanto, yo en cambio creo que si, porque puedes poner todas las variables sobre la balanza y al final del día no te quedas con el de los comentarios en doble sentido que te llena de expectativas sino con el bueno, aquel que brinde seguridad más allá de tres horas en un hotel de paso.
El problema es con aquellos hombres que se construyen a si mismos como príncipes encantados dignos de los mejores cuentos, y creen que por saberse tan buenos tienen derecho a esperar por su princesa ideal, pero he aquí un secreto: dicha princesa no existe! El gusto es cuestión de percepciones, cada hombre dirá que está con una mujer hermosa, pero no todas esas mujeres hermosas aplican para miss universo, o si?
Posteriormente, la tolerancia a los problemas y eventuales discusiones en inversamente proporcional al tiempo que dure la relación, lo lógico sería que las relaciones duren mientras exista aún esa emoción pura, mientras no haya imposiciones, celos, absurdos, malas caras, etc. Claro, eso sería óptimo pero nos olvidamos de ese ligero detalle que por lo general para esas alturas uno ya sufre de encamotamiento y aguanta nomás cualquier escena por el mito del "gusto de la reconciliación". Y digo que es un mito porque eso de hacer el amor* con toda la rabia acumulada, por lo menos en mi caso no se aplica, si estoy cabreada estoy cabreada y no quiero saber nada del susodicho, cada uno en su extremo de la cama y así hasta que empiece un nuevo día.
Pasar de esta etapa estable a una relación seria y duradera puede ser complicado, a veces sentimos miedo que descubran al ser que realmente somos, que nos despertamos cada mañana con las ojeras del maquillaje, en el apuro de ir al baño, o que simplemente con el tiempo se note que no somos excepcionalmente magníficos, uno puede consolarse con los cliches de siempre que es él/ella quien se lo pierde, pero después de ese minuto de gloria queda la inseguridad de reconocernos a nosotros mismos como lo que somos, aceptarnos con resignación y aún así seguir creyendo en el amor y en el felices para siempre.
Pero no quiero ponerme filosófica y hablar de amor, a la final yo creo que al igual que la felicidad, son conceptos sobrevalorados. El amor es un asunto de elección y la decisión correcta en el momento adecuado.
Al final del ciclo, todo termina; y lo terrible de aquello no es cuando las relaciones acaban, sino lo que pasa con nosotros cuando eso sucede, el teléfono que deja de sonar, aquella mitad de la cama que permanece fría, los recuerdos amontonados en cajones y un vacío interno que no tenemos ganas de llenar... hasta la siguiente oportunidad.
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lunes, mayo 28, 2007
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