A veces quisiera ser una gordita sin culpas. O sea, tampoco es que quiera descuidarme, pero es que agota tanto estar pensando en los kilos, la ropa ajustada, las curvas, los rollitos, no comer de más.
En ocasiones me doy cuenta que como por aburrimiento, que me quita el sueño en horas laborables y me quita la ansiedad cuando estoy en casa. Este viernes por ejemplo, hay concurso de panchos en mi oficina, hay un compañero con el record de 9 hotdogs y yo he podido comer hasta 8. Pero sé que si no tuviera que autocontrolarme, fácil supero esa cantidad. Lamentablemente tengo que conservar la linea, la imagen y el glam.
Es un desperdicio. Sé que mi cara se pondría más redonda, mi panza crecería, tendría que comprar jeans de una talla o dos más grandes, pero estaría mucho más relajada lejos de ese aparato maligno que me marca el peso en kilogramos cada semana. -cada día cuando estoy a lo bridget jones-
Maldita moda que nos impiden a las gorditas de corazón como yo, ser felices comiendo todas las golosinas al alcance.
Y mientras yo, llenándome las ausencias con galletitas de agua.
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viernes, marzo 12, 2010
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