Felipe es un perfecto personaje. Como persona, dista mucho de la perfección, es por eso, quizá.
Que es atractivo, es verdad, aunque tiene los ojos pequeños y si te fijas bien, los dientes torcidos. Pero si, atractivo es. E inteligente, nos vamos acercando al combo completo. El problema, es que cuando lo tratas a profundidad, te das cuenta que sería imposible permanecer un tiempo prolongado con él.
Paranoia. En cada salida, permanece al menos la primera hora, mirando repetidamente hacia los lados, habla rápido, tropezándose con sus propias palabras, se rasca detrás de la oreja, se olvida de su propio discurso y pregunta “que te estaba diciendo? Ah si…” y prosigue agolpando las palabras, casi sin pausas. Habla mucho, habla alto, sin llegar a gritar, pero innecesariamente alto. Suelta un par de risas, baja la voz, mira nuevamente a los lados. Cierra su monólogo con una pregunta, que es una invitación a la contraparte, porque por supuesto, Felipe es muy cordial. A los pocos segundos, no tiene miedo de interrumpir luego y argumentar en contra, ¿ya mencioné que es un tipo inteligente? Auténtico, lleno de ideas, de opiniones musicales, políticas, sociales, siempre interesante. El problema surge en un detalle que quizá preferiría no haberme dado cuenta, lo he escuchado hablando con varias personas de los mismos temas que trató conmigo, repitiéndose textual, siguiendo un guion, como un discurso preparado. Pero vamos, no debo ser tan exigente, yo también me repito en ocasiones, el convencimiento de estar diciendo algo que se piensa cierto, sobre todo cuando creo que tengo la razón.
Y es que esa es otra cosa, Felipe siempre cree tener la razón. No con arrogancia, sino como consecuencia de un largo proceso de pensar, deducir, comparar. No lo podemos tomar como un defecto; si hemos de buscar uno que sea esa necedad con la que finge indiferencia, cuando dice que las criticas no le importan, que no le hacen daño, cuando dice reírse de todo, y se ríe tantas veces con la misma risa programada, que es obvio que no le causa gracia ni indiferencia. Cuando dice que no le importa algo y habla tanto de ello, que uno empieza a sospechar que si le importa; cuando dice publicar sólo por dinero, que tiene cientos de ideas, que le da igual ser o no famoso.
No mires más a los lados, relájate, diviértete, respira, estás conmigo, cuéntame de tu siguiente personaje, descríbeme sus enfermedades, sus miserias, describe una habitación pequeña, alfombrada, sin calefacción donde él se siente a escribir cada vez más asfixiado por el calor. El personaje hace lo que los dedos del escritor le dictan, ponlo a escuchar música, hazle abrir la ventana; Felipe me mira asustado: ¿lo vas a hacer saltar?
3 comentarios:
¡Qué tipo más interesante, Felipe! ¿Es una persona real, que existe, o es invención tuya?
Es una persona real, pero creo que no le gustaría verse dibujado acá.
Libre y revuelto! Me gusta!
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