Hace tantas historias que no te relato. Yo pensaba por ejemplo, que después de tantos años, nos llamaríamos por los cumpleaños toda la vida. Pero esa es una de las cosas que se rompieron cuando terminó esa gran promesa de para siempres. Una vez me desperté llorando porque había soñado que él moría, lo abracé muy fuerte y le pedí que nunca se muera, que no podía vivir sin él. Tantos años después del divorcio sigo viviendo, respiro, sangro, río. ¿Cómo puedo ser tan falsa?¿Cómo lloré esa mañana en sus brazos y me sigo levantando cada mañana? ¿Cuándo caduca un para siempre?

A veces dejo de escuchar Cerati porque me hace pensar mucho en él, y luego la nostalgia y regreso al hábito, y no sé si extrañaba la música o si extrañaba pensarlo. Sé que es feliz, y no pocas veces eso me hace feliz también, porque al fin, esa era una de mis razones, ¿no? 
Saber que él merece alguien que lo ame, que lo ame y le de todo lo que yo, rota, no podía, así que la encontró y es feliz, y eso me alegra de man era genuina, pero hoy es septiembre y es mes de aniversario, y todo me lo recuerda, aunque sé que las letras de cerati ya no las canta para mi. No parece, pero yo ejerzo muchísimo auto control para no hacer las estupideces que mis instintos dictan.

En ocasiones, en cambio, es más fácil, el enojo de un cumpleaños olvidado, o una llamada de cortesía que fue mal respondida, sentirme disimulada. La decepción de un pacto que fue roto, el de contar siempre uno con el otro. La frustración de llamarlo como solo yo lo llamo y que pregunte a secas con quién hablo y con quien desea hablar. Enojos que pasarán al final de unos días, y sirven para seguir anclándome a nuevas rutinas y nuevas oportunidades. Me pregunto qué tan grande es la distancia que hay entre la versión de él que habita en mi cabeza y todo aquello que es verdaderamente.

Estoy atrapada en un ideario de recuerdos que conjugan lo que debió ser felicidad, el perro, las sábanas azules, el árbol de navidad.