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martes, marzo 22, 2005

I'm still Here

Casi un mes sin escribir mas q un par de comentarios, estoy esperando revelar unas fotitos y les doy detalles de las merecidas vacaciones.
Por el momento quiero poner un cuento, o la primera parte de uno, me lo envio Oscar Ivan Echeverry aquel chico del q ya les habia contado. Disfrutenlo.

No es preciso decir que Irene no era una mujer cualquiera. No es preciso decir que buscaba, como todos, su alma gemela. Que anhelaba, entre sueños de novela, un espíritu que fuera capaz de recobrar su interés por las pelí­culas a blanco y negro, por las utopÃías perpendiculares, por las montañas rusas y por los caballos de madera. No es preciso decir que añoraba la llegada de su prí­ncipe azul; de aquel caballero de fina estampa, que algún día aparecerí­a para rescatarla de la prisión cotidiana en la que viví­a.

No es preciso decir tampoco que intentó, por la falta de cooperación del destino, descubrir a su amado de mil maneras. Se dice que besó trescientos treinta y nueve sapos; que acudió a once gitanas y dos expertas en "limpias". También se comenta que publicó su foto en el Internet y en la sección dominical de un periódico en decadencia. Que escribió una carta algo pretenciosa a una revista, de esas quincenales y que llevan nombre de mujer.

No es preciso decir que empezó, poco a poco, a desesperarse y a perder la confianza en sí misma. Que comenzó a creer que el universo le jugaba una mala pasada, y que aquel prí­ncipe azul tan idealizado en su diario verde y de cintas amarillas, jamás aparecerí­a. ¿Era tan difícil, se preguntaba, encontrar a la persona correcta? Siempre creyó que bastarí­a una mirada, una sonrisa, tal vez una palabra, para reconocer a la persona con la cual compartir toda la vida. Esa persona, ese príncipe, con quien disfrutar una salchicha, maldecir una película, quejarse del costo de la vida y arreglar juntos la cocina. ¿Era tan difícil, insistí­a con las preguntas, apartar la soledad de una casa vací­a, cortar de tajo la frialdad de una cama desierta, tener con quien compartir una lágrima, un beso y un abrazo? Sólo buscaba alguien que se quedara en la noche de tormenta, que estuviera al salir el sol, que fuese lo primero y lo último en su rutina.

Tal vez, si sea preciso decir que sintió que no aguantaba más y por eso decidió descubrir ella misma a su prí­ncipe azul y no esperar a que fuera el destino quien se lo presentara. No iba a detenerse cual flor a la espera de que alguna abeja se fije en ella. No iba a posponer sus sentimientos en pro de una carrera, de una condición social o del "momento oportuno". No iba a esperar que fuera el amor quien abriera la puerta. Ella misma buscarí­a a su pareja, compañero, amigo, amante y compinche. Fue así­ que, se armó de un tarro de pintura, azul obviamente, y salió a la calle decidida a bañar de color al primer hombre que encontrase (y que se lo mereciera).

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