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miércoles, julio 15, 2009

estantanéo

La entrada un hotel cinco estrellas aparenta ser un sitio mas, en una calle cualquiera, en el centro de la ciudad. Un pasillo iluminado, el piso marmolado y un destello en la sonrisa de la recepcionista que se apura a saludar con calidez. Un ascensor nos conduce al quinto piso, la música aumenta de volumen conforme subimos, un poco de nervios y algo de curiosidad, los primeros se disimulan con risas, lo demás no es necesario ocultar.

Tiene facha de cabaret. Así sin más que decir al respecto, una pista de baile rodeada de mesas bajas, luces de neón delineando las paredes espejadas. Tres bancas altas en un rincón ocupadas por mujeres de largas piernas y faldas cortas que compensan su escasa belleza con exuberantes escotes.

Arriba, los llamados 'privados', uno para parejas y otro para solitarios. Lugares donde no se puede hablar, pues según indicaciones del anfitrión, lo que importa es el lenguaje corporal. En el siguiente piso se encuentra la piscina, sauna, y habitaciones reservadas para juegos de los más audaces.

Nos tomamos de la mano y arriesgados nos adentramos en los pasillos oscuros donde lo único que nos guía son los gemidos de parejas que deben estar por ahí, en alguna esquina, disfrutando de la magia del voyeurismo y exhibicionismo armoniosamente conjugados, un lugar donde las reglas son claras y esta moderado por el respeto.

Cuerpos desnudos en busca de desenfreno, parejas que se agitan rítmicamente en cada costado, manos que acarician, bocas que callan.

Y un círculo de espectadores alrededor de camas grandes, asistentes silenciosos de una orquesta de actos que anuncian una mayor orgía.

Como era de imaginar, el estereotipo se destruye, al igual que debe pasar en las playas nudistas, en este caso, un bar swinger carece de sensualidad, como una película pornográfica de baja categoría. No existe un ambiente que encienda el libido, que provoque pasiones, que excite la imaginación y nos obligue a compartir el vicio del sexo con desconocidos.

Pero la noche es esta y hemos llegado hasta aquí, nos sentamos en uno de los sillones y nos permitimos jugar con nuestros cuerpos, uno a uno van llegando más asistentes, se acomodan dejando pocos centímetros de distancia... y nos dejamos llevar.


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