Buenos Aires es mi relación de transición. Después de muchos años con mi lindo Quito, llegué a bs as con la misma emoción con que se entablan vínculos sentimentales con una persona nueva, llena de expectativas e ilusiones, con ganas de respirar algo nuevo, alejarme de lo rutinario y agobiante. Quito es extraordinaria en medio de montañas pero su frío eterno me había borrado la sonrisa. Me dejé seducir por esta ciudad y le creí sus promesas de amor eterno.
Debo aceptar que aún estoy algo enamorada de ella, que me tiene cuando quiere, con sus cambios climáticos, su primavera purpura, su otoño rojizo, sus domingos híbridos, los porteños con aires de galán, y ese acento de telenovela.
Ahora que he empezado a pensar en abandonarla y que creo que será el último año que viva aquí, empiezo a sentir nostalgia. Tan bella Buenos Aires, que me enseñó del mate, del tango, los alfajores y me cerró heridas mientras caminaba por los bosques de palermo.
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