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martes, julio 26, 2005

Cosas de niños: La Huida

La primera vez que se me cruzó por la mente huir de casa no fue iniciativa propia sino un consejo. Yo tení­a 6 años, y mi hermano 4 más.

No recuerdo cuál fuese el motivo de la reprendida por parte de mi madre, lo cierto es que Andrés se hallaba muy ofendido, y yo muy triste por él. Permanecimos largo rato en silencio, hasta que de pronto él empezó a guardar algunas de nuestras ropas en su mochila. Yo le miraba con expectativa y guardando silencio. Serían tal vez las 9 de la noche.

- Vamonos de la casa - me dijo, y su propuesta sonaba mas a orden.
- A dónde? - repliqué confusa.

Nunca se me había ocurrido alejarme de mi hogar, y cuando alguna vez escuché decir algo parecido a mi prima, le había respondido de lo mas inocente, "igual regresarías donde tu mamá". Esta vez parecía distinto, por la determinación en el tono de mi hermano.

- No importa, vamos - parecía no importarle ningún detalle- nos llevamos al Cork, para que nos cuide mientras caminamos.

Lo veía claramente en mi imaginación, 2 pequeños niños caminando cuesta arriba en medio de la noche, por una montaña desolada, en donde solo una tenue luz podía deslumbrarse al fondo, (creo que esto lo saque de alguno de los cuentos infantiles que por esa época se apilaban en mi habitación), guiados por nuestro pastor alemán.
Sentí­ miedo y a la vez curiosidad y gusto de imaginar una aventura de ese tipo, el mundo delante de nuestros pies.

Ambos teníamos dinero ahorrado, pero si así no hubiera sido, no habrí­a importado, no se nos ocurrió preocuparnos por lo económico. Supongo que esa es una angustia que se acoge cuando los años avanzan.

- Y la mamá? - pregunté con voz trémula, la verdad es que no había sido yo la hablada y/o castigada, y la idea no terminaba de convencerme.
- Ella tiene al papá que la cuide - respondió mientras ponía nuestro "equipaje" sobre la alfombra.
En mi mente se ilustró una nueva imagen, la de mi madre llorando en su cama, y otra vez nosotros caminando en la oscuridad.

- Pero el papá nunca viene, se va a quedar sola.

Nunca olvidaré el tono de su respuesta, como si fuera él quien estaba a punto de infringir un castigo, y arrepentirse en el acto.

- Está bien, la perdonamos, pero la próxima nos vamos.

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