Soy cada una de ellas y todas ellas pretenden ser yo. Me acorralan, me sientan a la mesa e inician un ritual sin orden donde argumentan, cuestionan, demandan.
Me conocen bien, aún debajo de la sonrisa fingida, debajo del maquillaje, de la ropa, de la piel, la sangre, los músculos, los huesos… me re-co-no-cen, me exigen, me huelen, me atan, me juzgan.
Bipolar, tripolar,'esto es por mi bien' repiten al unísono, como una terapia familiar, como un grupo de adictos anónimos, adicta a cualquier cosa, cualquier grupo, querer querer, pertenecer al grupo de los que no queremos pertenecer, los que huimos, los que queremos sentir que siempre estamos de ida, aunque no sepamos a donde. Pertenecer y escapar. Dicotómica. Fraudulenta. Falsa. So.fis.ma.
Está ella, la única que logra conmoverme, la que me mira con pena, no pena-lastima sino pena-tristeza, con la decepción en la garganta y la esperanza aguándose en los ojos.
Inquieta me pregunta hasta cuando voy a seguir en esta comedia. Mientras no se haya vaciado la botella. (Estellita Artois me sonríe coqueta y complacida por mi respuesta.)
Cuento con el delirio de la inconciencia mientras tenga excusas, mientras haya tiempo podré perderme en el barullo, el ruido, las sombras, el insomnio, las fotos, los murmullos, los abrazos, las despedidas.
Un puño golpea el tablero, mis nudillos duelen, el silencio inunda, habla ella, la que todo lo absorbe, la que no calla, no duerme, no se emborracha, no baila y no olvida. Solo queda su mirada fría clavada en mis ojos, utiliza ese tono de desden que siempre me han criticado, mi voz orgullosa, mi voz de pocos amigos, voz que demanda soledad y rechazo. Sus palabras son tan ciertas como las de las otras, al fin, soy todas ellas y cada una me conoce, es hora de aceptar que ha sido todo un juego, fíjate que apuestas porque la casa siempre gana. Deja de mentirte que no eres tan dura como pareces ni tan frágil como pretendes. Dueña de la verdad absoluta, yo y mis otras bajamos la cabeza en silencio, escuchamos atentas su discurso sereno, se acabaron las mentiras, no hay mas pretextos.
Como estar en la ducha y sentir el agua cayendo con fuerza sobre el cabello, anunciando que es lunes, el fin de semana ha acabado y solo espera el trabajo. Y frotas tu cara con las manos, aceptando con resignación la sentencia, la continuidad del tiempo.
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lunes, diciembre 29, 2008
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