Es un acto mecánico, ha vaciado su cenicero tantas veces como ha borrado las líneas en la pantalla que ahora se muestra otra vez blanca, a la espera de que tenga algo que decir, algo maduro, con voz, con fuerza, que no sea fácilmente eliminado como los intentos anteriores. Pero su mente también está en blanco, se ha olvidado los sujetos, los verbos, lo ha olvidado todo. Ese ruido permanente que viene del restaurante de al lado, ese ruido insaciable, ensordecedor, fascinante, agobiante. Cuando se dio cuenta, no tenía mas puchos sobre la mesa y el cenicero estaba lleno otra vez.
En otro momento sucumbiría a la pereza y decidiría silenciarlo todo -tanto el ruido que se mete por las rejas de la ventolera, como también las voces en su cabeza que le piden que escriba, que no se de por vencido, que no se quede callado- con un par de calmantes que lo lleven directo al día siguiente, dándole solo el tiempo justo para quizá acomodarse en el sofá, o si tiene suerte podría gatear a la cama.
Revisa mentalmente, la billetera en su bolsillo, las llaves en la mano, en la otra una bufanda y se lanza a la calle como se ofrece un ave al universo. Al pie del edificio pensó que quizá un gorro lo hubiera podido proteger de los fríos vientos que acompañan al invierno. Uno está tan metido en lo suyo que cree que no le va a importar hasta que calan los huesos, y el frío es real. Muy tarde, el cigarro lo calentará una vez que repose encendido entre sus labios, eso si la caminata no lo agota primero.
Sin darse mucha cuenta del destino, terminó en casa de Julia, el camino se amoldó a sus pies, o quizá guardaba en la memoria el recorrido, se percató de dónde estaba cuando su dedo presionaba por segunda vez el timbre. "Los puchos" se acuerda, y cuando Julia abría la ventana para saber quien era, repitió automáticamente: "salí a buscar cigarrillos", "espero que los hayas encontrado antes de venir, porque los míos están por terminarse" dijo ella sonriendo mientras le hacía una seña para que entre, no se sorprendió por la falta de saludo, y la verdad es que tenía dos paquetes de marlboros por abrir.
- ¿Qué te trae con esa cara de preocupado?
- No es nada, necesitaba salir de casa, con tanto ruido es imposible escribir.
- O sea que sigues escribiendo.
- No sé si puedo llamarlo así. Tengo un personaje esquizofrénico que sale de su apartamento y no sé a dónde va. Terminará recorriendo el camino que su cuerpo está acostumbrado si no le encuentro otro destino. La verdad, creo que si no se me ocurre algo pronto, si no logro callar ese ruido insoportable del edificio vecino, se va a perder en algún lugar de esa cuidad demasiado grande, y es una noche muy fría para dejarlo ahí.
- Déjame ver lo que has escrito hasta ahora, quizá te puedo dar una idea.
Aún sin ser supersticioso le incomodó la idea de que Julia lea uno de sus textos incompletos, creía más en el 'reposo' de sus escritos, como un ritual de maduración.
- ¿Qué pasa, temes que sea muy dura en la crítica? - le preguntó con el sarcasmo preciso mientras le acercaba un atado de cigarrillos y el encendedor.
- No, no es eso. No lo tengo conmigo, te lo puedo contar así te haces una idea.
- No es lo mismo. Pero vale, cuéntame como si lo estuvieras leyendo.
Al terminar el relato, ambos permanecieron en silencio por un largo rato, ella se levantó a calentar agua para el café que adivinó que él estaba a punto de pedir y antes de darle tiempo de hablar le dijo: "podrías hacerlo un poco más inteligente y que se tome las píldoras una vez que está acostado, así no tendría que arrastrarse a la cama".
- El sería más listo, y yo perdería dos líneas.
Compartieron un porro que no les provocó ganas de reír ni más hambre de lo habitual, algo decepcionados, y con los pensamientos amortiguados, pasaron el resto de la mañana en silencio. La vio más bonita que antes, quizá hasta elegante, tranquila, con toda esa paz que a él le hace falta, pero que no es capaz de obtener por tantas voces hablando por dentro al mismo tiempo, todas necias haciendo continuamente rabietas.
De regreso el camino parece más corto y el frío se siente menos, y aunque segundos antes pensó que sería mejor volver a casa bordeando la costanera, decide seguir la ruta habitual, como un autómata. Piensa en Julia, y la belleza que se le acomoda con el tiempo, la sonrisa abierta con la que siempre lo recibe, vestida con ese suéter blanco que lleva tanto tiempo con ella, único capaz de protegerla del frío.
La mirada cómplice y las bromas repetidas los regresan por unos instantes a años antes, a reconocerse con absoluta certeza, rozando en la coquetería inocente que sonrojada se da cuenta que no tiene cabida, y ese beso que no sabe donde posarse y termina siempre en la comisura de los labios, a veces perseguido por un silencio incómodo y otras veces, ya a fuerza de costumbre, tienden a ignorarlo.
Cansado de darle vueltas a un pasado que se diluye en imposibilidades, acelera el paso, piensa en sus personajes de ficción, todos tan reales como imperfectos, da vuelta por cualquier esquina imaginando encontrar a alguien con quien entablar un diálogo, huyendo de sus propias fantasías en la incesante persecución de un poco de realidad.
3 comentarios:
Verguenza estar en la blogosfera y no haberte seguido desde antes.
Desde ahora asiduo... supongo despues de las fiestas de Quito, el panita emo de la historia vera la vida de otra manera... de tomar las riendas y de saber q no debe esperar de la vida sino ir a buscarlo.
Borro tu comentario y el mio, para que me dejes en paz. No voy a argumentar ni llevarte la contra, no hay nada mas patético que peleas de ex en internet. Qué parte de que yo no hablo contigo ni de ti no se entiende? Ten dignidad y deja de escribirme comentarios, no me leas, no me escribas. Olvídate de mi.
Avel, que gusto tenerte por estos lares, aunque algo tarde pero siempre es tiempo. Igual pienso seguir por aquí un par de años más. :) gracias el comment.
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