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miércoles, mayo 25, 2005

Al principio érase el hombre

Este es el sueño, lo q sigue es el cuento

Al principio erase el hombre

Érase la luz que separaba el dí­a de la noche, érase el agua que traía la vida en su vientre, al principio érase el hombre y con el hombre era la mujer.

No tardaron mucho en descubrir el misterio que envolví­a sus cuerpos, ese llamado hormonal, y fueron los niños.

Al principio todo fue paz y quietud, aún con los chicos creciendo en medio de ese paraí­so terrenal. El hombre tenía para si todo lo que estaba a su alcance, dueño y señor de los animales, de los campos, de la vida, era también dueño y único responsable de sus actos. Y sintió miedo.

Una tarde cualquiera, los niños que paseaban por los montes, jugaban con los animales y corrían junto al rí­o; sintieron pena de ver al hombre sumido en la tristeza: todo lo que tení­a era demasiado para él, que no podí­a cuidar sólo de toda la vida. No podí­a tampoco aceptar la responsabilidad y las consecuencias sobre sus actos.
La angustia se apoderó de ellos, que no querí­an ver sufrir así­ a su padre.

Se reunieron en silencio, cuando ya el sol se habí­a transformado en luna, y decidieron que era su deber crear algo, una fuerza mucho mayor a ellos, con todas las bondades posibles, crearían una luz, un ente superior, alguien tan perfecto que sería intangible, alguien que les quite las penas, a quien acudir con esperanza, y a quien culpar por los errores cometidos. Un lugar en donde hallar consuelo.

Tomaron la vitalidad del fuego, dándole un corazón en llamas, y lo dotaron de belleza, de misterio, firmeza y ternura, lo crearon justo, le dieron la dulzura de un padre, extrajeron sus propias buenas cualidades y le otorgaron una a una, confiando en que este nuevo invento sería la solución. En una primera demostración de lo que todos llamamos Fé.

Cuando estuvo listo, le dieron la potestad de los cielos, y le encomendaron la protección de todo lo que en la tierra habitara. Con gran alivio lo llamaron Padre, se lo regalaron al hombre, que recibió la ofrenda con gozo, ya tení­an a alguien que se hiciera responsable.

Inventaron una historia de 7 días y una costilla, e hicieron correr el rumor de que ÉL los creó a su imagen y semejanza. El hombre volvió a sonreír, le habían quitado un gran peso de encima, podrí­a equivocarse y esperar a que otro lo arreglara, podría hacer mal, y pedir perdón con la certeza de ser disculpado.

Podría destruir y esperar a que ese todo poderoso de los cielos lo reconstruya.
Y entonces fue Dios quien sintió miedo.

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