En ocasiones no comprendo cuál es ese afán mio con el exilio, esas ganas de empujarme a la nada, la soledad. Como si tuviera alguien a quien demostrar mi fortaleza, como si eso forjara el caracter o al menos me diera experiencia.
A mi, que me gusta tanto sentirme mimada, cuidada, querida. Tener el tecito en la mañana, el colchón caliente en las noches, los juegos tiernos, el perro sentado a mis piernas.
Y sin embargo...
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