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lunes, agosto 24, 2009

Sin ánimo de moreliar...

Sin duda, somos en el presente, el resultado de las decisiones tomadas en el pasado, cada acción representa una decisión, por qué lado cruzar la calle, la velocidad del paso al que caminamos, quizá exceptuando las cosas que hacemos por rutina, cada acción y su decisión nos han llevado hasta aquí y existe un número infinito de posibilidades de hasta donde pudimos haber llegado.

Pero hay eventos en nuestras vidas que marcan un antes y un después, en dónde uno no puede evitar plantearse si ha tomado las decisiones correctas, y se escudriña en el pasado buscando el punto de inflexión que nos trajo hasta aquí. Yo por ejemplo, miro con temor de arrepentirme cada una de las cosas que he hecho en los últimos dos años, quizá no debí venir a estudiar en primer lugar, quizá no debí abrir un mail el 30 de junio del 2007 y responderlo, quizá no debí liderar un grupo de fans de una emisora radial que me haría conocer una chica que me haría decidir abrir un blog... ¿En dónde empecé a tomar las decisiones incorrectas?

Y no puedo evitar sentir la frustración del error, una parte de mí pretende hacerse la fuerte y decir "ya está" y darle a todo prisa como quien trata de no pensar mucho en el asunto, que dicho sea de paso, no hay nada que hacer al respecto. Otra parte en cambio quiere llorar desconsolada, aunque entienda que nada solucionará con ello, que el mundo no se detiene con nuestra pena.

Pero cómo evitar sentir un poco (o mucho) de culpa, remordimientos y arrepentimientos, cuestionarse si sería lo correcto, si se hubiera podido hacer más, si todo lo logrado no habrá sido en vano, si las perdidas no cubren las ganancias al momento de cuadrar el balance. Sigo esperando el momento en que esté lista para pedir perdón, mientras continúo exculpándome en cada tropiezo. Y disimulando el vacío del fracaso.

Y no es que sea boba, comprendo perfectamente que darle vueltas en mi cabeza no cambia las cosas, así que sigo aquí, esta soy, la que se cayó y levantó, la que hizo daño aún cargada de buenas intenciones, la que tuvo la fuerza, el coraje, valentía o capricho de empezar de cero en lugar desconocido, y hasta que no se hayan agotado todos los recursos y mientras duren fuerzas sigo luchando y haciendo planes, que esto aún no termina apenas está empezando.

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