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jueves, enero 10, 2008

De cuentos, soldados y clavos.

Hay un cuento, de Hans Christian Andersen, que trata de un soldadito de plomo relegado a vivir a la sombra de un viejo amargado. Tras años de haber sido enterrado, despreciado y olvidado, creo que es encontrado. O quizá primero es encontrado, luego enterrado y luego olvidado. La foto que ilustra el cuento, en el "libro de nuestros hijos" es un viejo en una mesedora que, con desprecio, apunta con un rifle hacia el soldado.
Este cuento no hay por ningún lado en Internet, cosa rara, a diferencia de otro, bajo nombres parecidos, cuyo autor dice ser el mismo, en el cual asiste también una bailarina, un pez (algo así como signo de redención divina, según alguien) y al valiente protagonista le falta una pierna.

En el cuento que menciono, el que yo crecí leyendo, cuya imagen ilustrativa tengo grabada en la mente en leves trazos color verde, no existe bailarina alguna ni romance asociado, ni convierten al soldado en un soberbio navegante. El que yo digo es un cuento sin esperanzas. Y en eso justamente radica su encanto, o quizá a mi me gusta y eso nada más.
He copiado ya el cuento y quiero postearlo en estos días, como mi aporte a la web, sino que encuentro imprescindible colocar también la mencionada imagen, y el día que copié el texto, no tenía a mano una cámara con buena resolución, así que queda pendiente.

Por el momento, quiero un soldado de plomo. Me vinieron todas esas imágenes, tras leer un poco acerca de las denuncias a mattel y demás por el contenido de plomo en la pintura de los juguetes, y como una revelación me di cuenta que quiero un soldado.

Creo que de ese tipo, mi juguete mas preciado que ahora aguarda (olvidado, enterrado, despreciado) en el cajón de mi cómoda roja, son un par de clavos, que empiezan a oxidarse, hecho nudo entre si, el juego consiste en desenredarlos. Cuando se torna muy fácil, el juego consiste en soltarlos con los ojos cerrados. Cuando eso se torna muy fácil, el juego consiste el zafarlos con los ojos cerrados y solo con la mano izquierda.
Zafarlos con los ojos cerrados, solo con la mano izquierda y en la espalda.
Zafarlos con los ojos cerrados, solo con la mano izquierda en la espalda y usando solo dos dedos...

* De uno de esos mails que terminan gustando más a quien los escribe que a quien los recibe.

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