Cuando cumplí 20 años, mi jefe, un francés bellísimo, me dijo que a los 20 uno debe tener claro cuáles son sus objetivos para los 30 años. Al comienzo me pareció mucho peso, pero luego comprendí que todo se trataba de mantener metas claras y saber hacia dónde enfocar nuestros esfuerzos.
Cometí el error de responder que a los 30 quería tener mucho dinero. El reprobó mi respuesta, pero cariñosamente me explicó que el dinero es un medio y no un fin, dándome otra oportunidad de responder.
Entonces decidí que a los 30 quería una casa propia, un techo que pudiera llamar mío, o medio mío y medio hipotecado, y empecé a ahorrar en función de ello.
Curiosamente los objetivos cambian, las metas se alteran y las acciones que tomamos se enfocan hacia otro lado, tengo 26 años, y no estoy ni cerca de en 4 años tener una casa propia, ni siquiera el 30% de entrada para el préstamo hipotecario. Lo interesante, es que ya no deseo eso. Estaría bueno tenerlo, pero no estoy actuando para ese lado, y no siento que he fallado, por cuanto los deseos que ahora me mueven me motivan mucho mas en el presente, tengo planes, viajes que hacer, satisfacciones que lograr.
Ahora, bajo el mismo tópico pero en otro aspecto, también he meditado últimamente mucho que no solo lo que uno va cambiando en su ideología interna, sino como el entorno también cambia y generación tras generación vamos adoptando otro estilo de pensamiento. Si he de confesar un secreto, durante el último mes se me ha metido en la cabeza tener un hijo. No ahora, sino a mis 29 y medio. Antes de cumplir treinta nacerá mi primogénito, será varón y ya tiene nombre M.A. Lo que no tiene es padre, pero aunque suene muy mal, y esto pueda ser juzgado, el padre es lo que menos me interesa.
Sé que puede ser egoísta, al final, todos ansiamos una buena figura paterna que nos guíe y enseñe, pero si no es así, mientras yo tenga los recursos para darle todo lo que necesite, comida, alimentación, juegos, entretenimiento, salud, ropa y demás, no hará falta mas nada.
Creo que este tipo de pensamiento puede surgir del hecho de que la mayoría de padres de nuestra generación son divorciados, es decir, somos hijos del divorcio y hemos vivido en carne propia que nuestra madre pudo hacerse cargo por si sola de uno, dos o tres retoños, y salimos bien.
Creo que es consecuencia de la seguridad que hemos logrado como seres independientes, y de eso ya he hablado antes. El tema es que quiero un hijo, quiero un pecesito nadando en mi barriga, ver mi cuerpo crecer, sentir vida dentro de él, amar a alguien como una loba capaz de cualquier cosa por su crío, ese amor debe ser inmenso, enseñar a alguien a crecer y ser mejor persona, darle todo de uno mismo, una personita que nunca dejará de crecer y que si hago las cosas bien, será un hombre íntegro y feliz. Creo que estoy preparándome para ello, en 3 años más será.
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viernes, enero 22, 2010
de cumplir años, de ponerse metas, de soñar en grande y de un secreto
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