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jueves, noviembre 23, 2006

Juan

El tercer hijo del primer marido de la segunda esposa del papá de Marcelo se llama Juan, y viene a ser una especie de conocido mío a través del vinculo familiar que implica ser el medio hermano de la media hermana. Lo cierto es que a Juan lo he visto pocas veces, en lo que podrían llamarse secretas reuniones familiares, porque no todos tienen que saber que a veces nos reunimos con el siguiente hijo post divorcio de la madre de mi cuñada.

Juan tiene una característica especial, el hombre lee, no, eso no es lo peculiar, sino las cosas que lee y la manera en que aprovecha o utiliza ese conocimiento para plantearse su modelo de vida. Juan sabe por ejemplo todos los males que te puede causar tomar coca-cola, sabe algunas teorías bien argumentadas de quien mató a Roldós, el contenido proteínico de los mariscos, algunos secretos políticos de la economía norteamericana, sabe la cruda realidad de las calorías de ese caramelo que me como sin culpas, lo que dijo Smith acerca del endeudamiento innecesario de los países con intereses que no podrían pagar, la estrategia del FMI para hacer firmar niseque papeles al líder de Iraq en alguna época -que le gustaban las rubias- y habla con argumentos y libros que lo respalden acerca de los símbolos de los Iluminati que vemos a diario sin percatarnos y de sus reuniones anuales.

Lo cierto es que Juan siempre tendrá temas de conversación. Es interesante por un lado, porque al parecer él no duerme, sino que investiga todo lo que le puede llamar la atención, el por qué del insomnio, las etapas del sueño, las implicaciones psicológicas de las pesadillas, etc. Y claro es admirable ese espíritu de investigador que no se queda con la curiosidad, que lee ávidamente textos, que tiene a Smith en la cabecera y sin embargo no es un intelectual que aburre hablando de economía.

Pero por otro lado cada vez que lo escucho, a mi me da por pensar que la ignorancia es un paraíso que pocas veces apreciamos. Yo no podría vivir con todas las cosas que él sabe sin haber intentado saltar de algún precipicio, me resulta frustrante conocer como se mueven algunas cosas internacionalmente, conocer el otro lado de la historia que nos cuentan en la escuela, donde no somos los héroes ingenuos precisamente sino unos embusteros ambiciosos. Yo prefiero comer un buen plato de mariscos con una cocacola sin hielos gigante que acompañe sin preocuparme de las calorías, el colesterol, las larvas, y cuanta cosa más que estoy metiendo a mi boca.

A mi no me importa mucho saber si la CIA mató a Roldos y a Kennedy; yo prefiero vivir en una dulce ignorancia donde muchas veces podré quedarme sin temas de conversación, pero puedo cerrar mis ojos tranquila en la noche pensando en babballos y otras fantasías. Y al final de todo el punto es precisamente ese, no? Cada uno siendo feliz de la manera que puede serlo, yo con un mínimo conocimiento literato, filosófico, y financiero y Juan redescubriendo la verdad y llegando hasta las últimas consecuencias.

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