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lunes, noviembre 20, 2006

Primicia

Magdalena ha nombrado dueños absolutos de su virginidad a tres hombres distintos. Los tres se creen conquistadores de lo más profundo de su carne, usurpadores de su sexo, emperadores de su cuerpo.

Joaquín fue el novio de los 20 años y sus arranques hormonales, ocho meses con sus tardes aburridas, retozando en una cama abandonada que olía más a humedad que a excitación. Éste tiene su mérito, la penetró innumerables veces, y la gozó en siete distintas posiciones; supuso ser el primero sin siquiera preguntar por algún antecedente, creyendo ser el único que sometía aquel cuerpo frágil a sus placeres, no sabía que lo que él daba a Magdalena en experiencia, no lo otorgaba en satisfacción.

El segundo personaje fue Marco, al único que mintió, sin razón aparente: acostados, jugando previamente con sus cuerpos, susurrando cosas al oído entre soplidos, él preguntó si había estado con alguien antes, y ella sin pensar su respuesta dijo 'no'. Nunca supo por qué, quizá la excitación de sentirse un personaje que hace años no representaba: la dulce mujer que no había conocido hombre alguno.
El alcohol ingerido por ambos no dejó lugar a dudas, ni tiempo para exigir pruebas, él quería ser el primero en su vida, y ella no pudo negarle esa alegría
Años mas tarde Marco le seguiría escribiendo cartas con un cariño transformado con el tiempo, la despedida siempre incluía un mensaje donde se notaba que el se sentía dueño de la primicia en su cuerpo, cual si fuera una corona que reclamar con honor, por absurdo que parezca.

La tarde del 15 de febrero de 1996, a los 16 años, Magdalena llamó a su ex novio y bajo el pretexto "tengo un regalo que darte" lo invitó a su casa, Guillermo prometió ir, pudo ser una promesa mas, como aquellas de "te llamo" y no llamar, pero esa vez fue distinto, en menos de media hora presionaba su índice contra el timbre.

Maggy abrió, subieron a su cuarto, tras el regalo de san Valentín se inició la conversación temblorosa: - Tómalo como un gesto de amistad, no como una declaración. - Gracias por el detalle, que vergüenza no haberte traído algo.
Y de repente sin saber como llegaron ahí: uno sobre el otro, besando sus lunares. Caricias y más besos sin tener idea de qué hacer ni como moverse, el frenesí, la complicidad, fueron apenas unos minutos, ella sintió dolor pero prefirió no quejarse.
"¿Es eso todo? Tanta propaganda al acto para que se resuma en 4 minutos de fricción ¿?"

Una vez incorporados, él con aire de galán le dijo: - Esto es amor, lo que acabamos de hacer.
Y ella absorta en su propia desilusión replicó: - No, esto fue solo sexo.
No se volvieron a ver.

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