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jueves, octubre 06, 2005

Cuento

Este cuento es de Oscar Ivan Echeverry, cuyo primer libro se llama de la misma manera que el cuento.
Es un poco largo, pero es uno de los que mas me gustan.

Con La Esperanza Perdida En Algún Rincón Del Ombligo
Su entrada a la sala del juzgado no fue tan espectacular como mucha gente imaginaba. Todos aquellos que lo conocieron alguna vez, e inclusive los que nunca lo habían visto, esperaban observarlo con el porte, la elegancia y la gallardía que lo caracterizaban; con esa sonrisa de medio lado que lo hizo tan famoso; y con esa mirada penetrante, acompañada con un ligero arqueo de la ceja derecha, con la cual había cautivado y enamorado a tantas personas.

Pero en cambio, se encontraron con una imagen desgastada y consumida, como abofeteada de un momento a otro por el tiempo. Una figura que no reflejaba en lo más mínimo todas esas leyendas y relatos que había despertado por generaciones. Hoy, el luchador de mil batallas, el forjador de gran parte de la historia, el espíritu que fue capaz de conquistar el corazón y el alma de miles de personas con su carisma, solo provocaba lástima y algo de sorpresa; pues nunca nadie pensó alguna vez que a este ser, que había estado durante tres mil años en guerra sin recibir un solo rasguño, un día en prisión hubiese sido suficiente para destruirlo. Parecía como si su carisma estuviese guardado en su bolsillo derecho y su esperanza perdida en algún rincón del ombligo.

Por otro lado, la llegada del Juez y su corte obviamente no era tan anhelada; pero de hecho generaba, de por sí, cierta controversia. Después de muchos años de formada la Gran República, era la primera vez que no había una mujer formando parte del jurado, tampoco estaba presente un representante de las minorías étnicas, ni ningún consejero científico, ni los habituales asesores legales; ni siquiera la Gran Corte de Sabios fue citada, ni los tres veedores que por Constitución debían estar presentes en cualquier juicio de carácter mundial. Hoy, el jurado estaba conformado por los Obispos, Arzobispos y demás Prelados pertenecientes a la Gran República; en total eran diez representantes escogidos personalmente por el Papa desde su nueva Santa Sede ubicada en el Madison Square Garden de Nueva York. Así los primeros actos de rigor: la presentación del Juez, la del Jurado, un vídeo enviado por el Papa en donde agradece la oportunidad y alienta al Jurado a ser completamente objetivo e imparcial pero sin olvidar que Dios está vigilando; y la intervención del Fiscal, fueron siempre acompañados por silbidos, cuchicheos y murmullos desde gran parte del palco de asistentes; hecho que provocó varías veces la ira del Juez, quien no hacía más que golpear la mesa con un pequeño martillo mientras amenazaba con desalojar la sala.

Todo fue muy diferente, y así hay que decirlo, cuando se le concedió la palabra al acusado. El juzgado entró inmediatamente en silencio, ni una sola palabra sonaba en los palcos, ni desde el Jurado, ni desde las casas que observaban la transmisión del llamado “Juicio del Milenio� (como lo había bautizado la cadena televisiva propietaria de los derechos exclusivos tanto para televisión como para los muñecos coleccionables que se regalarían próximamente en las cajas de cereales y en los menús infantiles de la mayoría de autoservicios). La expectativa era tan grande y el silencio tan abrumador, que ni el mismo secretario del juzgado quiso romperlo, prefiriendo a última hora, el lápiz y el papel a su maquina taquigráfica para evitar el ruido que frecuentemente emanaba de ella. Fue tal la calma que por fin el martillo pudo descansar y hasta echarse un ligero sueño... El acusado volvió a rechazar el abogado que por derecho tenía, prefiriendo manejar su propia defensa, pero eso sí, solicitando se le retiraran las cadenas, los ajos y los 53 crucifijos que llevaba encima; petición que fue rechazada tajantemente por el productor televisivo, aludiendo que se perdería algo de impacto en las tomas. Su deseo de un vaso de agua antes de empezar a hablar fue también negado, debido a que el asesor comercial argumentaba que solo se debería tomar la bebida oficial del juicio. Entonces, con una bebida energética en la mano (algo torpe debido a las cadenas) y algo jorobado por cuanto peso llevaba encima, el sindicado empezó su defensa.

-“Deberían darme las gracias en lugar de encarcelarme. Deberían besarme y no insultarme; porque es por mí que ustedes están ahí. Entonces ¿Por qué me acusan? ¿Es qué acaso no pueden entenderlo? Traten de explicar el día sin la noche, lo negro sin lo blanco, o la tierra sin el mar. Imposible... ¿Verdad? ¿Cómo conocerían la felicidad sin antes haber probado la tristeza? ¿Podrían definir el amor sin antes haber odiado? ¿Cuál sería el valor de la vida sin que existiera la muerte? ¿O de qué vale la sonrisa de un niño sin antes haber derramado alguna lágrima?

Puedo entender por sus caras, señores del jurado, que les molesta mi presencia y les desagrada el estar escuchándome, pero puedo asegurarles que todos los males de la tierra no son culpa mía. Acepto que inventé más de la mitad de estos, pero recuerden que fueron ustedes quienes los usaron. Yo me limité a poner la semilla y ustedes recogieron la cosecha. Por siglos los hombres han robado, matado y mentido. Se asesinan los unos a los otros por obtener poder, bajo la excusa de la libertad fabrican guerras y por amor liquidan a su hermano. El odio fue transformado en bandera, la mentira en escudo, la hipocresía en armadura, la muerte en promesa de futuro y la codicia como base de toda filosofía. La única manera que encontraron para no hundirse en el fango era pisar sobre su prójimo... Ustedes lo hicieron todo pero es a mí a quien se acusa.

Quiero que entiendan que en Los Inicios, cuando el primer rayo cortó las tinieblas y se formó todo lo que ahora les rodea, a cada objeto, a cada animal, vegetal o mineral le fue asignado un antagonista. Ante dicha premisa cuando se creó el bien fue necesaria la presencia del mal. Por eso, si se fijan, cada pregunta que ustedes formulen, tendrá siempre dos respuestas. Solamente ustedes sabían, saben y sabrán cual escoger. Dios les obsequió el don de la libertad confiando plenamente en ustedes, y los escogió personalmente entre todas las otras criaturas para que condujeran y guiaran al mundo a través de la oscuridad.

En aras de la verdad, puedo decir que yo solo cumplí con lo que me encomendaron, tal cual me lo pidió Dios en los inicios. Él me ofreció un papel en la historia del mundo, me dijo que moldeara el mal a mi gusto, que lo desarrollara y lo repartiera a todos los hombres. Dios imaginó, creo yo, que solo así ustedes reconocerían el único y verdadero camino. Yo solo cumplí con lo que me pidió, así que no es culpa mía si ustedes no tomaron la senda que se les trazó y prefirieron agarrar por el atajo. Aunque les moleste, lloren y griten, yo me declaro completamente inocente.â€�

Cuatro o cinco aplausos sonaron desde el palco, los cuales fueron reprimidos inmediatamente por las miradas inquisidoras de los miembros del jurado quienes, poco a poco, se fueron dirigiendo a la sala donde votarían. Allí, discutieron largas horas sobre las pruebas, antecedentes y hechos que se tenían sobre el acusado; todo mientras sonreían a las cámaras de televisión (el contrato de exclusividad autorizaba la transmisión de la deliberación y votación final del jurado). Las discusiones se prolongaron por varias horas, a tal punto que el Juez decidió suspender el juicio hasta el día siguiente argumentando que en pocos minutos más transmitirían un especial sobre los cien mejores goles marcados de pierna izquierda de la Liga profesional de fútbol de la Gran República.

En la mañana y después del desayuno continental ofrecido por el hotel oficial del evento (donde se alojaban todos los miembros del juzgado, la prensa y otros invitados especiales al juicio) el jurado pudo por fin emitir su veredicto:

-“Al acusado se le absuelve de todos los cargos levantados en su contra y se le declara inocente. Luzbel alias Satanás queda en completa libertad.�

Abrazos, felicitaciones y enhorabuenas llenaron el juzgado. Los periodistas corrían de un lado a otro para entrevistar a Satán o por lo menos conseguir una foto. Aproximadamente cien de las nuevas botellas de la "bebida refrescante" fueron abiertas, se repartieron hojuelas de chocolate en gran cantidad, y decenas de hamburguesas (todas con queso extra) se regalaron. Las millares de camisetas recordatorias donde el diablo hacía la “v� del triunfo se vendieron en la calle al doble de su valor durante toda la semana siguiente; mientras que en aquellas en las cuales el estampado mostraba a un Satanás caído y sangrando entre palabras que decían culpable fueron regaladas, por la empresa fabricante, a varios orfanatos y asilos de ancianos.

Desde aquel día los hombres entendieron que haber descendido a los infiernos, arrestar al diablo y llevarlo a juicio no era la solución para remendar sus actos. Comprendieron que el mal estaba dentro de ellos y no en otro lado, pues así había sido dispuesto desde Los Inicios.

Ahora Luzbel, con gran paciencia, espera respuesta divina. Pues según él, cumplió con la orden encomendada y merece por lo tanto portar una aureola, un par de alas blancas y como es natural una arpa (aunque dicen por ahí que preferiría un saxofón).

Pero han pasado los días y la respuesta no llega, en el cielo hay una gran confusión: Dios no está. La Fiscalía ha levantado pliego de cargos contra él acusándolo por todos los males que aquejan la Tierra.

Sentado frente a al Jurado, incomodado por las cámaras y con la esperanza perdida en algún rincón del ombligo, Dios, ha intentado varias veces iniciar su defensa; pero cada vez que se dispone a hablar, se le hace un nudo en la garganta, se le aguan los ojos, se cubre con las manos la cabeza y solo se le oye maldecir en un murmullo el día en que le dio por crear una especie a su imagen y semejanza...

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