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lunes, febrero 06, 2006

Separación

y aldo q no me creia...

Hace tanto tiempo que vivían juntos, que ella había olvidado el placer de gritar mientras hacían el amor. Seis años antes, buscaban cualquier rincón para desvestirse y hacerlo, a ella le gustaba gemir, y él gozaba viendo el retorcer de sus ojos cuando acababa en un magnifico orgasmo.

Hoy sentada en la sala, bebiendo un trago, recordaba sin excitación alguna todas y cada una de las veces que copularon, se sintió satisfecha, al fin y al cabo, aquellos años no habían sido un martirio, los disfrutó, al menos al principio.
Conforme el paso del tiempo se daba cuenta como la pasión se fue apagando, y era equilibrada con cariños tiernos, y palabras mágicas que inventaban el uno para el otro.

Decidir su divorcio no fue tarea fácil. Muchas veces quiso abandonarlo todo, pero el miedo pudo más. Terror a encontrarse sola en medio del mundo, abandonada.
Miedo a morir vieja y sola, como alguna vez le sentenció su madre.

Esta vez, lo decidieron juntos. No soy feliz, no me haces feliz, no eres feliz. Acaso no es la felicidad lo que cada persona busca como fin durante su corta o larga existencia.

Ahora estaba sola, pero el temor era menos. La rutina del trabajo hacía menos doloroso el vacío.

Era una mujer madura, con la sabiduría que sus años le habían otorgado. Su cuerpo aun se conservaba esbelto, más de un hombre hubiese querido llevársela a la cama.
Y sin embargo ella rechazaba todas las proposiciones, aun ahora, en su nuevo estado de soltería, la verdad es que eran tantos los años en los que había compartido el lecho con un solo hombre.
Había probado de todo, y sin embargo no se atrevía a ver a otro desnudo, ni dejarse penetrar por alguien que no la conociera.

Encendió un cigarrillo y sonrió para su adentros, sabía que esa era una de las causas de su separación, el la detestaba con aliento a tabaco, algo en ella se sacudió, la libertad de fumar en su sala, sin tener que luego abrir ventanas. Total, ya estoy vieja para esos juegos.

Como todo matrimonio, alguna vez trataron de tener hijos, pero el primero llego muy temprano a sus vidas, apenas si tenían un mes de casados y alquilaban un cuarto que orgullosamente llamaban departamento. Su cuerpo rechazó al ser que crecía en su vientre, las cosas se complicaron, el aborto diferido la dejó estéril. Su esposo, siendo cirujano no soportaba la versión de mala práctica médica.

No obstante, esa no pudo ser la causa de la separación. Con el tiempo su situación económica mejoró notablemente, sus profesiones eran bien pagadas, y siguieron juntos, haciéndose compañía y queriéndose a veces.

En medio de la oscuridad se preguntó si alguna vez él la habría engañado. No, no tenía ese perfil. Además el compromiso de estar juntos, aunque sea sin besos, sin la fiebre del romanticismo, era algo que ambos cumplían sin dejar que terceros interfirieran. Y ella como editora de una importante revista de circulación internacional, era casi una figura pública, los chismes hubieran llegado, ella se habría enterado.

Después de algún tiempo de separación, recién hoy la golpeaba con fuerza la palabra divorcio. Su abogado la había visitado temprano en la oficina, llevándole los papeles para la última firma. Luego de ello estrecho su mano y le dijo algo ridículo acerca de la libertad que estaba a sus puertas. La verdad es que él solo pensaba en la gran cantidad que cobraría por honorarios, la separación de bienes la beneficiaba por completo y eso sería recompensado.

Libertad. Soledad.
Era ya tarde para ponerse a filosofar acerca de la validez, concordancia o diferencia de esas dos palabras.
Lentamente se incorporo y subió las escaleras. Tenía que dejarlo todo atrás. Mañana sería un nuevo día, por trillado que sonara el consuelo.
Algo de bueno le tenía que encontrar al dormir en medio de la cama.

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