Abichuela, así se llama el dueño del bar donde voy los jueves.
Así le llamamos todos. Abichuela, yo creyera que se escribe con h pero me ha bastado ver su firma para saber que no es así.
Hoy me dice que venga en la noche, que no falte porque Sebastián, mi ex, va a dar concierto.
- No me falles Jana. Pronuncia mal mi nombre, pero lo hace con tanto cariño que la verdad no me importa.
No quiero ir. No tengo intención de ir. Hace apenas unos días que él y yo terminamos, fue en mi cumpleaños, que desgraciado, no quiero ir, pero voy, al entrar el DJ me saluda desde la puerta con un coqueto hola princesa, yo río y me acomodo en la barra, soy la consentida del dueño, hasta siento algo de orgullo.
Empieza el espectáculo, canto a viva voz cada una de sus canciones. Hasta compartimos escenario, una canción en inglés que entonamos a dúo, soy feliz los 30 segundos que tardo en darme cuenta que el la canta mientras mira a otra.
En algún momento me cambio para una mesa, que de una forma a otra viene a ser la mesa de los músicos, la mesa del cantante y su hermano...
Alex, me hace la conversa y yo creo que solo esta encubriendo el agarre del otro. Pero al fin y al cabo, estamos sentados todos juntos. Yo hago un mal comentario, Sebastián se molesta, la escena vergonzosa y aún así, terminamos luego yendo a la misma discoteca.
Son ya las tres de la mañana, quiero ir a mi casa, me despido de Alex, pero se ofrece a llevarme a casa. Sebastián desapareció con la otra. Yo acepto.
Vamos en su carro, hemos hablado pocas veces antes de hoy, en el camino conversamos un poco de su trabajo, las cosas que hace, también de mi trabajo. Él sabe la dirección de mi apartamento pero se desvía, yo me doy cuenta pero no me importa. Nos detenemos en un callejón cualquiera, hablamos de absolutamente nada, la típica conversación que tienes cuando no sabes que decir, ninguno sabe compartir un silencio.
En algún instante empezamos con lo obvio. Después de besarnos por largo tiempo sus hormonas empiezan a alocarse, mientras yo solo pienso este man esta bueno, incluso más que su hermano. Con la misma excusa que debe decir a todas las que sube a su carro, me dice que pasemos al asiento de atrás, no es ningún santo y yo no tengo por qué hacerme la digna.
Abro las piernas, la falda se sube por inercia, ni siquiera tiene que intentar sacarla, me dice que está nervioso y yo río por que no le creo un carajo, es verdad Anna, no te rías, tu siempre me has gustado, yo impulsivamente tomo su rostro entre mis manos y lo beso como si fuera la última salida, apresurada, gimiendo un poco para encenderlo un tanto más.
Mis piernas en sus hombros, con la incomodidad que puede otorgar la parte trasera de un automóvil.
Tiene ya el preservativo en sus manos, pero se detiene en el momento en que creo que la verdadera acción empezará.
Trata de hablarme, de convencerme, pero lo callo bruscamente y le hago entender que se deje de romanticismos baratos, que para simple sexo no hace falta tanta labia.
El por fin sabe lo que tiene que hacer... sin más palabras.
Estoy esperando que me penetre y trato de distraerme, relajarme.
De repente siento algo cálido en mi entre pierna, su lengua se pierde en mi vagina, mi piel se estremece, mi primer impulso es alejarlo con un salto, pero el espacio es poco, y este no es buen momento para detenerlo con el típico hey!, a estas alturas del partido no va a creer que es la primera vez que siento esto, cómo es que le llaman, sexo oral.
Mis rodillas tiemblan, me es difícil acostumbrarme, dejar que siga, siento sus labios revolotear y abrirse paso en mi sexo, lamerlo despacio y luego apresurarse. Mientras sus dedos me acarician el cuello, suben por mi rostro, yo los llevo a mi boca y empiezo a chuparlos lentamente, mordisqueándolos un poco, sin cerrar mi boca, y tratando inútilmente de no abrir los ojos, para no tomar conciencia del momento.
Alex está sumido a su tarea, yo no puedo evitar pensar en cosmopolitan, tanto he leído al respecto, pero esto es demasiado... como describirlo... jocoso, solo siento cosquillas. Cierro otra vez los ojos trato de concentrarme, acaricio su cabeza con mis manos, intento seguir su ritmo, agarrarle gusto al asunto pero es inútil... aunque claro, mi cuerpo no concuerda con mi mente, estoy completamente mojada y caliente; su erección es evidente, por fin me penetra, arremete contra mi con fuerza, se sujeta como puede se los asientos para tomar impulso, su miembro entra en mi una y otra vez; yo busco su boca, es la única manera de enfocarme en lo que estoy haciendo.
Pocos minutos después el acaba con un grito sofocado, yo finjo que también terminé y puedo ver la satisfacción en sus ojos.
Susurramos algo entre risas, por primera vez somos verdaderamente cómplices, esto quedará para siempre entre nosotros.
Ya llegando a mi casa se detiene nuevamente y me dice que él lo quiere mucho a su hermano, que esta avergonzado. Parece molesto con mi falta de reacción, no me inmuto, pero yo no pierdo tiempo tratando de explicarle que no existe cargo de conciencia en una mujer con el corazón destrozado.
Tan solo le digo que Sebastián y yo terminamos hace más un mes, él creerá que fue venganza, y yo no tengo razón para desmentirlo.
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miércoles, febrero 22, 2006
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