Ir al Súper es estar bajo la mirada critica de un centenar de personas que justamente hacen lo mismo que tu, pero se fijan cual si quisiera hacer todo lo contrario.

Los hombres chequean bien a los alrededores para ver si efectivamente estoy sola y tratan de captar mi mirada. Los matrimonios jóvenes se agarran de las manos y sacan pecho cual si me quisieran decir "nosotros hacemos las compras juntitos". Y uno que otro perdido y desesperado parece que intentara copiarme.
Unos y otros miramos furtivamente las compras de la persona que pasa a nuestro lado, ese lleva como 70 brócolis y nada más, de ley es para algún restaurante. Yo apenas si meto a escondidas uno en el carrito que luego le obligaré a comer al Chello con el pretexto de que es bueno para la próstata.
A ese del otro lado buen trabajo le va a costar convencer a sus hijos de que no solo de papitas fritas vive el hombre. La pareja de ancianos que se dirigen y hacen camino para que pase el otro con las compras. Te miran, hombres y mujeres, como preguntándose ese qué lleva, o quizá sentenciando, intentando saber quién eres, mediante el analisis de lo que tomas de cada estanteria.
El punto es que pareciera que solo mientras estas comprando los alimentos que esperas te duren hasta el próximo sueldo, es cuando se cumple aquello de que somos lo que comemos, aunque según la manera en que nos miran y juzgan, somos lo que compramos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario