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jueves, octubre 05, 2006

De pérdidas

Hoy jueves se cumplen 6 días desde que Miguel o 'Miguelo' como le decíamos los panas, decidió quitarse la vida. Supe que lo cremaron, no alcancé a ir al velorio. No sé bien cómo murió, la noticia me llegó con palabras desesperadas demasiado temprano el sábado. Que se suicidó dijeron, y quizá con esto sumamos un punto más a mi mal llamada, obsesión con la muerte.

Cuenta uno mas a la lista de mis amigos con menos de 23 años que han fallecido. Viene a ser el segundo novio, o ex novio de la Lola que decide morirse o tratar de hacerlo por sus propios medios. Se suma en las estadísticas de los miles de estudiante, hijos de familias 'bien', un poco retraídos, que no esperan a la muerte sino que la toman sin dar explicaciones. Y se resta en nuestro grupo de amigos, el grupo de farras, consuelos, fugas y alcohol que en los últimos 4 años se ha ido desintegrando por estudios, matrimonios, vaciles, divorcios o hijos de por medio. Miguelo quizá con su muerte traza la separación definitiva de nosotros. Aunque de hecho, el rato de los ratos, eso que yo estoy describiendo, le valió un carajo.

Cuando Andrés murió, no dejé de pensar ni un instante en el dolor de sus padres, ellos vivían el vacío mas grande, pensé durante meses en la interrogante que el señor Bonilla me dijo llorando en la iglesia "¿por qué te alejaste de mi hijo, por qué lo abandonaste?"; me dolió la ausencia que desde ese día en adelante ellos sentirían. Con la muerte de Miguel, lo que entristece es la certeza de la pérdida simplemente, y como nos llega a todos de forma diferente.

Algunos pierden la vida, a un hijo, un hermano y un amigo en el mismo minuto. Otros pierden un gran negocio, el trabajo y la comisión por venta. Hay quienes se pierden a si mismos en una ilusión, infatuation. Perdemos el dije, el camafeo, la foto, el recuerdo y la herencia materna. Hay alguien que pierde progresivamente la memoria. Se pierde el celular, el número de la conquista del sábado, los mensajes guardados. Habemos quienes perdimos el carro y el patrimonio familiar con él, no una sino tres veces. Se pierde ante el ladrón, ante la familia y ante uno mismo. Perdemos al novio, amigo, y amante junto con la ansiedad, el deseo y las fantasías.

Y recién entonces, cuando hemos perdido tanto, innumerables veces, es que empezamos a pensar en cómo sobrellevamos nuestras ausencias, ¿qué haremos para superar la pérdida?

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