Por pasatiempo y distracción acaricia repetidamente con sus manos la cara y el cabello del monigote, la mugre acumulada en sus dedos se mezcla con su llanto y no hacen más que ensuciar las mejillas de plástico.
Escucha las pisadas sobre el piso de madera, la brusquedad de los pasos retumba fuertemente, su cuerpo empieza a temblar a medida que su corazón se acelera, mantiene la respiración pero se ahoga un poco y entonces abre la boca, despacio, callada, aprieta a la que tiene entre sus manos, tanto que cree estarla asfixiando, deja de presionar. Sabe que la están buscando, y aunque no la han llamado a gritos como otras veces, puede oír claramente en cada escalón la cercanía de aquel que provoca el sudor en sus manos.
Hace ya tanto tiempo que todo empezó y aún así ha sido imposible acostumbrarse. En el closet solo hay oscuridad y soledad, mira a su muñeca y por un momento se le cruza la idea de alternar lugares, identidades, las lágrimas resbalan incontrolables por su rostro y caen en el de Perséfone, no necesita pensarlo mucho, vuelve a hacer presión sobre el cuello del pequeño maniquí con sus manos resbalosas por el calor y agitación, la agarra por el pelo que un día fue amarillo y ahora gris, jala tan fuerte hasta consigue separar la cabeza del resto del cuerpo. Al mismo tiempo sus ojos se han secado y las emociones desvanecido.
Sale del closet y espera la llegada del que ya está en la puerta y la llama por reflejo "Annie" sin saber que ha equivocado el nombre.
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