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lunes, agosto 22, 2005

Desconocidos

Breve instante de reconocimiento, quien soy, donde estoy, que dí­a es hoy..
Abres los ojos y los cierras de inmediato hasta que la luz se acople a tu visión.
Los abres de nuevo...

Primer pensamiento? Seguro algo absurdo relacionado con el sueño interrumpido hace un momento por la mañana que te obligo a despertar.
Siguiente pensamiento?, caben muchas hipótesis para cada persona, pero digamos que es algo mas racional y analí­tico... quizá esa reunión que tienes en la gerencia después de un par de horas. Te preguntas nuevamente que habrás hecho, a que se debería ese llamado.

- Señor Rodríguez, le agradecerí­a presentarse al despacho del señor gerente a las 8 en punto de la mañana. Que tenga buena tarde.

Cierras tus ojos, te das a vuelta en la cama, cuantos dí­as faltan para el sabado, ya es miércoles, solo un poco más.

De repente la ves, no habí­as reparado en su presencia hasta este instante, su respiración es tranquila y rí­tmica, descansa a tu lado, por mas que tratas no logras recordar como llegó a tu cama.

Quién es esa chica de largos cabellos ondulados y rubios, que poco a poco se enredan en tus brazos. Que hace ahí­, entre tu colchón y tus cobijas.
Te levantas despacio, calladamente para no despertarla, no quieres pasar por la embarazosa situación de despertarla, y que ella te hable de algo que tu no logras recordar.

La miras, es joven y tiene la piel bronceada, es delgada, labios finos, bastante atractiva... no te atreves a mirar su cuerpo, un extraño pudor se apodera de ti, casi sin respirar te alejas un poco, viendo la escena hasta parece una pelí­cula, algo q no te deberí­a estar pasando, se hace tarde, deberí­as estar ya a la ducha, luego un viaje de 40 minutos de atravesar la ciudad, si es que quieres llegar temprano a la cita con el gerente "las 8 en punto Señor Mario Rodrí­guez" repites en tu mente.

Pero como dejar esta desconocida en tu cama, en tu cuarto, en tu casa. Cierras los ojos en un inútil esfuerzo por recobrar los recuerdos del dí­a pasado, salir de la oficina, tomar el autobus,

paf! Ella se mueve y hace un leve ruido, tus ojos se abren, sientes miedo, estas seguro solo mientras ella siga dormida.

Bañarte, lo que necesitas es un baño, seguro luego las ideas se irán aclarando solas. Además ya es tarde, no puedes hoy llegar atrasado al trabajo, la verdad es que siempre llegas temprano, tu historia laboral no tiene mancha... pero hoy la angustia se apodera de ti, el nerviosismo de llegar a tiempo, será la voz fúnebre, voz de contestador, la secretaria del gerente parecí­a saber de que se trataba cuando dijo su ultima frase "Que tenga buena tarde"

Ella sigue allá­, acostada a lo largo del colchón y se podí­a sentir su respiración, el reposo de sus cabellos sueltos con violencia en la almohada como si en lugar de dormir ella estuviese descansando con los ojos cerrados luego de una discusión terrible.

Sientes en el aire el rumor de sus pensamientos quietos, en la luz el presagio de un día extraño y en la cama los ciento sesenta centí­metros de esa mujer que respira profundamente, levantando con cada bocanada de aire las sabanas inquietas al ritmo del vaivén de su pecho.

Te diriges al baño y enciendes la luz para despejar las tinieblas de tus sueños rezagados.
Ya en la ducha el agua cae tibia sobre tu cabeza, te enfría las ideas y trae de nuevo los recuerdos, apagar la computadora, apagar la luz, salir de la oficina, tomar el bus...

No, no alcanzaste a tomar el bus, de repente sentiste el dolor y la sorpresa de un tirón en el brazo, ese tipo que te metió a la fuerza en un taxi, nadie en la calle se dio cuenta.

El mismo tipo que con un golpe certero en la nuca te impidió verle a los ojos, y apenas si escuchaste que balbuceo unas palabras al conductor. El dolor era insoportable.

No quería robarte, no aceptó tu dinero, ni quiso hacer trato alguno, lo que quería era tu vida y después de varios insultos a ti y a tu madre, la tomó con un disparo opacado, lo sentiste como un golpe seco debajo del costado derecho, un frí­o recorrió tu cuerpo mientras lo amortiguaba. Apenas si escuchabas sus pasos alejarse.

El reloj marcó las 8.30 cuando ella despertó, sus ojos se abrieron de repente y un estremecimiento recorrió su cuerpo, sintió su aroma, su sudor, como si Mario no hubiera muerto días antes, como si hubiese pasado la noche con ella.
No se atrevió a llorar siquiera, es que lo sentí­a tan cerca, se levantó de prisa y empezó un nuevo día, tomó un baño de prisa y se alistó al trabajo, tení­a una reunión temprano en la Gerencia. Se vio obligada a tomar un taxi, hoy no podí­a llegar atrasada.

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