Y erase otra vez...

Erase una vez dos personajes de ficción que se divertían inventándose el uno al otro. Iban sumando cualidades, sin pensar en virtudes ni defectos. Sólo ideas regaladas.

Vivían en una extraña irrealidad no existente, donde todo puede suceder. Donde una sondrisa es mucho más que un símbolo de alegría, donde una mirada puede ver mucho más allá. Donde no importaba ni siquiera conocer sus verdaderos nombres.

Y sucedió un día en que sol y lluvia conjugaron y estos dos personajes se pudieron encontrar. Tan reales como sus propios espejismos, incluso mejores de lo que ambos habían imaginado.

Y una sondrisa, una mueca en la nariz. Y una mirada, una carcajada, una palabra, una promesa de volverse a ver.
Inventaron un sueño, una utopía, dos personajes que huían y se encontraban en la fantasía.

Y sucedió otro día en que la burbuja reventó, y fue el silencio, y fue el reproche, fue el engaño, la locura, el adiós.

Dos personajes inventados, eximidos de culpas, sin conciencia, sin pudor.